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San Martín: El autor 2012 ISBN 978-887-33-0957-4 CCD B863

lunes, 18 de noviembre de 2013





                            
                                          "Flores"- Autor "Eterno" - Acrílico sobre tela




Te celebro.


                                                                Tu aroma no trasciende el misterio.
                                                      Sigue ahí, vivo, y penetra a distancia.
                                             Desnuda todos los deseos. 

                       No se aplica solo, a la fuerza de un vapor sutil que flota para erotizar el aire sino que supone, desde un punto imaginario, que cada uno de tus sentidos adquiere finísima capacidad de respuesta a pequeñas excitaciones y se traduce desde la palabra. Frente a ella.
         Entonces, es que advierto en el caudal de “tus voces”, alguna sentencia -alguna rara explicación, al fin- de cómo encontrar belleza en la contemplación de las cosas, de como golpear con imágenes que sorprenden, que me llevan a un deslumbramiento continuo.
       Aquí estoy, maltratando el lenguaje, con voluntad de expresar lo que me hace cautivo y también, “eso” que entrega el diario acontecer. Entresacando del interior, lo que la vida provoca y algo más…que tal vez, sea lo que deambula como una sombra desconocida para terminar en el trazo que dibujan nuestros fantasmas.
        Ficción o realidad, es aquello que nos hace vibrar en conjunción lo que hoy me  convoca.
     Si la armonía de la palabra estuviera dentro de las disciplinas que domináramos, no sería “esta” la “canción” que escribiríamos de una melodía más dulce.
        Quien requiere de reglas, es tan solo la gramática.
      Nosotros, tenemos la gratitud de demandarle a la oración nuestra emotividad… Aventurarnos en la metáfora para desandarnos…
        ¿Es con el propósito de “hilar” con las letras e ir más allá del sentido?
        Sí, claro…quisiera en lo profundo, inquietarme mucho más para reavivar “lo sanguíneo”.
       Sumergirnos en aguas u otros fluidos,  en el aire o en el espacio sideral, a veces torrentoso y turbio, a veces transparente y calmo, a veces más cálido, o de brisas perfumadas o temperamentales vientos, pero siempre, sin salvoconductos, sin salvavidas.
   
Prendernos como acompañantes del más audaz, del más apasionado, pues si descendiéramos en la oscuridad, no hay tinieblas densas que atemoricen y sí escaláramos hasta lo sublime, será para bebernos, y será también… ¿para descarnarnos?        
    O… para componer nuestra propia música que propague la diversidad de todas las formas de celebrarnos.
        El “perfume del vacío” es para celebrar… como una sola vez,
sin admitir, que es lo que en el fondo se acumula
pues allí, en el vacío, es más fácil crear todos los aromas.

*¿Quien sabe por que
“salpican” algunas esencias
que se distinguen primarias
y luego, en una sola “estela” se mezclan,
para que se haga tan intenso,
“el aroma de la vida”?
¡Ah…vida...que también, nos envuelva!

Perezcuper 
(* Párrafo publicado en este blog en la entrada del 8/7/12)




Parece que no tengo más remedio que hacerte Un Manifiesto:

¿Como hace la palabra para llegar a moldearte, abrazar tu ternura y respirar en un temblor?
¿Como es que el caprichoso destino se convierte en sentimiento para sembrarse dentro de uno y otro?
¿Como es que tu voz tiene la sonoridad de quien canta con la melodía del mejor poema?

Un color es  la luz
que traduce su candor,
y una vida se fecunda
para regarnos de emociones.
Entonces, la alegría
puede inundar con su sabor,
cuando el quererte tiene la frente
perfumada de ilusiones.

Cada vez que asoman las letras, se vuelve al “secreto de la vida”, ese que encierra “el universo de lo sensible”, un microcosmo que te conforma y te rodea.
Cada vez que te pronuncio, vuelvo a mirarte para entender el por qué de los latidos.

                                                                   
Desde la tierra poblada de almas recién hechas donde se cobija la Esperanza,

desde la figura que emite un resplandor que suma su talento para iluminar,

se va incorporando en el aire ese magnetismo que lleva a pensar en ti.

Tengo esa sensación de mirarte por dentro para alimentar la ilusión,

la certeza que viaja en cada sentimiento y se traduce en palabras.

Tentado en la pasión me salpico de tu gracia y de sonrisas gratas,

y de como mis manos moldean tus labios y reciben el premio del dulzor.

Hombre, que te busca sobre las aguas que remarcan un murmullo de ternura.

Hombre que, divaga en el mundo donde todo se aturde con el grito de la soledad.


La vida se calca en las pulsaciones,
en el ir y venir de los ojos
hacia donde se descubre
el sabor dulce de lo hedónico.
La vida se calca en una ráfaga de mentiras,
en la tristeza de lágrimas perpetradas
 que traducen la infinita miseria
y a veces, la excelsa belleza.
En sueños donde la eternidad
late como un instante.



Y allí, al final, te busco.
Y te encuentro,
hecha de perfumes y de frutas.
Te encuentro en la tarde
que entrega su última lumbre
para sostener el ocaso
y derramar su nostalgia.
En tu voz, donde resuena el color
con que se pinta el requiebro.
Te encuentro en el canto
de los hijos pródigos, los poetas.
En el festejo de mis lágrimas
y en cada sonrisa que despiertas.


