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Editado por el autor

San Martín: El autor 2012 ISBN 978-887-33-0957-4 CCD B863

domingo, 28 de octubre de 2012




A veces, por la noche, esta oscuridad y este silencio me oprimen. La paz me da mucho miedo. Le temo más que a ninguna otra cosa. Imagino que es sólo apariencia, y que oculta el infierno. Pienso que es no ver a mis hijos mañana. El mundo será maravilloso dicen. Y no sé en qué se basan si hasta una llamada de teléfono basta para que se acabe todo. Debemos vivir fuera de las pasiones, de los sentimientos. En la armonía de la obra de arte lograda. En ese orden encantado. Deberíamos amarnos tanto como para vivir fuera del tiempo, distantes. Distantes.

La Dolce Vita (Federico Fellini)


 Explorar los recovecos del deseo y morir en el intento:

          El pensamiento deja en el camino de fecundar una idea, los montículos de algunas emociones. Va sobreponiéndose a las volteretas del lenguaje un sentir que por ahora, no tiene permitido el sosiego. Compuesta de vibración estrafalaria, la idea se remarca, los signos no le alcanzan.
     Sin embargo, te encuentro en una huella. De enmudecer son tus confesiones. El grato desandar por la anécdota caliente se multiplica con el transcurso de la conversación. Una palpitación cargada de erotismo súbito. La aventura del sexo y su energía creadora, supone verte en la desnudez, de la que no te intimidas y de la que nada te cubre, ni siquiera allí, en tu propia metafísica. Una forma de caricia en tus partes pudorosas, aquellas que delatan cuanto placer reprimido o cuanto más, hay que soltarse. Entonces, el lenguaje “perturbador”, ya es capaz de fabricar su estímulo en el cuerpo, y tu posterior fluidez.                                  
       Antes de que las oraciones describan como es tu piel, ya voy recorriendo despaciosamente,  el camino de la comprensión exacta que incluye acariciarte, tomarte el gusto. Sé que librarme de esta adicción que me causa beberte todos los días, puede apagarme de tristeza.
      No hay nada que no remedie el tiempo, pero una lucha interna en la memoria, se inicia para hacerte más opaca en mis soledades. Soledades pobladas de infinitos silencios, de dolorosos quebrantos, de orfandades irrecuperables. “Las tengo” en fríos inviernos o en veranos tórridos, en que hasta el sol extraña, o siente añoranzas de tu cuerpo que no puede entibiarlo.
   Sí así, es capaz de sentir hasta el astro supremo ¿que más profundo y grande es mi dolor cuando no viene esa alegría que se alimenta de ti?
Y… ¿como es el amor en una mujer exageradamente erotizada?...
¿Es allí, donde se siente que la vida transcurre con más intensidad?
¿Pasa por esas minúsculas fibras para afirmarse en el disparo de pesadas hormonas que fluyen?

  Octaedro




Tu ternura:  
                Ahora, sosegado, como en la calma de algún atardecer que se lleva el caudal de un día de plenitud, me sustraigo con tu andar. Mi línea de observación, de repente, te encuentra como jugando con leyes de equilibrio. Descubro que, es de elegancia distinguida el ritmo que provoca tu cuerpo. La gracia de cómo tus pasos van repitiéndose y que, con un mínimo esfuerzo, prácticamente, no hay ningún roce sobre el suelo.  
      Un vestido muy liviano, apenas holgado, deja ver como vibran tus ancas, el instante exacto en el que tus pies cumplen con cada paso, y es de tus pechos que, golpea un latido de donde parece desprenderse el perfume de la vida.
     Es una fiesta en los ojos que reserva el detalle de tu perfil. Te mueves desprendiendo luminosidad, supone eso también, una especie de danza sin siquiera delatar “la especulación” de “querer seducir”. Es tan solo, la actitud de trasladarte de un lugar a otro.  
  Asumo que, mis ojos pierden certeza, pues te contemplan en todo, con la admiración de quien se siente íntimamente atraído. Pero será imparcial, el que pronuncie un halago por lo merecido que tiene tu melena, respira naturalmente, como si fuera a largar un suspiro a cada lado donde se inclina y vuelve.
        Sé que no debería, pero puedo detenerme en el gesto preciso del cual se edifica tu ternura. Cuando la tarde pinta el color rosado del acaso, cuando las vibraciones del fulgor que te acompaña, deslumbra, cuando del llano se adueña una brisa que acerca tu aroma a mi soledad, de tus facciones, se dibuja una especie de conjunción profunda entre tu ser y lo que te rodea. Entonces, solo por tu cercanía hacia donde me encuentro, también, me hago un acreedor privilegiado de ella, “tu ternura”.

