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San Martín: El autor 2012 ISBN 978-887-33-0957-4 CCD B863

lunes, 18 de febrero de 2013



    Dibujo con photoshop "...explorando el rojo" - Sin título - Autor: Romántico Fugaz extraído de su blog

Agradecemos la colaboración de MarenCalma por la lectura del poema y musicalización de este video.


Mujer-ensueño

Adhiero a una forma de pensarte,
de construirte en segmentos perfumados
que descubren una nube de suspiros,
con brillos que derrochan alegría,
de gestos que llenan casi todos
los silencios de tu asombro.

Adhiero a una forma de tocarte
justo detrás de aquella luz,
para ver y palpar mejor
donde empieza lo suave
y como se refrescan las manos
en algún vapor del regocijo.

Adhiero a contemplarte
en toda tu extensión,
solo, para aprender  a deslizarme
sobre esos, los recovecos más dulces.

Adhiero a trepar sobre tu árbol cálido,
de sombra inquieta, que multiplica
sus innumerables ramas que me abrazan.

No encuentro nada de ti
que no merezca festejarse como un milagro,
por eso, adhiero también a tus cabellos,
mundo de fibras que acerca la cortina
esplendorosa en plena danza ondulada.

Y adherido estoy a tus entrañas
para celebrar allí el sinuoso recorrido
de la sabia que alimenta tu latido.

Voy observando sobre el llano
donde crecen girasoles,
la advertencia que trae la lluvia fresca
en la que te ha convertido mi sed.

Voy multiplicándome en sonidos
hasta inundarte de armonía
cuando menos lo esperan tus oídos,
así, me desbarranco en una canción
que se dispara en tus cuerdas.

Peino con mi lenta exhalación,
infinitos tallos de tu siembra en el cielo,
que deja caer esas hojas,
para cubrirme del color de una caricia.

Dibujo de tu luz
que estalla en la misma franja
en que se vuelca el mar tibio de una esperanza.

Octaedro 

La palabra
 
Estoy entre ese espacio
en que se pierden
los crepúsculos que soñé,
y  todo se transforma
en cataratas negras
que me arrancan el alma,
sin dejar huellas de lo que fui.
Estoy entre infinidades
de “no quiero”,
por ser algo ínfimo
de lo que quise ser
y no pude más.
Estoy entre un “me voy”
y un, “no tengo ganas de estar”.
No soy nada.
Me fui hace tiempo entre sus ojos.
Ahora, solo vivo cuando él me recuerda.


A veces, me gusta pensar
en los hombres como nubes,
cada cual con su forma, su espacio,
la luz del sol que los atraviesa
de diferente manera.
Sus movimientos cambiantes.
Pero el viento llega
y solos, se van
a recorrer otros cielos.
Y vendrán nuevas nubes
y buscaré formas.
Todo me sirve para escribir.
Todo, hasta lo que no existe y lo invento.
Siempre gano, hasta cuando pierdo.


La palabra, como gota de sangre,
se escabulle, lo cambia todo en coágulos
que se desparraman por las venas,
con  ninguna coma 
en los pensamientos, sin detenerse.
Ahora, te bloquea un instante,
te incita, te hace humano,
hasta que la corriente, de nuevo,
se convierte en agua.
Sudas la palabra, la lloras, la escupes,
la mudas en orgasmo virtuoso,
la muerdes y otra vez, se hace catarata.
La palabra, no es más que piel escrita
que se vuelve nada. Nada…

Yvonne


Agradecemos el aporte realizado por Rayen srkl

“¡Cuidado con las palabras! A veces puede costar demasiado caro pronunciarlas.
Cristo, Sócrates, Giordano Bruno, padecieron la intolerancia dialéctica imperante. La guadaña le pasó cerquita a Descartes, pero arrasó simbólicamente con el pobre Galileo, le costó la excomunión a Spinoza, y Benjamin tuvo que «autoajusticiarse».
Concuerdo con el cuidado de la adecuación de la munición al enemigo. No se le puede tirar con un cañón a una termita. Ni recitarle la tabla del dos a Einstein. Esa regla de oro, puede ser tenida en cuenta a la hora de manifestarse ante un tribunal examinador o en una presentación académica escrita.
También, y además, y especialmente, lo mismo rige en las relaciones amorosas. Y por qué no decirlo en todo ámbito concerniente”.

Enrique Garcia




En esta última soledad
de los silencios…
donde se termina un día,
donde llega indefectiblemente
la oscura y absoluta certeza
de estar solo….
pienso-siento-creo,
que estas aquí.
Mirándome desde tu absoluta
soledad,
y escuchándome
como lo hiciste siempre
en estos últimos años
que estuvimos juntos.
Siento pena
por no haber podido
escuchar esto antes
de que partieras, papá.

