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Editado por el autor

San Martín: El autor 2012 ISBN 978-887-33-0957-4 CCD B863

sábado, 6 de octubre de 2012


     Agradecemos la colaboración de Sutil 2005 por la lectura de este poema y su  musicalización. (Poema de Txus de Fellatio de Mago de Oz, grupo español).




Sí yo, tú.
Sí caes, yo contigo y nos levantaremos juntos en esto unidos.
Sí me pierdo, encuéntrame. Sí te pierdes, yo contigo y juntos leeremos en las estrellas cual es nuestro camino. Sí no existe, lo inventaremos.
Sí la distancia es el olvido, haré puentes con tus abrazos, pues lo que tu y yo hemos vivido no son cadenas ni siquiera lazos, es el sueño de cualquier amigo, es pintar un “te quiero” a trazos y secarlo en nuestro regazo.
Sí yo, tú. Sí dudo, me empujas, sí dudas, te entiendo, sí callo, escucha mi mirada, sí callas, leeré tus gestos. Sí me necesitas, silva y construiré una escalera hecha de tus últimos besos para robar arriba una estrella y ponerla en tu mesilla, para que te de luz.
Sí yo, tú. Sí tú, yo también. Sí lloro, ríeme. Sí ríes, lloraré pues somos el equilibrio, dos mitades que forman un sueño.
Sí yo, tú. Sí tú, conmigo, y sí te arrodillas haré que el mundo sea mas bajo, a tu medida, pues a veces para seguir creciendo hay que agacharse.
Si me dejas, mantendré viva la llama hasta que regreses y si preguntas, seguiremos caminando y sin condiciones, te seguiré perdonando.
Sí te duermes, seguiremos soñando, que el tiempo no ha pasado, que el reloj se ha parado.
Y sí alguna vez la risa se te vuelve dura, se te secan las lágrimas y la ternura, estaré a tu lado, pues siempre te he querido, pues siempre te he cuidado. Pero jamás te cures de quererme, pues el amor es como Don Quijote, solo recobra la cordura para morir. Quiéreme en mi locura, pues mi camisa de fuerza eres tú y eso me calma y eso me cura.
Si yo, tú.
Si tú, yo.
Sin ti, nada. Sin mi, si quieres, prueba.




Con un suspiro

Se devora “la noche”
cada una de tus burbujas,
al enterarse que en la oscuridad
no se distinguen.
Entonces, va reclamando el aire
un poco de candor para seguir
sembrando fosforescencias.
Viajan los ojos
en la palidez de un semblante
lleno de insomnio.
Ahí vienen tus fantasmas
bailando alrededor de sus reflejos.


“Las tristezas” tartamudean
poemas desflecados.
Un símbolo que conmueve
es el retrato de tus cabellos.
Cerca del aroma
que despide una caricia
se acomodan los labios.
De los silencios
se va tejiendo algo
que tiene la trama de un gemido.





Entre las sombras,
buscan las manos
aquel premio que desvanece
la soledad en un instante.
Situado en el lugar
donde adquieren densidad
todos los sentimientos,
tu música me subleva.
Así, puesto que no se puede
disfrazar la metáfora con tu aliento,
es que me atraganto con un suspiro. 

De todos los fuegos...



Nada es más triste que la risa: nada más hermoso, magnífico, estimulante, y enriquecedor, que el terror de la desesperación profunda. Creo que cada hombre mientras vive, es prisionero de este miedo terrible, en el cual toda prosperidad está condenada a fracasar, pero que guarda, incluso en su abismo más profundo, esa libertad esperanzadora que le permite sonreír en situaciones aparentemente desesperadas. Por eso la intención de los auténticos escritores de comedia -es decir, los más profundos y honestos- no es de ningún modo divertirnos únicamente, sino abrir desgarradoramente nuestras cicatrices más dolorosas para que las sintamos con más fuerza.