De todos los fuegos...







“Psicoanálisis y literatura son la misma cosa” (Julia Kristeva)

“Los carburistas del bocho” (ver al pie, vocabulario técnico):
                                                                                                    En algún momento de la vida, tal vez, en esos en los que deambulamos por algunos laberintos del pensamiento sin que podamos orientarnos con precisión. O aquellos instantes en que solo encontramos recovecos cargados de angustia, o al comparar nuestra conducta con respecto a otros y nos encontrarnos desfasados o en contraste con el resto del mundo. Posiblemente, cuando vislumbramos “el nacimiento” de nuestro carácter irascible, o sintamos alguna necesidad de mirar nuestro interior para saber más de nosotros, hasta en esos momentos nos recomiendan a personajes que se dicen “psicoanalistas”, y que detrás de un escritorio o en la posición freudiana (paciente al diván, terapeuta en la silla) intentaran saber y a la vez, quizás, encontrar algunas respuestas para nuestras almas angustiadas.
O simplemente, al postularnos a un empleo, nos chocamos con “el selector” que, tal vez, no es ni más ni menos que un/a señor/a de “esta profesión”.
En cierta oportunidad, “el postulante” muy joven, se presentó a una entrevista de trabajo a la dirección indicada, en la cual fue recibido en un consultorio de algún susodicho “carburista del bocho”, a partir de ahora llamado, también, “terapeuta” o como quieran nombrarlo.
El hombre que atendía en aquella oportunidad, para hacer honor a don Sigmund Freud, tenía su barba tupida, crecida y prolijamente cortada a la medida y tamaño de las fotografías de don Sigmund. Pipa en mano, mirada penetrante, voz grave y engolada. Comenzó con un interrogatorio tan extenso y por demás intimo que predispuso mal al entrevistado. Este último, sorprendido, ya que todo lo que decía era anotado por “el selector”, apenas si quería postularse -este joven- como “alguien que organizara con eficacia a personas e infraestructura de algún lugar para la fabricación de algún producto” y este señor, le estaba haciendo preguntas de “¿Cómo es su padre o su hermano?” O “¿si fuera un animal que animal le gustaría ser?” O “¿si fuera un vegetal?” Etc. etc. etc.
Transcurrido un lapso importante, con innumerables preguntas ya contestadas, quedaba latente para él -el entrevistado- una evaluación técnica que, según creía, era necesaria de tener en cuenta, sí él estaba capacitado o con preparación suficiente para realizar el trabajo al que se postulaba. Eso solo, fue una expresión de deseo en su mente, ya que el “entrevistador” luego de proponerle que haga algunos dibujos y agregue algún texto, le dijo a “su entrevistado”
-Aquí finaliza la entrevista.
No conforme con esto, el postulante le preguntó al “selector”:
-¿Por que no hay una evaluación técnica sobre mi preparación y experiencia laboral? –a lo que contestó “el entrevistador”:
-Algunas empresas prefieren hacer una selección de esta manera. ¿Le incomoda algo? –repreguntó “el selector”.
