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Editado por el autor

San Martín: El autor 2012 ISBN 978-887-33-0957-4 CCD B863

lunes, 24 de septiembre de 2012


Agradecemos la colaboración e interpretación musicalizada de Daily Jara más la ilustración con que se inicia esta presentación.

Extraído de subamosaltren.blogspot.com.ar 




La casa de las palabras

A la casa de las palabras, soñó Helena Villagra, acudían los poetas. Las palabras, guardadas en viejos frascos de cristal, esperaban a los poetas y se les ofrecían, locas de ganas de ser elegidas: ellas rogaban a los poetas que las miraran, que las olieran, que las tocaran, que las lamieran. Los poetas abrían los frascos, probaban palabras con el dedo y entonces se relamían o fruncían la nariz. Los poetas andaban en busca de palabras que no conocían, y también buscaban palabras que conocían y habían perdido.
En la casa de las palabras había una mesa de los colores. En las grandes fuentes se ofrecían los colores y cada poeta se servía del color que le hacía falta: amarillo limón o amarillo sol, azul de mar o de humo, rojo lacre, rojo sangre, rojo vino... 

Eduardo Galeano



La calle se nota demasiado arisca. Es como que, se respira esa parte indomesticable y sucia, llena de crueldad y de tragedia. Nada puede hacerse sin prestar la debida atención, ni siquiera esos movimientos cotidianos que ahora, se vuelven de cuidadosa vigía.
Se va adueñando, sin tregua, la actitud de sospecha y desconfianza.
Un simple guiño que desvía la mirada sin reponer la sonrisa.
Un ir y venir de gente que, no utiliza la vereda como una pequeña referencia de lo social sino que es el obligado camino de transito ligero.
Apenas la oscuridad gana en algunos rincones, parece que desde allí, puede dispararse la estaca punzante de alguna traición.
Aparecen de la nada, figuras que se moldean con el humo, de caras desafiantes y perdidas en alguna adicción.
El miedo deja en el aire su cuota de adrenalina, para luego, respirar los hedores con que se aromatiza el frente de la cuadra.
La niebla delata el volumen de ansiedad que flota provocando esa capa de humedad aceitosa, y que se impregna en las mejillas.
La noche se prende en estallidos de disparos de armas que tienen destino de muerte.
Es ahí, que “la más negra de las sombras”, aquella con que se disfraza “la eternidad del quebranto”, prevalece para intentar quedarse en la memoria.

Sin embargo:
Una mañana de luz puede sonreír en la garganta de los pájaros.
Un cielo azul-celeste 
acompaña la frescura
 de la primavera que se asoma.
De verdes retoños se siembra, 
hasta las más pequeña 
criatura del universo.
“La conciencia del hombre”
va dejando en el amanecer esa gratitud por *“un día más, 
que se va colando de contrabando”. 
(*de una "Canción de cuna" de Joan Manuel Serrat)

Lejos, en alguna tortuosa pesadilla, ya está replegada “la sombra”.
El horizonte, cultivado de figuras multiformes protagoniza un instante en la escena. La rutina queda preñada de la agradable temperatura ambiente, y de lo que provoca el erotismo de festejar la alegría con el cruce de tu mirada. Números y papeles donde archivar los sueños llena mi día, y la gestación de los sonidos de la palabra que, viajan con la impaciencia de darse un baño tibio en el agua de la página.

Otra vez,
la noche trae su canto de estrellas.
La luna
se enciende para adornar el espacio profundo.
Los fantasmas
del miedo se diluyen justo a la vuelta de la esquina.
Y en la vereda,
un extraño sortilegio deja en el pecho de un hombre, una rosa negra.

Octaedro





Amistad a la distancia,
es la nuestra desde que nos conocimos.
Amistad a la distancia,
es la que unió nuestras melancólicas almas.
Amistad a la distancia,
es la que compartimos
en la sala entre música, risas y charlas.
Amistad a la distancia,
bella y doliente amistad,
la que no me permite darte un abrazo
cuando sobran las palabras.
La que no me permite en tu gran dolor
secar tus lágrimas.
La que no me deja mirarte a los ojos
para asegurarte que a tu lado estoy.
Pero ¿sabes algo amiga?
Para nuestras almas no hay distancia
Porque pase lo que pase,
ellas pueden viajar a unirse con su alma amiga.


Pase lo que pase,
ellas siempre pueden estar unidas,
en los momentos de grandes tristezas,
o en los de grandes alegrías.
Nuestras almas viajan a darse ese abrazo
que tanto se necesita.
A secar esas lágrimas que quedan en la garganta.
Amistad a la distancia es la nuestra amiga.
La que se desarrolla y atraviesa la pantalla,
la que forjamos cada día,
la que nos ayuda a superar la melancolía.
La que simplemente, se forjó
y crece entre música, risas, charlas  y poesía.

