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Editado por el autor

San Martín: El autor 2012 ISBN 978-887-33-0957-4 CCD B863

sábado, 9 de junio de 2012




-Un rubor que sube desde adentro con la pesadumbre de la vergüenza.

        Allí, donde la tierra traspasa el espíritu, agrega en cada uno de nosotros la necesidad de que nos crezcan raíces.
       Nuestro cuerpo y alma, se alimentan desde sus raíces para terminar ramificados con los brazos que apuntan al cielo.
        El suave fluido que canta como la sabía, recorre el camino del cuerpo impregnado en su deseo, para luego, a través de un luminoso ascenso, elevarnos ya convertidos en almas nuevas.
    Así, viajo sobre los cielos abiertos y por cada espacio reservado para entrelazar almas,  así, comprendo de qué se compone el techo donde se refrescan.
     Almas, que tienen el merecimiento de multiplicarse, de nutrirse para nutrir.
         Almas que a veces se posicionan distantes, que desalojan a otras, que se dispersan para volver sin quebrantos, como que se han recuperado, transformadas en almas purísimas.
  Conjuga: Acompaña mi alma a todas las almas. Progresivamente, “ella” se va instalando muy cerca de “todas” y como todo lo que fluye, se amalgama.

Octaedro.



"Memorias rasgan las miradas,

bajan al gusto sabores conocidos 


y todas las imágenes 


a través de mis fracturas.


Anhelos perdidos, horas arrugadas,



ecos que emergen, palabras sin ardor, 

susurro de voces, 


poemas sin remitente,


ceniza tibia, ampollas del alma."

                                                          Sikita.




¡Soy india guaraní!
Mujer soy y princesa de mi pueblo
Amo mi tierra, mis lunas y mis soles
Amo mis tiendas, mis hamacas
donde mis sueños comienzan y a veces mueren...
Soy india guaraní, y beso el suelo,
la saludo , la venero.
Ella me dio hijos fuertes,
guerreros , bravíos.
Fuertes en sus brazos , fuertes en sus amores
Soy india guaraní y a ti, te amo
como solo amamos las indias y las princesas.
Dándolo todo
Mi alma
Mi corazón
mi tierra...


Liliana Mariza.





Agradecemos la colaboración de Daily Jara por permitirnos extraer texto e ilustraciones de su blog  http://subamosaltren.blogspot.com.ar  
Lectura a cargo de Java






Mi patria soñada


Fulgura en mis sueños, una patria nueva
Que augusta se eleva, de la Gloria al reino
Libre de ataduras, nativas o extrañas
Guardando en la entraña, su prenda futura.

Patria que no tenga hijos desgraciados
Ni amos insaciados que usurpan sus bienes
Pueblo soberano por su democracia
Huerto con fragancias de fueros humanos.

En un paraíso sin guerra entre hermanos
Rico en hombres sanos de alma y corazón
Con niños alegres y madres felices
Y un Dios que bendice su nueva ascensión.

Patria sin muralla para el pensamiento
Libre como el viento, sin miedo a metrallas
La Nación modelo que por su cultura
Se ponga a la altura de todos los cielos.

Donde alegres trinos de son libertarios
A los proletarios y a los campesinos
Patria donde haya voces de estudiantes
Promesas vibrantes de luz Paraguaya.

Sueño en una patria sin hambre ni penas
Ni odiosas cadenas que empañen su honor
Donde el bien impere sin sangre ni luto
Bajo su impoluto manto tricolor.

Carlos Miguel Jiménez






 
*De Mónica López Ocón: fragmento de la columna “La foto” del suplemento Cultura publicada en el periódico “Tiempo Argentino”  (mayo 2012).


“…No nos queda sino resignarnos a la tierra baldía que será desde hoy y para siempre nuestra existencia. Solo mi compadre, sentado detrás de mi, lee, como siempre, lee como si la vida no hubiera estallado. Quizá su lectura le permitía estar ahora en otro mundo con casas que brotan de la tierra como flores. Quien pudiera, como él, vivir aunque sea un instante en ese universo de tinta. Quien pudiera creer, como él, que si en un principio fue el Verbo, a partir de las palabras todo puede volver a comenzar”.