-Por supuesto que algo me incomoda, que es eso de andar contestando si fuera yo un vegetal -cosa que nunca me he preguntado en mi vida- y en que puede ser influyente para una evaluación de este tipo de postulaciones. O de hablar de mi madre o de mi padre. Sí sabía todo esto, ni siquiera venía, pues casi lo tomo como una invasión a mi intimidad.
Puede la empresa adoptar cualquier sistema de selección, pero en principio requiere de alguna explicación de su parte y por lo menos, hacer un acuerdo con su entrevistado.
-Esto es el consultorio de un psicoterapeuta y parece que usted es renuente a creer en la psicoterapia –contestó “el doctor”.
- Que yo crea o no, ya es de mi particular forma de ver las cosas. Le pregunto ¿que evaluación ha sacado usted de mí?
-Yo creo que usted necesita terapia. No me postulo como “su” terapeuta pero bien podría recomendarle algún colega.
Esta última frase no dejó de sorprender al entrevistado. Y lo hizo repreguntar con ansiedad.
-¿Cual es su diagnóstico como para decir que yo necesito terapia?
-Eso no lo voy a decir -contestó el “carburista”.
Ya muy contrariado con toda esta entrevista, se retiró “el postulante” masticando bronca y algunas palabras o frases que se le escaparon;
-parece que este me tomó por “pifiado”.
Así transcurrieron algunos días y una nueva llamada telefónica aumentó las expectativas del postulante.
La persona que hablaba en esta oportunidad era una mujer, se identificó acompañando el nombre del “doctor” que había realizado la entrevista anterior, y que “ella” también, era psicoterapeuta que quería aprovechar la oportunidad para “invitar” al postulante a “un laboratorio psicológico”.
Esto dejó casi mudo al joven que estaba escuchando el argumento, sin embargo, reaccionó para informarse:
-¿Qué es “un laboratorio psicológico”?
-"Técnicamente", consiste en reunirnos un fin de semana completo en un casa, en los que estarán personas que están siendo tratadas y usted, mas los terapeutas. Entre ellos, estoy yo. Alguna de las pautas a seguir es que no se tendrán relaciones sexuales entre los participantes. Al final, se hará una “charla de evaluación” -contestó la “carburista” del otro lado del teléfono.
Como la curiosidad iba en aumento, el postulante preguntó con una carcajada retenida.
-¿Ustedes creen que “soy un espécimen de laboratorio” que les gustaría estudiar?
A lo que la supuesta “doctora” agregó.
-Solo nos gustaría que usted participe.
-¿Como sería esa participación? digamos, habría que llevar comida o algún que otro requerimiento.
-No, eso ya está arreglado.
-¿Y yo debo abonar algo?
-Por supuesto, debería abonar nuestros honorarios.
Espontáneamente, se disparó una carcajada del joven y se le ocurrió preguntar cuanto saldría dichos honorarios por participar del “laboratorio psicológico” y sí era posible tener en cuenta que él, iría como invitado, tal vez se moderaba el precio. Al escuchar el monto de lo que le costaría su participación en dicho “laboratorio” –que consideró un dineral- el muchacho pasó de la sonrisa a la seriedad absoluta y luego, a sonrojarse, e inmediatamente, dijo:
-No, gracias por la invitación, y agradezca Usted que se encuentra bien lejos de mi, pues me encantaría por lo menos tirarle un poco de los pelos para que sepa bien que es para mi, “tomar a alguien de los pelos”.
Así terminó la primera y mínima anécdota con algún “carburista del bocho”.