De buena Fibra




Un cuento de hadas


En un país muy lejano, había un joven y humilde leñador que se enamoró de una princesa hermosa (nótese que no digo princesa bonita) y la princesa hermosa, también lo quiso por un corto tiempo. Pero a la princesa le gustaban los argentinos y el pobre leñador, que no era argentino fue abandonado.
Pasó el tiempo y el leñador conoció a otra princesa hermosa de linda voz, y esta princesa sí, se enamoró del leñador y lo quiso mucho, hasta que ¡zas! aparece otro argentino y la princesa se fue con él. Que mala suerte la del pobre leñador.
Entonces, el leñador decidió buscar una solución,  se le ocurrió una gran idea, había leído que una vez un hada azul había convertido a Pinocho en niño de verdad y pensó que, mucho más fácil sería convertir a un leñador en argentino, así que se propuso buscar a esta hada para que le hiciera “ese trabajito”.
Y se dedicó a buscar al hada por mar y tierra. Tardó meses en buscarla sin obtener resultados. La buscó por todas las salas de yahoo, luego la buscó en el Paltalk, en el chat de terra sin obtener resultados. La buscó en las páginas amarillas,  hasta que alguien le informó que esta hada vivía en Disney World, así que decidió viajar al país del norte a buscarla. Fue muy difícil conseguir la visa y más difícil aún, reunir el dinero para el boleto de avión, pero al fin lo consiguió y el leñador llegó a Miami donde, afortunadamente, hablaban español por que ya hemos dicho que el leñador era humilde  y no sabía inglés.
Por fin luego de mucho caminar entre miles de niños encontró al hada azul que lo miraba fijamente y con una dulce sonrisa. Entonces le dijo:
-Hada azul, conviérteme en argentino para que pueda gustarle a la princesa hermosa, por favor hada azul, conviérteme en argentino. 
La princesa seguía sonriendo y mirándolo dulcemente pero no le respondía nada por lo que el leñador siguió implorándole:
-Hada azul, conviérteme en argentino, hada azul, conviérteme en argentino, y así siguió repitiendo una y mil veces para convencer al hada que le cumpliera el deseo.
Y pasaron horas, días, semanas y él seguía repitiendo:
-Hada azul, conviérteme en argentino para gustarle a la princesa hermosa -y llegó el invierno y él seguía repitiendo; 
-Hada azul, conviérteme en argentino, el leñador seguía repitiendo:
-Hada azul, conviérteme en argentino.
Y así, pasaron los años y el leñador fue envejeciendo, hasta que un buen día el hada azul se dirigió a él y le dijo: 
-Leñador ¿para que quieres que te convierta en argentino? 
Y el anciano leñador respondió: 
-¿Yo convertido en argentino?, no, no, jamás ¿te volviste loca hada azul? Yo no quiero ser argentino.
Pobre leñador, de tanto esperar le había llegado el Alzheimer. 

Moraleja: Si no eres argentino, no te enamores de las princesas.

(Cualquier parecido con "Inteligencia artificial" es pura coincidencia)

Yoda




Ese hombre no sabe
de sufrir ni de llorar.
No sabe de reír y suspirar.
No sabe.
Se quedó plantado en el tiempo
acurrucando la mirada.
No ve la huella bajo su pie,
por que él,
solo vuela.
Se abraza de las nubes
y roba al sol
una plegaria de sueños.


No tiene ojos,
ni manos ni boca
pero ¡como toca!
Sus besos son infinitos
y esas pisadas marcan destino.
No fue creado ni concebido,
es no nacido.
Y aún así, me roba el alma
al despertar en llanto
por su llegada.

Yvonne




FELIZ  INFANCIA

Mi infancia está plagada de recuerdos, recuerdos inolvidables.
Es que la infancia vivida en un pequeño pueblo a lo que se le suma un barrio tranquilo, con muchas amigas en una misma calle, es todo un lujo. Y allí es donde pasaba mis vacaciones.
Antes de terminar las clases ya les enviaba una carta a mis abuelos y la pregunta era:
-¿Cuándo me van a venir a buscar?
A partir de ahí, esperaba ansiosa al cartero. Es que él, traía la noticia más importante para mí. Abría la carta y allí estaba el día exacto en que mis abuelos llegaban. Allí comenzaba mis preparativos, ropa, juguetes, libros, todo lo necesario para pasar mis ansiadas vacaciones.
El viaje era en ómnibus o en tren y mi ansiedad era tan grande que me parecía eterno.
¡Llegaba feliz! Dejaba mis cosas y allá partía, iba de casa en casa a buscar a mis amigas. Toda la cuadra se enteraba que llegaba y así andaba yo, caminando y saludando, feliz en ese mundo que sentía tan mío.
Las mañanas bajo la glicina de una amiga, las tardes en la plaza de la esquina, jugábamos hasta la noche, los juegos cambiaban de acuerdo a los regalos de navidad, muñecas, patines, monopatín, bicicleta.
Ya mas grandes hasta hicimos una red que atravesaba la calle y la convertía en una cancha de vóley.
Eran tiempos felices, de juegos y confidencias, éramos libres y vagábamos por ahí entre el sonido de las chicharras de la tarde y los molestos mosquitos de la noche.
Nada importaba más que pasar las más hermosas e inolvidables vacaciones.
El regreso a casa se hacía pesado, la despedida parecía eterna, dolía dejar a esas amigas, el viaje ahora era corto, o al menos eso me parecía, comparado con el de ida.
Mis abuelos me llevaban a casa, se quedaban allí unos días y antes de partir me consolaban prometiendo volver para mis próximas vacaciones.
Y así yo pasaba esos meses esperando la más ansiada de las cartas, esa que me decía la fecha exacta en que de nuevo partiría.

De buena Fibra

1 comentario:

  1. Me quedo con esta pregunta al abuelo para que siempre refresque mi alma: ¿Cuándo me van a venir a buscar?

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