Agradecemos la colaboración de Sutil 2005 por la lectura de este poema y su musicalización. (Poema de Txus de Fellatio de Mago de Oz, grupo español).
Sí
yo, tú.
Sí
caes, yo contigo y nos levantaremos juntos en esto unidos.
Sí
me pierdo, encuéntrame. Sí te pierdes, yo contigo y juntos leeremos en las
estrellas cual es nuestro camino. Sí no existe, lo inventaremos.
Sí
la distancia es el olvido, haré puentes con tus abrazos, pues lo que tu y yo
hemos vivido no son cadenas ni siquiera lazos, es el sueño de cualquier amigo,
es pintar un “te quiero” a trazos y secarlo en nuestro regazo.
Sí
yo, tú. Sí dudo, me empujas, sí dudas, te entiendo, sí callo, escucha mi
mirada, sí callas, leeré tus gestos. Sí me necesitas, silva y construiré una
escalera hecha de tus últimos besos para robar arriba una estrella y ponerla en
tu mesilla, para que te de luz.
Sí
yo, tú. Sí tú, yo también. Sí lloro, ríeme. Sí ríes, lloraré pues somos el
equilibrio, dos mitades que forman un sueño.
Sí
yo, tú. Sí tú, conmigo, y sí te arrodillas haré que el mundo sea mas bajo, a tu
medida, pues a veces para seguir creciendo hay que agacharse.
Si
me dejas, mantendré viva la llama hasta que regreses y si preguntas, seguiremos
caminando y sin condiciones, te seguiré perdonando.
Sí
te duermes, seguiremos soñando, que el tiempo no ha pasado, que el reloj se ha
parado.
Y
sí alguna vez la risa se te vuelve dura, se te secan las lágrimas y la ternura,
estaré a tu lado, pues siempre te he querido, pues siempre te he cuidado. Pero jamás
te cures de quererme, pues el amor es como Don Quijote, solo recobra la cordura
para morir. Quiéreme en mi locura, pues mi camisa de fuerza eres tú y eso me
calma y eso me cura.
Si
yo, tú.
Si
tú, yo.
Sin
ti, nada. Sin mi, si quieres, prueba.
Con un suspiro
Se devora “la
noche”
al enterarse que
en la oscuridad
no se distinguen.
Entonces, va reclamando
el aire
un poco de candor
para seguir
sembrando
fosforescencias.
Viajan los ojos
en la palidez de
un semblante
lleno de
insomnio.
Ahí vienen tus
fantasmas
bailando
alrededor de sus reflejos.
“Las
tristezas” tartamudean
poemas
desflecados.
Un
símbolo que conmueve
es
el retrato de tus cabellos.
Cerca
del aroma
que
despide una caricia
se
acomodan los labios.
De
los silencios
se
va tejiendo algo
que
tiene la trama de un gemido.
buscan las manos
aquel premio que
desvanece
la soledad en un
instante.
Situado en el
lugar
donde adquieren
densidad
todos los
sentimientos,
tu música me
subleva.
Así, puesto que
no se puede
disfrazar la
metáfora con tu aliento,
es que me
atraganto con un suspiro.
De todos los fuegos...
Nada
es más triste que la risa: nada más hermoso, magnífico, estimulante, y
enriquecedor, que el terror de la desesperación profunda. Creo que cada hombre
mientras vive, es prisionero de este miedo terrible, en el cual toda
prosperidad está condenada a fracasar, pero que guarda, incluso en su abismo
más profundo, esa libertad esperanzadora que le permite sonreír en situaciones
aparentemente desesperadas. Por eso la intención de los auténticos escritores
de comedia -es decir, los más profundos y honestos- no es de ningún modo
divertirnos únicamente, sino abrir desgarradoramente nuestras cicatrices más
dolorosas para que las sintamos con más fuerza.
Federico Fellini
Federico Fellini
Sombría la tarde, se fue llevando el
gris de tus ojos para hacer que la luz traiga el color de la angustia.
Luego, un tiempo mínimo que transcurre supone la oscuridad, y algo de bruma, abre la boca para tragarse un grito.
Se tiñe el aire que nos rodea ahí
fuera, en lo alto, y por debajo, el fluido del mar que se vuelca en su profunda
negrura y ofrece una danza violenta.
El vendaval, primero refriega el agua
hasta que nos somete a latigazos con demasiada crueldad.
Desde un punto lejano, se ve “el
mecanismo ínfimo” -obra del hombre- que desafía algún “principio de inmersión”
y se revuelve en la tormenta como si quisiera vencerla.
La nube oscura se enciende en sus
entrañas para descargar “la furia del universo”.
Es entonces que, aún cuando se
multiplican las estridencias de rayos que estallan en la cara, de zamarreos del
viento que nos empuja para estrujar la carne, el pensamiento deja un instante
suspendido “lo abominable del terror” para buscar dentro de cada uno, el día
más dócil y apacible.
Octaedro
"Atardecer" - Autor: "Aguavertiente"(Acrílico sobre tela 50 x 80 cms.)
Atardecer en la ruta
El
sol cae suave detrás de la montaña desplegando una paleta de colores del
amarillo al rojo, pasando desde suaves a intensos naranjas, el cielo celeste se
tiñe con leves franjas rosadas, todo eso sucede detrás de las montañas.
De
este lado, las sierras toman variados colores azulados, a sus pies el llano. Pequeños
grupos de árboles con ramas desnudas esperando las hojas que las van a vestir,
algunos pinos y arbustos los acompañan. La tierra abierta en grandes surcos
dibujando perfectos cuadrados.
Hacia el otro costado, luces redondas se van encendiendo, círculos brillantes que indican
la presencia de un pueblo.
Más
acá, el alambrado marca el fin del paisaje. Aquí la ruta que corre paralela a
las montañas, cemento negro bordeado por la más bella naturaleza.
De buena fibra
Laberintos en el Paraná
A
la orilla del río Paraná, en un lugar de Santa Fe, está el Club Náutico, hasta
allí iba con mis amigas a pasar el día. Me encantaba ese lugar.
Desde
la ribera se podían ver infinitas islas, todas verdes, los barcos de variados
tamaños pasaban haciendo olas en el río.
Un
día tuve la suerte de recorrerlo en lancha. El cielo semi nublado dejaba pasar
algunos rayos de sol que se reflejaban en el agua poniendo en ella chispitas de
plata.
La
lancha parecía pequeña en un camino de agua donde el silencio absoluto se
rompía con las olas que golpeaban en sus márgenes. Pequeñas islas de camalotes
navegaban por el río poniendo su toque de color ¡eran tan verdes y brillantes
bajo los rayos del sol!
Nos
internamos entre las islas, el paisaje cambió completamente, el río, ahora, era
angosto y a cada lado dominaba esa vegetación inmaculada, la claridad casi
desapareció bajo un techo también, tapizado de verde, las ramas de enredaderas
caían como cortinas, el sonido de los pájaros era lo único que se escuchaba.
Nos
detuvimos un momento allí, en silencio, mis ojos se llenaron de todo aquel
majestuoso paisaje, mis oídos se plagaron de los sonidos que emitían las aves,
el aire era húmedo y se pegaba en la piel, se sentía el olor del río, mezcla de
tierra, agua, vegetación y vida.
Sentí
esa sensación de estar dentro de una película, es que el lugar, por momentos
parecía mágico o de fantasía.
Luego,
emprendimos el regreso, pero aún, a través de los años cuando recuerdo ese
lugar, sigo experimentando la misma paz que me invadió en ese día.
De buena fibra
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