Vocabulario técnico:
carburista =especialista en puesta a punto de carburadores de auto
bocho= cabeza 
pifiado= loco

Perezcuper





"La primera virtud del conocimiento es la capacidad de enfrentarse a lo que no es evidente"  (Jacques Lacan).




UFFFFF TERAPIA

La terapia es cosa seria.
Conozco personas opositoras que argumentan: “yo nunca le contaría mi vida a un extraño, por eso es que no hago terapia” y terminan contando sus problemas al del asiento de al lado del colectivo, al peluquero (gran terapeuta sin título) o al primero que se le cruza por ahí, dispuesto a prestarle una oreja.
Otro argumento es el famoso: “yo no la necesito, resuelvo solo mis problemas” y uno lo mira  pensando “bueno parece que aún no descubriste cuales eran, porque… en fin, desde acá afuera no se ven muy resueltos”. Es que en verdad estos son los que más lo necesitan aunque nunca lo van a admitir.
Y otro grupo importante es aquél que aunque no lo necesite, se transformó en un adicto a la terapia. El terapeuta tratando de dar el alta y el paciente que lo niega o en otros casos lo acepta, pero al poco tiempo busca un nuevo terapeuta. 
Dentro del grupo: “bien, no me queda otra que buscar ayuda”, me encasillé yo y allá fui buscando respuestas que no tenía.
Fue toda una odisea, de consulta en consulta, es que encontrar aquel que nos caiga bien es tan complicado como conseguir el ginecólogo para la mujer o el urólogo para el hombre, tareas difíciles si las hay.
Uno me dio un diagnóstico con solo quince minutos de charla y era tan desacertado que me causó gracia.
“Usted tiene el síndrome del nido vacío, es que la mujer a cierta edad se siente mal con un hijo adolescente”, eso me dijo y yo pensaba ¿Qué? ¿Cómo? ¿Yo síndrome del nido vacío? Pero si yo soy feliz con un hijo adolescente ¡recuperé mi vida! Nada de anda a hacer la tarea, nada de donde te dejo para poder salir, no, no, en verdad ¡estoy feliz! 
La segunda se olvidó que yo tenía cita y me plantó, si así fue, una hora la esperé y nunca llegó.
Y al final la encontré. Si esa era la psicóloga que buscaba y allí estaba.
Ahora debía pasar la otra etapa y esto es lo que siempre cuestiono a los psicólogos y ninguno sabe responder o ¿acaso será un secreto que los acompañará de por vida?
¿Por qué en la primera consulta nos hacen tantas preguntas que no terminamos de contar? Y entre el fijar horario, tarifa y modalidad, información sobre la corriente psicológica a  la que adhieren y etcéteras se termina el tiempo y ya nos tenemos que ir con todo eso en la garganta hasta la próxima cita (con suerte, si nuestra obra social nos permite, esta será dentro de dos días y si no una semana después).
¿Porque el límite de tiempo? Entiendo que con el transcurso de la terapia los treinta o cuarenta y cinco minutos alcancen, pero al principio, cuando uno tiene tanto para decir, ¿no hay forma de extenderlo o hacerlo ilimitado? Es que uno tiene tantas cosas guardadas adentro y cuando al fin logramos soltarnos y hablar, miran el reloj y nos dicen “bueno, seguimos la próxima”. Uf y ¿ahora qué hago? ¿Cómo me vuelvo a mi casa con todo esto?
¿Por qué lo monosilábico? ¿Es que en la universidad no les enseñan palabras además de mm, ah ah, aja y a poner cara de ¿no pienso gesticular? Lo más largo que dicen es la matadora frase “¿y usted qué piensa de eso?” y a mi mente se viene la respuesta “si yo pudiese pensar algo sola no estaría acá”.
Y así, entre dudas y respuestas que logré yo misma, transité mi terapia, dos años exactos, en los cuales mi psicóloga estaba empeñada en que usara mi cabeza y escarbara en ella, hasta que al fin encontré algo sensato que se pudiera considerar una respuesta a mis problemas. En ese tiempo transcurrido me di cuenta que en verdad la vida contada en cuentagotas me sirvió  para descubrir que al final yo tenía todas las respuestas.
Y alguno me pregunta, “¿pero sirve en verdad?” y si, sirve en verdad, a mi me sirvió para darme cuenta que al final lo único que tenía que hacer era derrotar mis fantasmas, creer en mí y seguir adelante. 