Patuky


“…la inminencia de una revelación que no se produce, es tal vez, el hecho estético”. (J. L. Borges)

Desanudar las letras que se entrelazan en la mente de alguien, con esta precaria mirada hacia las almas que descubren sus quebrantos y alegrías. Sortear el límite del lenguaje para encontrar los sonidos de cada sentimiento y entonces, cuando se moldea la palabra en la garganta, aprisionarla para atenuar el grito. Desde ahí, liberar está forma de expresión, querer derramar “un torrente de ese fluido” que refresque algo de la vida.
Luego ¿la condición es escuchar tú “voz”? ¿tu propia música? ¿el canto de todo, de cada cosa de este universo que te puebla y que procura encenderse en “alguna magnificencia”?

Así, se supone de aquellos “enunciados”; que te traspasan, que te hieren, que te acarician o que te ofenden, que te escupen, que te moldean, que te encantan, que te llevan, que te imaginan o que te rezan, que te traen, que te hacen volar, que te opacan, que te pintan, que te recuerdan, que te quieran, que te odien, que te obliguen, que te maten, que te castiguen o te premien, que nuevamente, te hagan nacer, que reniegues y que renuncies, que luches y huyas por cobardía, que regreses por ser valiente, que te limpien, que te humillen, que te denigren, que te mutilen, que te honren, que te satisfagan y al fin, otra vez, que te dejen enamorarte. Y que te hagan agradecer… una y otra vez… y otra vez…

La escritura que “pretende” -quizás-  inmovilizar el instante en que nuestro pensamiento dispone de su imaginería, de sus divagues, de reflexionar y después, dejar que “ella” ,“la oración”, se traslade o se alargue, se recupere y se transforme, se adapte al entendimiento particular y se multiplique de una manera diferente en cada uno que la lee.
Es decir; un “juego” en el que las palabras se vinculan con un estado de ánimo del individuo que proyecta “la significación”, y que luego, lo traduce con su propio sonido, música o color, o eso que también, se sobrepone a lo emotivo. Nos va dejando ese rastro.
Tal vez, “la oración” ¿llegue con la impronta de cada lector, la que le corresponde un sentir para ser “transformada” en un texto de infinitas variantes?
No es, necesariamente, el que lee, un individuo “distinto” sino –puede ser- la misma persona en distintos tiempos y estados de ánimo. Eso es, lo que va dando una idea de la diversidad en que será “reinventada la oración”.
Entonces, *“…es el lector el que crea la literatura” (*J. L. Borges). No es más que él, con la idea reveladora de quien se entusiasma por “reconvertir” y “recrear” lo que alguna vez fue pronunciado por su autor preferido y admirado.
Esa “revelación” trasciende el misterio que encierra “la escritura”, su musicalidad, la significancia, todo aquello que produce sensaciones, lleva implícita la sustanciosa espiritualidad que nos hace reconocernos.

De todos los fuegos…



Sabor de sabores,
cuando se impregna
a nuestro alrededor el verde-selva
que inunda el hueco de nuestros pulmones.
Sabor de comidas que suplantan
la brisa con risueños aromas.
Sabor de la noche,
cuando flota en el aire
un vapor salitroso, mínimo,
cuando el agua calma del mar, arrulla,
cuando la luna viaja con su luz,
para extasiar la mirada.


       
Sabor de la música que transpira
desde las mañanas en cada objeto
o cada sujeto vivo,
o aún, imperceptiblemente,
cuando recién está muerto.
Sabor de la mirada en cada color
que transcurre con su tiempo.
Sabor de las manos que construyen,
que entibian la frescura de un vegetal,
que se frotan con el resuello de alguna idea
o que recorren tu cuerpo. 

Sabor de mujer
que nos premia con más vida,
que nos multiplica,
que nos ordena con un mandato natural,
que es el “dejarnos amar”.
Sabor de la belleza cuando se embriaga
el corazón de tanta maravilla.
Sabor de lo cotidiano,
que trae voces iguales a estas, que tal vez,
no tienen amparo de alguna sorpresa.

Octaedro




Alberto, en el recuerdo. 