        Fraseando, muy precariamente (por lo que me acuerdo) a Don Ernesto (Sabato) en “Sobre héroes y tumbas”:
                             …Consolar con palabras a alguien concreto de carne y hueso que sufre, alguien sumido en desesperación, no se puede. Si razonáramos el mundo, solo descubriríamos que es atroz, sin embargo, felizmente, no somos tan racionales. A  pesar de las catástrofes provocadas por la naturaleza o el hombre, llámese una inundación en el Brasil o un terremoto en Chile o Haití, una guerra en Libia o lo que produce el calentamiento global “…aquellos sobrevivientes que fueron humillados, denigrados o mutilados, que lo perdieron todo, nuevamente, como hormiguitas tontas vuelven a construir sobre los escombros, su mundo ínfimo y cotidiano que, por ser tan ínfimo es más heroico aún... Entonces, ya no son las ideas las que salvan al mundo sino aquello que contiene una razón más profunda de la que conocemos y a la que llamamos Esperanza… Es decir: sí, la angustia es la confirmación de la nada, según Sartre, ¿es la Esperanza el sentido oculto de la existencia?...”

         ¿Como “juega” la palabra para ser reivindicada? Puede que detrás de ellas nos queda lo que “se siente como un nuevo principio”.
         Tal vez, el compromiso que implica al “poeta” en su búsqueda de belleza o de retratar el dolor, sea esto (pretencioso) intentar “salpicarnos hasta llegar al hueso” con una simbología que se cubre de lo más caro y que nos pueda, nuevamente, componer en lo profundo.

                                                                                                                          De todos los fuegos…






De paseo

La tarde se puso de ese gris invernal propio del mes de junio, con aquel  cielo gris que tanto se extraña cuando uno esta lejos de su ciudad. En el horizonte se veía el sol a punto de ocultarse como un disco plateado semejante a la luna.

Estaba tan bonita la tarde que decidí caminar en vez de tomar el bus dentro de la universidad, quise andar por  esos senderos que recorrí tantas veces en mis años juveniles y decidí llevarte conmigo aunque tu no lo supieras, llevarte conmigo sin pedirte permiso  por que así se acostumbra a hacer  en los terrenos de la fantasía.

 Y te tome de la mano e iniciamos el camino.

Fui enseñándote mis lugares queridos del pasado, vimos un pequeño grupo de cactus algunos con hojas planas y te conté que en México a esas hojas les llaman nopales y se comen. Y al lado había un rústico banco,  cuantas veces lo habré visto y no significó nada para mí hasta hoy,  que pienso en ti, cada vez que un banco se cruzara en mi camino. Nos sentamos un rato ahí a mirar pasar la vida por unos momentos, y le tomé una foto al  banco para guardarla en mi colección, al continuar el camino pasamos por aquel bosquecillo de árboles delgados y frondosos que tanto me gustaba.
Te mostré los salones donde me tocó estudiar en esos días y el estacionamiento donde tan orgullosamente dejaba el auto que me prestaba papá y escuchamos por ahí, a los estudiantes ruidosos que pasaban y reían con esa alegría irresponsable que se tiene cuando el papá le soluciona los gastos y la vida a uno.


Y luego el café ciber al que nunca entrábamos por que no teníamos laptop en esos días y no se estilaba el chat. Entramos a la dulcería de la señora Chelita y nos sentamos a comer, yo una crema volteada que la tenía antojada de hacía días y tu pediste solo un refresco.

Y conversamos,  conversamos de la vida,  del pasado,  de lo que fue y de lo que pudo ser. Y te conté anécdotas graciosas de aquellos días pasados,  y reíste y me llamaste loco,  reíste con esa risa que me ilumina el mundo.

Continuamos la ruta y te enseñe aquel parquecito con jazmines donde solía estudiar a última hora para algún examen y luego, vimos a un grupo de estudiantes ensayando bailes típicos del país, afición muy propia de los años estudiantiles en los que nos volvemos nacionalistas.