De buena fibra



Cumplir con la promesa

Mi hermano y yo teníamos entre cinco y seis años, tal vez algo menos cuando llegó a trabajar a casa Margarita. Nuestra querida Margarita. Mamá no pasaba en ese entonces de 26 años y Margarita tenía 20, pero sabía mucho más que mamá en cuanto a llevar una casa. 
Supongo que la cercanía de la edad las hizo llevarse tan bien, las dos se pusieron a estudiar costura, recuerdo eso entre otras cosas, como las nuevas recetas que aportó Margarita al menú familiar. Ella había trabajado antes en otra casa donde la señora le había enseñado "todo". Yo supongo que ese "todo" sería saber como limpiar, cocinar, lavar y planchar.
Una de las labores de Margarita era quedarse en la casa a cuidarnos mientras mamá realizaba sus habituales salidas. . Y a nosotros nos encantaba quedarnos solos con Margarita por que la casa se convertía en fiesta infantil. Poníamos discos de Parchís, si, "discos L.D." y comenzábamos a bailar. Asaltábamos la despensa en busca de dulces y Margarita preparaba postres.
Ella no había estudiado educación inicial pero era una experta en inventar y armar juegos educativos donde nos enseñaba a sumar y multiplicar. También disimuladamente nos hacia ayudarla en las tareas domésticas en forma de juego. ¿Quien dobla mas ropa? ¿Quien baja la bolsa de basura mas rápido? o hacía competencias como: el que gane recoge la ropa tendida para que ella la planche. Las vecinas le decían a mamá: cuando usted sale la empleada pone la música a todo volumen y es un alboroto su casa, pero a mamá con tal de deshacerse de nosotros no le importaba mucho y decía: son chicos señora, son chicos…
Cuando salían mamá y papá y llegarían bastante tarde, ella nos acostaba y nos dejaba ver TV un rato y nos leía cuentos.
Llegado el primer año de trabajo de Margarita, le tocó salir de vacaciones 15 días, que es lo que se acostumbraba en esos tiempos. Fijó la fecha y se fue de vacaciones a su tierra, a la fiesta de su tierra con miles de recomendaciones de mamá que se cuidara de que la "roben," ya que es una costumbre de fiesta de pueblo que el galán robe a la novia y se vayan a vivir juntos, o la devuelva embarazada.
No hubo distracción alguna inventada por nuestros padres que nos hicieran dejar de pensar en Margarita. Y ¿sí no volvía? y ¿sí la robaron? o ¿sí sus papás no querían que trabaje más?
Todos esos pensamientos aterradores se cruzaban todas las noches por nuestras cabecitas. Pero las próximas vacaciones no la dejaríamos viajar nos decíamos, por lo menos tendrá que hacernos un juramento de que volverá.
Pero Margarita volvió, tan llena de regalos para nosotros, como llena de regalos había viajado a su pueblo. Nos dio un gran abrazo a nosotros "sus niños", que había informado a su familia que niños mas buenos y mas lindos  que nosotros no había en el mundo.
Esos días fueron de navidad en la casa, todos los días eran alegría, aún cuando tuvimos que comenzar el ciclo escolar, ella siempre nos esperaba en la puerta de la casa cuando volvíamos del cole. Siempre encontrábamos a ella y mamá en la cocina preparándonos algo rico y nos aliviaba de nuestras pesadas mochilas (vieja costumbre peruana de cargar a los niños con tantos libros y cuadernos). En resumen, Margarita se convirtió en parte de nuestra familia y nuestras inocentes mentes infantiles imaginaban que ella estaría con nosotros para siempre y no se casaría jamás. 
Pero una tarde...Margarita volvió de "sus clases" con césped seco en la espalda de su suéter y mamá dedujo inmediatamente que tenía novio. 
-Ah, no ¡hijita! -dijo mamá- no, no y no. Que tu no eres una chica cualquiera, y si tienes novio pues que venga el mozo a dar la cara. Que de acá, tu sales casada de blanco. 
Así que al domingo siguiente, día en que salía Margarita de descanso, apareció el temido y siniestro muchacho que un día nos quitaría a Margarita. Eran un muchacho joven como ella, delgado y no muy alto, al que inmediatamente papá bautizó como "cuarto de pollo". Era blanco y abuela inmediatamente opinó que con ese chico mejoraría la raza 
A partir de ese día, “el cuarto de pollo” venía a recoger el domingo en la mañana a su novia, y la esperaba dos o tres horas que era lo que ella demoraba en bañarse, secarse el pelo y acicalarse. A veces no salían y se quedaban en casa jugando con nosotros o viendo televisión, luego íbamos a alguna cafetería a comer algo rico. 
“El cuarto de pollo” era listo y nos había ganado con chocolates y galletas. A veces venía los días de semana y entre los dos, nos llevaban al parque a jugar y cuando nos distraíamos se daban besos, y nosotros reíamos emocionados comparando a Margarita con alguna heroína de telenovela. Nos gustaba verlos juntos, a nuestra corta edad ya percibíamos que ellos hacían bonita pareja. 
Y pasaron los meses y Margarita tuvo que volver a salir de vacaciones pero esta vez no viajó a su tierra,  se quedaba en casa ayudando en alguna cosa ligera y salía con “el cuarto de pollo” o con alguna amiga. En dos oportunidades nos llevó a pasear al campo en microbus, que emocionante fue para nosotros subirnos al micro, nos sentimos hombres de mundo.