 Federico Fellini 







Ahora…    

          Sombría la tarde, se fue llevando el gris de tus ojos para hacer que la luz traiga el color de la angustia.
     Luego, un tiempo mínimo que transcurre supone la oscuridad, y algo de bruma, abre la boca para tragarse un grito.
         Se tiñe el aire que nos rodea ahí fuera, en lo alto, y por debajo, el fluido del mar que se vuelca en su profunda negrura y ofrece una danza violenta.
            En nosotros se hunde el temporal. Eficaz, atemoriza la lluvia que golpea.

       El vendaval, primero refriega el agua hasta que nos somete a latigazos con demasiada crueldad.
      Desde un punto lejano, se ve “el mecanismo ínfimo” -obra del hombre- que desafía algún “principio de inmersión” y se revuelve en la tormenta como si quisiera vencerla.
     La nube oscura se enciende en sus entrañas para descargar “la furia del universo”.

  Dentro de “ella”, retorciéndose, se va dibujando el miedo.
     Es entonces que, aún cuando se multiplican las estridencias de rayos que estallan en la cara, de zamarreos del viento que nos empuja para estrujar la carne, el pensamiento deja un instante suspendido “lo abominable del terror” para buscar dentro de cada uno, el día más dócil y apacible.


Octaedro







                         "Atardecer" - Autor: "Aguavertiente"(Acrílico sobre tela 50 x 80 cms.)

Atardecer en la ruta

El sol cae suave detrás de la montaña desplegando una paleta de colores del amarillo al rojo, pasando desde suaves a intensos naranjas, el cielo celeste se tiñe con leves franjas rosadas, todo eso sucede detrás de las montañas.
De este lado, las sierras toman variados colores azulados, a sus pies el llano. Pequeños grupos de árboles con ramas desnudas esperando las hojas que las van a vestir, algunos pinos y arbustos los acompañan. La tierra abierta en grandes surcos dibujando perfectos cuadrados.
Hacia el otro costado, luces redondas se van encendiendo, círculos brillantes que indican la presencia de un pueblo.
Más acá, el alambrado marca el fin del paisaje. Aquí la ruta que corre paralela a las montañas, cemento negro bordeado por la más bella naturaleza.

De buena fibra





Laberintos en el Paraná

 A la orilla del río Paraná, en un lugar de Santa Fe, está el Club Náutico, hasta allí iba con mis amigas a pasar el día. Me encantaba ese lugar.
Desde la ribera se podían ver infinitas islas, todas verdes, los barcos de variados tamaños pasaban haciendo olas en el río.
Un día tuve la suerte de recorrerlo en lancha. El cielo semi nublado dejaba pasar algunos rayos de sol que se reflejaban en el agua poniendo en ella chispitas de plata.
La lancha parecía pequeña en un camino de agua donde el silencio absoluto se rompía con las olas que golpeaban en sus márgenes. Pequeñas islas de camalotes navegaban por el río poniendo su toque de color ¡eran tan verdes y brillantes bajo los rayos del sol!
Nos internamos entre las islas, el paisaje cambió completamente, el río, ahora, era angosto y a cada lado dominaba esa vegetación inmaculada, la claridad casi desapareció bajo un techo también, tapizado de verde, las ramas de enredaderas caían como cortinas, el sonido de los pájaros era lo único que se escuchaba.
Nos detuvimos un momento allí, en silencio, mis ojos se llenaron de todo aquel majestuoso paisaje, mis oídos se plagaron de los sonidos que emitían las aves, el aire era húmedo y se pegaba en la piel, se sentía el olor del río, mezcla de tierra, agua, vegetación y vida.
Sentí esa sensación de estar dentro de una película, es que el lugar, por momentos parecía mágico o de fantasía.
Luego, emprendimos el regreso, pero aún, a través de los años cuando recuerdo ese lugar, sigo experimentando la misma paz que me invadió en ese día.

De buena fibra





                         "Abstracto"  - Autor: "Aguavertiente" (Acrílico sobre tela 35 x 45 cms.)

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