Caminando entre los senderos bordeados de flores y jardines, contigo de la mano el tiempo voló y de pronto ya estaba en mi punto de destino y llegó el momento de despedirnos, volver a pisar tierra firme, cada uno a su mundo. Te fuiste y yo quedé feliz y melancólico. Recordar es hermoso pero triste y es bueno  guardar los momentos hermosos para tenerlos a la mano para  cuando se les necesite. Respiré hondo y sentí que esa agradable sensación de que todo está bien. Al menos por ahora.


Y ahora, tú duermes, y yo…sigo aún pensando en ti.

Yoda


 


Una foto  en la carátula: "Panorama desde el parque". (Gentileza de Cecilia) Para el libro "Tratado del viento"

          Sumergida en el “teatro suburbano”, la vida, está junto a esos contraluces artificiales que se reproducen a cada instante o con aquellos ruidos propios del ir y venir de la gente, así, como sus olores, o los aconteceres que inducen a cualquier situación cotidiana. Incluso la tragedia o la comedia. Todas “ellas”, van entregando -entre tantas otras cosas- lo que se acumula o provocan: la indiferencia, la fascinación o el espanto, lo ordinario y lo que deslumbra, etc. sin dar respiro ni tregua.
          La mirada en perspectiva, sin embargo, propone al paisaje citadino no solo como escenario sino, también, como un protagonista más. Los cambios continuos que se realizan en ese paisaje, le dan una dinámica propia que a la vez confirman su entidad y agrega su “participación protagónica” junto a los “personajes” que lo habitan.
          Luego, es salir de la escena diaria para verla de lejos, como un todo.
          Ayuda a “reinventar” las luces, las sombras, todos los colores, pues contrapone “la urbe” con “lo natural”.
          A propósito, al cuerpo pastoso y pesado de los colores se le abren los poros para “respirar”, para que en “el plano” se distribuyan con “mejor carácter e intensidad”.
          Me acerco y me alejo de estos colores. Voy conversando con “ellos” -de común acuerdo- para “aprender a sentirlos”. Participar de esa compleja estructura que encierra todas las emociones y que se expande en el espacio para derramar en cada lugar la sensación que merece.
          Ahora, aparece el cielo en ningún tiempo visto.                                 
           Los celestes-grises casi esfumados, dominan con mucho “desparpajo” gran parte de “su techo diáfano”.
           En el fondo, está el *“crepusculario” que se apaga de a poco sin desistir de entregar su  “cuota” de esplendor, explotando sus alternativas de blancos-rosados a naranjas.   “Solo” es la luz del sol que se atenúa y “devuelve la última lumbre”.
           Es decir; las luces del ocaso con sus variantes tienen con que conmovernos porque nos llevan de la euforia a la reflexión.          
           Más abajo, el asentamiento de los edificios reconstruye un perfil irregular del horizonte y lo “siembran” de estatuas geométricas de proyecciones oscuras. 
           La mirada del “observador” busca –ambiciosa- retratar como centro de la composición, también, el reflejo en el espejo de agua.
           Allí, el “mirador” se adueña de la poca claridad que se refleja para “proveer” de más luz a “su obra” y conseguir de esa manera, “retrasar” el tiempo, aunque la noche recorra su camino inexorable.
           Porque la noche que se le viene encimando al suburbio, lo obliga a “salpicarse” de luces sin poder “ganarle” un espacio bien iluminado.
           La pequeña laguna del parque reproduce con precisión, el rostro del lugar –ese donde se tejen “telarañas de almas”- ante el avance sigiloso de la oscuridad.
            El viento se hizo cómplice de esta mirada para “desprender” de “algún cúmulus” las nubes que luego, dejó extendidas sobre el agua.
           El conjunto de nubes grises, conforman el portentoso “insecto o pájaro” que muestra su volumen y sus alas bien dispuestas a volar.
            Esas nubes, ahora, tienen “la clara identidad” de un inmenso pájaro oscuro que revive en el “fluido” y con su aleteo, desparrama las sombras.
            Por último, el verde de la gramilla invita a reposar el cuerpo en su lecho y proyectar los ojos, nuevamente.
           **  “No hay hecho artístico sin espectador”.
            Y así, crear el “ambiente” en el que sobrevuela o queda suspendida la melancolía.
          