En esas vacaciones Margarita decidió estudiar costura mas especializada y se matriculó en un Instituto. 
Y pasó otro año más y esta vez Margarita si quiso viajar a su tierra, a la fiesta de los carnavales, luego de muchos preparativos y compras fuimos todos a la estación de buses a despedirla, entre besos y abrazos y la promesa de volver, se fue Margarita a ver a los suyos. 
Esta vez no contamos los días esperando su retorno por que estábamos segurísimos que ella volvería, lo había prometido y pasamos las dos semanas entretenidos en la playa sin ninguna aprehensión.
Pero llegó el día señalado para su regreso y nada, no llegaba Margarita...comenzó la ansiedad, la angustia, otra vez nos decíamos: y ¿sí no vuelve más? pero inmediatamente recordábamos la promesa y respirábamos tranquilos, "Volverá", nos decíamos.
Pasaron algunos días más y la preocupación se dejó ver en el rostro de mamá. Y
-¿Sí le ha pasado algo? –Comentaba.
-¿Qué le va a pasar? -respondía escéptico mi padre- seguro salió embarazada y por eso no vuelve.
Y a los días siguieron las semanas y Margarita no volvía, y a la angustia le siguió la tristeza, y a la tristeza la resignación. Margarita no volvería.
Por meses la ausencia de Margarita fue el tema de la familia y allegados. ¿Por que no volvía Margarita? ¿encontró otra casa donde le pagaban más?. Imposible decíamos nosotros, Margarita jamás nos cambiaría por unas monedas más comentábamos dramáticamente, seguro se murió y no supieron como avisarnos.
-Esa chica salió embarazada, por eso no volvió. -seguía afirmando papá. 
Cuantas noches lloramos en silencio por Margarita (sin saber que ella hacía lo mismo por nosotros). Yo soñaba que abría la puerta y allí estaba Margarita. Es que era inexplicable su silencio ¿por que no llamaba? ¿por que no escribía? y papá seguía diciendo.
-"esa chica salió embarazada"…
-Calla hombre. -decía mamá- si el novio se quedó en Lima ¿como iba a salir embarazada?... 
Y pasó el tiempo, y aunque el tiempo trajo al olvido, no dejábamos de pensar en ella. Ella prometió volver me decía a mi mismo, yo sé que un día volverá y se me hacía un nudo en la garganta producido por el miedo de no verla nunca más. 
Tenía diez años yo cuando hizo su triunfal arribo a este mundo nuestra preciosa hermanita, quedamos inmediatamente enamorados de ella y nos olvidamos de todas las Margaritas del mundo, llegábamos de la escuela directamente a ver a la bebé previa lavada de manos para pelearnos por alzarla y darle besos en las mejillas sonrosadas. Y ante tan buena bienvenida a la hermanita, mamá decidió  obsequiarnos con un hermanito más, al que acogió mi hermano como su protector dejándome para mi solo a mi querida niña. 
Pasó el tiempo y ya daba pasos el hermanito nuevo cuando un buen día abro la puerta y ¿que veo?... ¡MARGARITA! …¡MARGARITA HABÍA VUELTO! 
Me quedé paralizado, y ella también... no sé cuanto tiempo pasó hasta que escuché voces detrás de mí.
-Margaritaaaaa -decían todos- Margaritaaaa.
 Margarita no venía sola, tenía un niño de la mano, un niño de tres años y detrás de ella estaba “el cuarto de pollo" con otro niño en brazos. Margarita tenía ¡dos hijos! 
Mirando y escuchando a todos en la sala hablando y riendo, poniéndose al día con explicaciones,  imaginé que algo parecido sería el cielo, sentía que estábamos completos, más que completos por que había cuatro nenes más.
Tenía razón  papá, Margarita no volvió por que había estado embarazada, se habían casado inmediatamente y se habían ido a vivir con la familia del “cuarto de pollo”,  que ya había ascendido a "medio pollo" por que había ganado peso.  Les nacieron dos hijitos hombrecitos que la hicieron sentir con sus sueños realizados. Tenía vergüenza en volver pero no nos había olvidado, tardaron en armarse de valor pero volvieron a la que por un tiempo había sido su familia. 
Siempre quise tener dos niños como usted señora, le decía a mamá, y los crío igualito a usted añadía. Y papá se mordía la lengua para no decir: yo ya sabía, esa chica salió embarazada...
Y se repitieron las visitas de la nueva familia y nosotros los visitábamos a ellos. Margarita trabajaba cosiendo y le hacía vestiditos a mi hermana y la miraba con ganas de tener una niñita ella también.  Ni se te ocurra, le decía mamá, que te nace otro hombre. Y Margarita asentía y seguía mirando embelesada a mi hermanita. 
Ha pasado tanto tiempo, los hijos de Margarita ya se acercan a los 30 años y nos tenemos agregados en el facebook. Y “el cuarto de pollo” ahora es pollo y medio con papas y Coca cola incluida de lo gordo que está. Margarita ya no trabaja y se apresta a ser abuela. En unos días ellos y sus hijos leerán esta historia, esta tierna historia que hizo que dos niños aprendan a confiar en el cariño y las promesas. Margarita volvió, cumplió su promesa.


