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Editado por el autor

San Martín: El autor 2012 ISBN 978-887-33-0957-4 CCD B863

lunes, 18 de junio de 2012


Para la Maria Candela que ría:

                                            Solo se despierta para el asombro y eso multiplica el entusiasmo. Bien cargada de sorpresas, la mochila, es tan liviana como tus alas. Salpicando alegría en cada lugar, el planeta te devuelve con más fantasías. Solo así, uno se alimenta de emociones y reacciona según la realidad le toque. Aflora desde adentro lo espontáneo, no tienes alternativa. El “conócete a ti misma” disfruta su oportunidad inmejorable y el regocijo, navega a tu alrededor para acomodarse por siempre dentro del alma.
Deja esta, melodía que endulza,
solo el “andar” de tu guitarra frágil.
Como la palabra, tomas la “virtud del pájaro”.
Allí vas, con cada granito de arena que te adorna
y se produce la comunión más intima con el paisaje.
Puedes derramar en el aire una catarata de risa refrescante.
Privilegio de la arena sentir tu peso como una caricia.
Mujer que busca su encuentro con ella misma,
donde la vida tiene el sabor más agreste,
donde el sol por más tiempo, reina.









Deja esta, melodía que endulza,
donde el sol por más tiempo, reina.
Solo“andar” con esa, tu guitarra frágil,
donde la vida tiene el sabor más agreste.
Como la palabra, tomas la“virtud del pájaro”
mujer que busca su encuentro con ella misma.
Allí vas, con cada granito de arena que te adorna.
Privilegio de la arena sentir tu peso como una caricia
y se produce así, la comunión más intima con el paisaje.
Puedes derramar en el aire una catarata de risa refrescante.

Octaedro

(Extraído del libro "Tratado del viento", pág. 110 y 111)




                                                        Salinas Grandes:

                              ...Entonces, fue que “la luna” ya no estaba suspendida en la altura, sino que con su inmaculada blancura, se ubicó justo debajo de nuestros pies. Allí estábamos, en “la luna”, una planicie de sal purísima, rodeada en la lejanía de pequeñas montañas. Estábamos en lo alto, a unos tres mil metros o más, con el cielo despejado, el viento que se hizo sentir helado, contrastando con el ambiente de adentro del auto, donde hacía calor. Dejé el volante y con entusiasmo bajé para pisar “nuestro satélite”. Me siguieron los gringos y otra vez, esas caras inexpresivas no delataron ni un brillo en la mirada.
      Fue ahí, que pegué un grito y otro más fuerte aún, y sin mediar ningún preámbulo, me acerqué al alemán con cara de chino, lo tomé del brazo y le dije:
-¡¡¡ Esto es la Argentina!!! Un lugar infinito y bello. Para eso viniste hasta este lugar, para festejarlo, así que podemos gritar un poco para que se oiga lo que nos causa tanta alegría. ¡¡ Eeeesssaaaa!! –el alemán gastó una sonrisa amplia, tomó a su mujer y me vieron que levantaba los brazos, que suspiraba profundo, que bailaba, cantaba y gritaba…unos minutos de relajación para acomodar el paisaje entre las postales más festejadas…Estábamos en “la luna”, cerca de donde trabajan “los hombres de sal”. En la planicie se notaban unas piletas bien rectangulares con pequeñas montañas de sal acumuladas en sus bordes. Luego, más adentro, una cinta negra de asfalto recién hecha.
-¡¡¡Que atrevido el hombre!!! Interrumpe en el corazón de “la luna”, su paisaje natural.
Estamos, en el país de los sueños.


De todos los fuegos...




Agradecemos la colaboración e interpretación musicalizada de Daily Jara más la ilustración con que se inicia esta presentación.



Cuando estemos viejos
(Video realizada por "la pantalla viva")





 Cuando estemos viejos
y se nos achique el paisaje en los ojos
y el sol del invierno se nos ponga flojo
y nos cachetee la cara el espejo
cuando estemos viejos
y tiemblen mis manos al tomar las tuyas
y nos falte el llanto
la risa y la bulla
de esos dos diablillos
que ya estarán lejos.

Cuando estemos viejos
cuando estemos solos
cuando no haya nada
y nos duela todo
cuando solo exista la casa vacía
y anden en silencio tu sombra y la mía
nos querremos tanto!
que nuestro cariño
llenará la ausencia de esos dos chiquillos...

Cuando estemos viejos
yo te lo prometo,compañera mía!
serán nuestros años plenos de dulzura
serán nuestras horas llenas de poesía
andaremos juntos,viejitos inquietos
las 4 estaciones de un mundo de nietos
y verás,mi vida,que miente el espejo
pues seremos novios
cuando...estemos viejos...

D. Martín

Lectura a cargo de Java





   Tal vez, la decadencia esté en nosotros.  Con cada uno en que se multiplica la mentira.
    Es el tiempo y el espacio en que sale a relucir con despiadada ofensa aquello que hiere a un ínfimo escudo sostenido por pequeñas certezas. Tanto lo lastima, que “esa escala de valores” tambalea junto con nuestro espíritu.
    Sabemos de “esplendores” vividos pero con inusitada frecuencia hoy, transcurren acontecimientos que -sin dar tregua ninguna- opacan aquella mirada, que retrataba nuestra visión de las “cosas” o “formas” de observar la vida y actuar en consecuencia.
    Existe una “postura” de fastidio y desdén ante lo hecho. Como si ya no tendría ningún valor ni precio. Un cambio profundo inevitable en el que la transición es el período actual y allí, se “juegan” todas las alternativas. Alguna de esas opciones, tendrá preponderancia pero como la vida misma, es impredecible. La apuesta principal está inclinada hacia la “mezcla” de creencias.
    Una vez aplacada y perdída esa utopía que se sostiene con la  aspiración de convertir “un lugar en el mundo que sea más justo”, cobra relevancia un pensamiento “global” que supone la creación de un estereotipo que se “aleje” de su idea principal de “cultura nativa” para pertenecer a la idea abstracta de “cultura de la humanidad”.
    Una vez más, “la identidad” que se hace deliberadamente difusa.