                *”Crepusculario”obra de Pablo Neruda.             **A. Dolina

                                                                                                                                       Perezcuper

 
“El rey del ajo”

                          Llegaba a las veredas del barrio con la cara marcada de golpes o inflamada por el alcohol que bebía. Se sentaba, en cualquier saliente de algún umbral de las puertas, con bastante dificultad pues estaba borracho, como siempre. Tenía preferencia de acomodarse sobre una persiana de un antiguo taller deshabitado.
       Se sentía el rechinar de sus dientes, una mordida feroz que moldeaba su mandíbula y toda la carga de músculos que lleva la cara. De bigotes prolijos, cortados hace poco tiempo atrás y de una barba acumulada por unos días sin afeitarse, con el cabello entrecano, no tan largo, con un pañuelo de seda en el cuello, de camisa olorosa y de sobretodo que tuvo su tiempo de elegancia y finura, pero que ahora, estaba sucio de tanto arrastrarse. Él enunciaba su frase.
-Essssa madre.
       Un hombre fornido de panza no tan pronunciada, de brazos gruesos, de manos grandes y poderosas. Ahí estaba e iba permanecer no se sabe hasta cuando. Los chicos que jugaban en la calle se le acercaban con cautela. A cualquier movimiento que haga, ellos saldrían corriendo. El hombre era temerario. Nadie conocía su historia con precisión pero era un personaje mitológico para todos nosotros. Sí, utilizaba esas veredas aún cuando se ponían bulliciosas porque alrededor podrían estar jugando o por que la calle, era poco concurrida por autos pero nadie se atrevía a molestarlo. Era su zona de tregua.
-Esssa madre. Yo soy “el rey del ajo” -Gritó una vez para todos y fue el nombre con que lo conocimos o lo bautizamos. Luego, de muchas horas que se entre-dormía o deliraba por su borrachera, que tambaleaba la cabeza y se golpeaba y vuelto a dormir, al fin, se levantaba para desaparecer por otros tantos días. Nunca cargaba ninguna botella, todo lo que tomaba lo había hecho en algún otro lugar. Cuando volvía a sus “veredas de tregua” ya venía “regalado”, bien “mamado”.
      De tanto “visitarnos” otros borrachines o los cirujas que vivían muy cerca o estaban de paso, confraternizaban con él. Se sabía que, cuando se “le pasaba la tormenta de su borrachera” se acordaría donde tenía que volver. Seguramente, para hacer un poco de “vida normal”, hasta caer en la siguiente “pesadilla de alcohol”. Y así aparecía, nuevamente, con ropa distinta, que alguna vez estuvo limpia y “conformaba su decencia”.
      Más de una vez, tenía entre-dichos con aquellos con los cuales -al principio- confraternizaba y luego, terminaba a los insultos, muy mal. Los desafiaba a todos, lo que en alguna oportunidad le costó una herida cortante que le propinó alguien que lo cuestionaba. En la comisaría de la zona ya lo conocían y cada vez que se lo llevaba “la cana”, se tomaba algunos recaudos, por esa cuestión de que los borrachos cambian de humor en cualquier momento.
-Yo soy el reeeey -subido a la vereda más alta a declamar por su trono.
         Borracho y todo, se ponía a conversar con los chicos que dejaban de jugar y lo iban a curiosear. Más de uno se llevaba la impresión de alguien sociable pero poco contestaba de su procedencia.
        Algunos de los cirujas se transformaron en “amistades” que fueron llenando su estadía en las veredas y por supuesto, ahí sí, compartían bebidas alcohólicas. No era de lo mejor para comentar que sucedía por aquellos tiempos, pero tampoco, existía en las personas de la cuadra, esa forma de querer perseguirlo con denuncias, como para requerir continuamente de la presencia policial. Solo venía a dormir. Nunca un acto de obscenidad para remarcar.  


De todos los fuegos...



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