Yoda











sábado, 6 de octubre de 2012


     Agradecemos la colaboración de Sutil 2005 por la lectura de este poema y su  musicalización. (Poema de Txus de Fellatio de Mago de Oz, grupo español).




Sí yo, tú.
Sí caes, yo contigo y nos levantaremos juntos en esto unidos.
Sí me pierdo, encuéntrame. Sí te pierdes, yo contigo y juntos leeremos en las estrellas cual es nuestro camino. Sí no existe, lo inventaremos.
Sí la distancia es el olvido, haré puentes con tus abrazos, pues lo que tu y yo hemos vivido no son cadenas ni siquiera lazos, es el sueño de cualquier amigo, es pintar un “te quiero” a trazos y secarlo en nuestro regazo.
Sí yo, tú. Sí dudo, me empujas, sí dudas, te entiendo, sí callo, escucha mi mirada, sí callas, leeré tus gestos. Sí me necesitas, silva y construiré una escalera hecha de tus últimos besos para robar arriba una estrella y ponerla en tu mesilla, para que te de luz.
Sí yo, tú. Sí tú, yo también. Sí lloro, ríeme. Sí ríes, lloraré pues somos el equilibrio, dos mitades que forman un sueño.
Sí yo, tú. Sí tú, conmigo, y sí te arrodillas haré que el mundo sea mas bajo, a tu medida, pues a veces para seguir creciendo hay que agacharse.
Si me dejas, mantendré viva la llama hasta que regreses y si preguntas, seguiremos caminando y sin condiciones, te seguiré perdonando.
Sí te duermes, seguiremos soñando, que el tiempo no ha pasado, que el reloj se ha parado.
Y sí alguna vez la risa se te vuelve dura, se te secan las lágrimas y la ternura, estaré a tu lado, pues siempre te he querido, pues siempre te he cuidado. Pero jamás te cures de quererme, pues el amor es como Don Quijote, solo recobra la cordura para morir. Quiéreme en mi locura, pues mi camisa de fuerza eres tú y eso me calma y eso me cura.
Si yo, tú.
Si tú, yo.
Sin ti, nada. Sin mi, si quieres, prueba.




Con un suspiro

Se devora “la noche”
cada una de tus burbujas,
al enterarse que en la oscuridad
no se distinguen.
Entonces, va reclamando el aire
un poco de candor para seguir
sembrando fosforescencias.
Viajan los ojos
en la palidez de un semblante
lleno de insomnio.
Ahí vienen tus fantasmas
bailando alrededor de sus reflejos.


“Las tristezas” tartamudean
poemas desflecados.
Un símbolo que conmueve
es el retrato de tus cabellos.
Cerca del aroma
que despide una caricia
se acomodan los labios.
De los silencios
se va tejiendo algo
que tiene la trama de un gemido.





Entre las sombras,
buscan las manos
aquel premio que desvanece
la soledad en un instante.
Situado en el lugar
donde adquieren densidad
todos los sentimientos,
tu música me subleva.
Así, puesto que no se puede
disfrazar la metáfora con tu aliento,
es que me atraganto con un suspiro. 

De todos los fuegos...



Nada es más triste que la risa: nada más hermoso, magnífico, estimulante, y enriquecedor, que el terror de la desesperación profunda. Creo que cada hombre mientras vive, es prisionero de este miedo terrible, en el cual toda prosperidad está condenada a fracasar, pero que guarda, incluso en su abismo más profundo, esa libertad esperanzadora que le permite sonreír en situaciones aparentemente desesperadas. Por eso la intención de los auténticos escritores de comedia -es decir, los más profundos y honestos- no es de ningún modo divertirnos únicamente, sino abrir desgarradoramente nuestras cicatrices más dolorosas para que las sintamos con más fuerza.