De todos los fuegos... (Dedicado a María)


 Desde la llanura 
                          de lo virtual voy cabalgando sobre el horizonte resplandeciente que  deja -por un momento- expandirnos. Escuchar nuestro canto, extasiarnos, comulgar con lo que suponemos sublime. Convertir cada frase en erotismo.
        La belleza de una composición instantánea parece que sale sin necesidad de corrección. Plena y entera, justa y “redonda”, pero aún cuando contenga errores u horrores, cursilerías o subjetividades, se va hilando cada sentimiento que tiene el gusto de algo, el pan recién horneado.
         Luego, una sombra insalvable tiñe el cielo que nos cubre con una nueva tormenta. La luz se desvanece en los cuerpos, la energía fundamental opaca a la oración y el núcleo donde se acumulan las mejores emociones, se diluye en el aire. Asoma lo incomprensible. 
-¿Cual es la especulación que me anula?
        Tal vez,  la rutina de una  gimnasia cargada de vicios.      
Me largo a vagar sin rumbo para tocar a la puerta de la misma soledad. Buscarte entre los ruidos, entre la distorsión del mundo, en alguna nube, a ti, con las aletas portentosas de un pez formidable, más alegre. Necesito nadar en algún submundo. Descifrar la realidad de una vida interior o alimentar el ego de saber comunicarme contigo. Describirte entre todas las almas que se juntan para enmascararte e intentar componer alguna canción.
-¿Cuál es la especulación que me anula?
 ¿El ser sociable para buscar o intentar alumbrarme de lo que nos hace mejores?. En cualquier “juego” está implícita la seducción, entonces, la palabra, dominante ¿tiene el derecho de alimentar la sensualidad?
¿Acaso no son las personas, las que nos enriquecen con el “jugo” de sus temperamentos y sus expresiones?
      Sí… una mujer puede ser mejor. Contemplar a quien admiro puede dejar el deleite latente. 
    A propósito, la mentalidad, el pensamiento, tiene el resguardo de nuestros fantasmas, son vigías de nuestra propia oscuridad.

      Desde alguna nebulosa interior “el deseo” con su expresión más fuerte, que todo lo mueve, que todo lo arrastra, hace también, sentir el dolor que provoca tu ausencia.
                                                                                   
                                                                                                                                   Octaedro




“Orejano”:
               Así, llamaban al ganado salvaje que se había criado en el lugar y que casi todos los días eran recogidos de a uno por los “gauchos”. Se iban acumulando en corrales y eran peligrosos, porque poco tenían de “costumbre ver a personas a caballo".
Se internaban en el terreno en grupos de a cuatro gauchos como mínimo y los caballos, siempre con el armazón de monturas con “guardamontes”. Esto último, era la protección contra arbustos de “mala espina” (principalmente, Chañares) tan pinchudos como para tenerles respeto y no andar sin protección. Que a propósito, se hacían con el cuero de burro que era especial para eso. 
Los acompañaban los perros. Según contaron, sino fuera por estos últimos, no podrían capturar a ni un solo ternero "guacho". Al ver los animales sueltos, los perros en jauría se abalanzaban con todo, directo a los garrones y el toro o vaca o ternero se cansaba, hasta que llegaban los peones, lo enlazaban y lo traían hasta el casco y los corrales. Un día completo el animal quedaba maniatado a un poste para que se acostumbre a ver gente alrededor y que le den agua y comida para luego, “marcarlo” (yerra) y cortarle un pedacito de cuerno. 
Lo tremendo era cuando lo soltaban para incorporarlo a la manada, por eso ¡mucho cuidado! porque te atropellaba con fiereza. Mal se ponía el bicho, “enojado con quien se había atrevido a hacer semejante cosa”, no le ponía freno ni el corral ni el alambre, todo se lo llevaba por delante, lo corneaba. Algunos perros, en su afán de “capturar” una vaca -la que reaccionaba a patadas para defenderse- terminaban golpeados. Así, la vida campestre.
Ver la vertiente de agua, “la gota de luz” que se acumula en un espejo de humedad en el mar de la nada, y lo que ella puede en un desierto. Tender el milagro de una alfombra de alfalfa, contraste sobre la arena, para dar de comer al ganado. Y las viñas. Ahí, una cepa del torrontés.
Tantas hectáreas para derramarse en vino que vale el mejor de los suspiros. Y entre plantas de vid, y fuera de eso, cuando el arbusto pinchudo fue desalojado, puntos rojos que putean con sabor de pimientos.
Después del almuerzo, “juego de tiro al blanco”con la Ballester Molina, y el balde cargado de piedras a los cincuenta metros que suena cada vez que tiro (no esta mal). 
Y por las dudas, montar sobre “El flechin”, caballo del dueño, elegante criollo, que aún siendo inexperto jinete, me llevó casi flameando en el viento como si la vida tratara de apresurarse detrás de sensaciones fuertes. Tanto agradecimiento a su conducta de chusco pero impecable a la hora de tocar el freno. Un galope que me desacomoda hacia un costado y al corregir, caballo y jinete sonríen con entusiasmo. 
Práctica de enlace en el corral con la manada de vacas corriendo alrededor del que se ponga a revolear el lazo. Ahí viene, la que se desprende del “montón más parejo”.

-¡esooo, cuidadoo!- y la despedida final con abrazos.

                                                                                         De todos los fuegos...