La trágica noticia, me la dio una enfermera por teléfono:
-¿Es usted familiar de Alberto F....?
-Soy una prima -le respondí.
-Le comunico que falleció anoche, de un paro respiratorio.
A mi pregunta de;
-¿Como sucedió? ¿Sí, según él mismo, me decía que estaba mejor y lo iban a mandar a su casa?.
Su respuesta fue:
 -Se descompensó y lo tuvieron que trasladar a otra clínica para atender más complejidades, en donde en una UTI (Unidad de Terapia Intensiva) le dio tres paros cardio-respiratorios, produciéndose el deceso.
Le agradecí y colgué el teléfono. Por un instante quedé atónita, paralizada, “Alberto, murió”. No había dudas, la información concordaba en todo, era cierto…
Sentí  como si un gran mazazo me destrozara. Pagué la comunicación y salí a la calle, en estado de shock, comencé a caminar…Todos los recuerdos vinieron a mi mente: los 13 años de amistad  hermosa, incondicional, éramos compinches en todo.
Yo le había ayudado a que siguiera estudiando, pasándole apuntes y copiándoselos. Lo incitaba a estudiar, como su segundo hermano mayor que ya era medico y seguía patología. Él me decía: “Negra, mi hermano es sano, yo soy diabético desde los cuatro años, se que voy a quedar ciego y a morir joven”. Vivía con sus dosis diarias de insulina. A lo cual yo, lo reprendía diciéndole que era haragán. A los 22 años yo logro terminar la secundaria de adultos.
Por esa época “me puse de novio” y formo pareja con el padre de mi hijo, regresando a mi pueblo.
No supe nada de Alberto por unos siete u ocho años. Un día mirando la página de profesionales de Junín, leo laboratorio de patología del hermano y Alberto, técnico patólogo, trabajaba en el mismo laboratorio. Se me llenó el alma de alegría, “lo había logrado”.
Una tarde temprano, en un semáforo, esperando para cruzar la calle, para ir a la academia donde hacia un curso de masajes y digitopuntura, escucho mi nombre gritado desde un auto. Era Albertito, ¡que alegría tan grande! verlo después de tanto tiempo.
Nos abrazamos fuerte y quedamos en encontrarnos a tomar un café y charlar a la salida de mi curso, en la cafetería de la esquina.
Nos charlamos todo, lo vivido durante esos años en que no nos vimos, le conté de la separación de mi pareja, que vivía con mi hijo en la casa de mis padres, que había abierto un local de depilación y masajes, etc.…Ese día fui a saludar a su mamá la cual se alegró mucho de verme, conocí a su hermano medico y también, a su otro hermano al cual yo conocía.
A partir de ese día, cada jueves, cuando salía de mi curso, iba al laboratorio, en planta baja, donde tenían los departamentos de su mamá, y de sus hermanos. Él vivía con ella.
Como buen hijo de árabes, era sumamente inteligente e intuitivo, con repasar la mirada en mi, se daba cuenta si yo tenia un problema, entonces, insistía hasta que se lo contaba.
Quería hacerme entrar de enfermera en una clínica, y yo no sabia nada de eso. Quería que fuera enfermera como su mamá, o que aprendiera con él a preparar el material de los PAP y las biopsias y así, trabajar con él.
Me sorprendió un día, diciéndome, que “siempre había estado enamorado de mi”, yo me reí y le contesté:
-¿Vos? Jajajá… ¡Ves una escoba con polleras y ya te enamoras!  -No le creía.
Tenían con su familia una quinta en las afueras de la ciudad, con pileta, cancha de tenis y un gran parque, en donde tenia perros ovejeros alemán de raza, “había ganado un primer premio, con un hermoso ejemplar”. Le gustaban las plantas y había puesto ese invierno, varios rosales y un jazminero.
Corría el mes de junio de 1988, acepté ser su novia, a pesar de no estar enamorada de él, lo quería mucho y nunca iba a dejarlo (así se lo dije) éramos tan compañeros en todo…
Alberto quería formar pareja ese mes de julio, que yo cambiara a mi hijo de escuela y vivir en la quinta.
-¿Porqué tanto apuro? -le contesté- Esperemos a las vacaciones de verano y que comience el año escolar aquí.
La tarde del 13 de agosto, vamos a la quinta y me muestra su jazminero, “le había dado un hermoso jazmín”. Cosa muy extraña, cuando los jazmineros florecen  a fines de noviembre o diciembre.
En 48 horas, una neuropatía aguda, en forma inesperada, se lo lleva el 3 de septiembre de ese año 1988, a los 33 años. En un invierno muy frío que no dejaba llegar la tibieza de la primavera, tan próxima.
Superado el gran impacto de su partida, encontré la fuerza en su recuerdo. Su alegría de vivir, su risa, casi permanente. Me enseño a valorar las pequeñas cosas de la vida, el amor al prójimo, a proyectarme en la vida. El recuerdo de sus palabras: “Negra, sos inteligente, vos podés lograr lo que te propongas”, fue mi motor…
 Hice varios cursos a partir de allí, entre ellos, también enfermería. A todos los desarrollé trabajando.
Sentía una fuerza interior muy grande  que me impulsaba a seguir y lo recordaba con alegría, agradeciendo a la vida el haberme dado la oportunidad de conocer a alguien tan especial.
A más de 24 años de su partida, siento que desde el más allá, me sigue guiando y protegiendo. Seguimos siendo los Amigos compinches, que fuimos durante 13 años.

Brisa de un pétalo

 


Me paro frente a ti
Tratando de observarte 
Aunque no te vea.
No tienes rostro
No tienes cuerpo
Solo tengo tu voz
Solo tengo tus palabras.







Parada frente a ti
Tratando de observarte 
Aunque no te veo.
Siento tu respirar
Siento tus manos
Deslizarse suavemente por mi cuerpo.
Tus dedos juegan con mis cabellos.
Tus labios me rozan acariciando mi rostro.
Delicadamente me transportas
A mundos imaginarios
Cargados de amor y deseo.




Parada frente a ti
Tratando de observarte
Aunque no te vea.
Me quedo quieta
Muy quieta esperando
Que vengas a mi
Para hacerme sentir
Que es posible,
Aun sin volar,
Llegar hasta el cielo


De buena fibra