 Federico Fellini 







Ahora…    

          Sombría la tarde, se fue llevando el gris de tus ojos para hacer que la luz traiga el color de la angustia.
     Luego, un tiempo mínimo que transcurre supone la oscuridad, y algo de bruma, abre la boca para tragarse un grito.
         Se tiñe el aire que nos rodea ahí fuera, en lo alto, y por debajo, el fluido del mar que se vuelca en su profunda negrura y ofrece una danza violenta.
            En nosotros se hunde el temporal. Eficaz, atemoriza la lluvia que golpea.

       El vendaval, primero refriega el agua hasta que nos somete a latigazos con demasiada crueldad.
      Desde un punto lejano, se ve “el mecanismo ínfimo” -obra del hombre- que desafía algún “principio de inmersión” y se revuelve en la tormenta como si quisiera vencerla.
     La nube oscura se enciende en sus entrañas para descargar “la furia del universo”.

  Dentro de “ella”, retorciéndose, se va dibujando el miedo.
     Es entonces que, aún cuando se multiplican las estridencias de rayos que estallan en la cara, de zamarreos del viento que nos empuja para estrujar la carne, el pensamiento deja un instante suspendido “lo abominable del terror” para buscar dentro de cada uno, el día más dócil y apacible.


Octaedro







                         "Atardecer" - Autor: "Aguavertiente"(Acrílico sobre tela 50 x 80 cms.)

Atardecer en la ruta

El sol cae suave detrás de la montaña desplegando una paleta de colores del amarillo al rojo, pasando desde suaves a intensos naranjas, el cielo celeste se tiñe con leves franjas rosadas, todo eso sucede detrás de las montañas.
De este lado, las sierras toman variados colores azulados, a sus pies el llano. Pequeños grupos de árboles con ramas desnudas esperando las hojas que las van a vestir, algunos pinos y arbustos los acompañan. La tierra abierta en grandes surcos dibujando perfectos cuadrados.
Hacia el otro costado, luces redondas se van encendiendo, círculos brillantes que indican la presencia de un pueblo.
Más acá, el alambrado marca el fin del paisaje. Aquí la ruta que corre paralela a las montañas, cemento negro bordeado por la más bella naturaleza.

De buena fibra





Laberintos en el Paraná

 A la orilla del río Paraná, en un lugar de Santa Fe, está el Club Náutico, hasta allí iba con mis amigas a pasar el día. Me encantaba ese lugar.
Desde la ribera se podían ver infinitas islas, todas verdes, los barcos de variados tamaños pasaban haciendo olas en el río.
Un día tuve la suerte de recorrerlo en lancha. El cielo semi nublado dejaba pasar algunos rayos de sol que se reflejaban en el agua poniendo en ella chispitas de plata.
La lancha parecía pequeña en un camino de agua donde el silencio absoluto se rompía con las olas que golpeaban en sus márgenes. Pequeñas islas de camalotes navegaban por el río poniendo su toque de color ¡eran tan verdes y brillantes bajo los rayos del sol!
Nos internamos entre las islas, el paisaje cambió completamente, el río, ahora, era angosto y a cada lado dominaba esa vegetación inmaculada, la claridad casi desapareció bajo un techo también, tapizado de verde, las ramas de enredaderas caían como cortinas, el sonido de los pájaros era lo único que se escuchaba.
Nos detuvimos un momento allí, en silencio, mis ojos se llenaron de todo aquel majestuoso paisaje, mis oídos se plagaron de los sonidos que emitían las aves, el aire era húmedo y se pegaba en la piel, se sentía el olor del río, mezcla de tierra, agua, vegetación y vida.
Sentí esa sensación de estar dentro de una película, es que el lugar, por momentos parecía mágico o de fantasía.
Luego, emprendimos el regreso, pero aún, a través de los años cuando recuerdo ese lugar, sigo experimentando la misma paz que me invadió en ese día.

De buena fibra





                         "Abstracto"  - Autor: "Aguavertiente" (Acrílico sobre tela 35 x 45 cms.)