Octeadro.

(Extraído  del libro "Tratado del viento" pag.  111)







"2001: Odisea del espacio argento":


 En la ciudad de “los atrevidos”, a cara cubierta y descubierta,  recortan la luz natural con las luces de “sus molotovs”. Pasaron ya veintiún días del mes de diciembre y la angustia, sobrevuela hasta el helicóptero que se lleva a De La Rua de la casa de gobierno. Están los que putean y patean las puertas de los McDonal`s,  aquellos que rompen los blindex a piedrazos de los City Bank´s, de los HSBC. Están los que participan solo con el golpe de “las cacerolas”. Están “cerca” los de “la S.I.D.E.” (por supuesto,  vestidos de “muerte civil”) o esos policías uniformados que martillan sus armas para ensangrentar la vida de “los reclamantes”… para apagarlas, si es posible para siempre.
          Pero ¿cuantos muertos les hacen falta?
       La “parada” desigual de quienes una vez más, sienten que se suspendió la ilusión,  por ahora. Eso sí, un país en donde “algo se proyecta”, tal vez, como organizar “la  lucha”.

De todos los fuegos...  





-Enmudeces a quienes
escuchan tus palabras.
Ese era el resonar
de lo que traía frescura
que, lamentablemente,
hoy desdibuja tu categoría de ingenuo.
Tal vez, por haber crecido
lleno de quebrantos
se enrarece la mirada,
se va tu luz
para estacionarse a un lado del tiempo,
consumiéndose tu rostro
en el lapso que requiere un instante
para dejar de ser niño.

De todos los fuegos...




                                                                LA LEY:
                Está sentada en el rincón. Intentando tomar aliento, se está ahogando no tiene aire, oye un susurro y se da cuenta. Comprende que es el aire que pasa por su garganta. Mientras mira el libro deshojado que estaba leyendo cuando su marido ha llegado a casa. No es que importe mucho la novela. El dolor que la atenaza es muy intenso como para que queden fuerzas para preocuparse por cosas insignificantes. Nunca pero nunca, sintió dolor como el que ahora siente. Por que ahora es cuando ruega que no le haya pasado nada al bebé, está embarazada de cuatro meses. Sabe que el niño aún es parte de ella, allí sentada en el rincón, con el cabello lacio pegado a sus mejillas sudorosas, le parece que se ha tragado un clavo caliente. Pero… siente que algo le chorrea en la cara interior de los muslos. Entonces susurra bajito:
-No, no, que sea sudor o pis. Si, eso es. Me ha hecho tanto daño al pegarme por tercera vez que me he hecho pis encima y no me di cuenta.
Pero no es sudor ni orina. Es sangre. Esta sentada en un rincón mirando un libro roto cuyas hojas están desparramadas en un sillón, cuando su seno se está preparando para expulsar al bebé que hasta hace poco albergaba. Y vuelve a susurrar:
-¡No! -gime -¡por favor, no!
       Tiene miedo mucho miedo, ve la sombra de su marido alargada, como la sombra de un ahorcado danzando en la pared de la cocina, ve el teléfono contra su oreja; incluso ve sus dedos. Alisando los rizos del cable, lo sostiene, luego la suelta. Piensa que está llamando a la policía. Una tontería… él es la policía. Tiembla ¿Quién se interpondría en su camino? ¿Quién iba a contradecirlo? Sólo alguien que no lo conocía, alguien que no lo conoce tan bien como ella. De pronto parece acordarse de ella, la contempla con su cara enrojecida y apuesta. Sus ojos parecen carentes de expresión como fragmentos de vidrios. Ella le muestra la sangre en sus dedos… lo más parecido a una acusación que ella se atreve a expresar.
-El problema es esto -asegura él, agarrando los restos del libro y acercándolos a su cara como si ella fuera un cachorro que se hizo pis en el suelo.
-¿Cuántas veces te dije que no leas porquerías?
       Ella podría decir que nunca. Ella está sentada en un rincón abortando. Da lo mismo, siempre dice lo mismo, aunque estuviera mirando las noticias en la tele. Aunque estuviera cosiendo un botón, o haciendo la siesta en el sofá, siempre eran porquerías para él. Ella sabía que él usaría sus puños cuando le decía:
-Quiero hablar contigo, cariño.
Ya no puede más.
-¿Es que no entiendes? -susurra. -¡Estoy perdiendo al bebe!
Y él sonríe;
-Puedes tener otro
      ¡El regresa, esta vez la matara! De ella brota más sangre, y el aborto tiene lugar, lo expulsa, así como el dolor llega a su punto culminante antes de desplomarse.
      A lo lejos se escucha el sonido de la ambulancia. Afuera, se escuchan pasos corriendo hacia la casa, pero es tarde, ambos han partido. Él llora desesperado, su esposa se cayó por las escaleras, estaba embarazada, los llamó pero como siempre han tardado demasiado. Hipócrita, el secreto está seguro; él es la ley…

                   
   (Sobre violencia de género) Liliana

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