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San Martín: El autor 2012 ISBN 978-887-33-0957-4 CCD B863

sábado, 29 de noviembre de 2014

Un aspirante a artista minúsculo del detalle, es apenas un aprendiz de farsante que procura -y muchas veces  logra- hacer trascendente alguna de las nimiedades que nos rodean. Es como exacerbar la densidad del clima que domina en la periferia de las pequeñeces y llegar, con la determinación de los caracteres, a dibujar las aristas de lo difuso y efímero.
Ahí va, con la agudeza de su sintonía más fina, tratando de darle cuerpo a ese instante en el que la burbuja efervescente, se diluye con su ráfaga de energía para dejar de contagiar la euforia que encierra.
Un vaivén de sus pequeñas olas de sangre que transforman cada músculo en un soporte de potenciales fuerzas a punto de cumplir con lo que se propongan. Y es en el ir y venir de sentimientos contrapuestos –que se condicionan con alguna lógica difícil de interpretar- que a la vez, ejercitan conductas ante determinadas circunstancias, las que se van derramando en las venas con el carácter implacable de tu emotividad.
Luego, una partícula de ti que se disuelve en el mar de la incomprensión.
Y es también ahora, cuando aparece esta nube de silencio que cubre el andar del rostro en el que se posterga la posibilidad de una ilusión.
Es también ahora que, circunda esa aureola que refriega al objeto deseado para dejarlo sin formas.
La hoja de mi voluntad que pierde el color, se hace cautiva de la brisa para alejarse, para reencontrarse en el camino de hojas muertas que alfombran el suelo. Y ahí, juega el viento y su misterio al producir ese remolino que mezcla la fantasía de su vuelo. Es ahí, cuando entra en el instante, la música donde nace la sensualidad del azar, que provoca esa danza de los arabescos en el aire y nos lleva a ver en cada detalle un poco de belleza.
Así, nuevamente, hasta descubrir desde la congoja a la euforia, desde la tragedia a la comedia o viceversa, desde la pasión a la nada.
Si bien, ya viví unos cuantos años, prometo que voy a intentar aprender ese decálogo de cómo tratar de encender la vida –entre otras cosas- con la palabra… y me parece suficiente con intentarlo.
Superar la barrera de lo que me impone mi finitud para emprender desafíos o proyectos y empezar a sospechar como debo mejorar.

Acaso,
estaré pendiente
del sol pleno
cuando deshace
las tinieblas
de mi conciencia
o como me acerca
hacia una caricia.



Acaso, no mediré
la profundidad del horizonte
para no limitar mi vuelo,

 
o en el ir y venir de la gente,
descubriré lo que ella
califica de sublime
y pretenderé defenderlo
para sentirme
digno de convivir,
y pelear por la dignidad
que nos involucre.




Acaso, bendecido
por haber encontrado
un lugar donde dormir,
llegar a prometer
que debo festejarlo
con una sonrisa diaria
por semejante cobija,
sin sentirme dueño de nada.




O tal vez,
descifrar la música
de los colores
para inventar alguno,
aquel  que me identifique.

 

Entonces,
ampliar y sembrar
el sensible espacio
donde se recogen
las emociones.


De todos los fuegos…







Pentagrama para la música de ahí, adentro…

Solo un recurso para liberar el sonido que evoca

la caja de resonancia y retumba en mí.

Solo el lugar donde escribir los signos de las pulsaciones “dilatadas” y

como varia el compás.


Solo reconocer las lluvias y el rumor del agua que corre, o entre nubes,

el viento que traslada mi “canto”

de cada uno de los parajes que retrata la memoria.

Solo grabar la voz del animal en celo que busca hasta fecundar el aire.

Solo pertenecer al suspiro que perfuma la brisa

para adivinar como es la música y ahí mismo,

“el espectador” y su virtud, a través de los sentidos

compone con lo que vibra, “la canción de cuna” o

“difunde vagamente la melancolía”.

Solo el grito de la desesperación puede llenar los espacios de angustia.

Solo el movimiento de tus labios conjuga con la expresión de tu garganta y

modula “el runrún” del instrumento más versátil.

Solo la “composición con su lírica profunda” reinventa cada emoción.

Solo variar con fines armónicos la celebración de la vida y traducirlo al 
lenguaje de “la música de ahí, adentro”.


Octaedro (Extraído de “Tratado del viento” página 7)





… zozobrar en la oscuridad cuando te buscan mis manos.

        Sí este, es el tiempo en que somos protagonistas de nuestras vidas y cada uno ya tomó “conciencia” de ello ¿da como para no seguir haciéndose esa pregunta del por qué? Tal vez, “es dar por cierto algo que deja entrar la duda por la ventana”. Supongo, que de la duda, nace la “posibilidad” de replantear y también, de enriquecer el cuestionario y las respuestas. Alimentar la curiosidad es como alimentar “la razón”. Cuanto más indaga nuestro espíritu crítico y encuentra algunas respuestas, más audacia se junta para “aventurarse en el conocimiento” y aún más, se agranda la “voracidad” por saber de lo que resulta “descubierto”. Entonces…nada nuevo en los lugares comunes…      

-Eso sí: navega en mí, transitoriamente, la ansiedad de deducir una “ínfima certeza” que a la vez, “quiere ver el espacio externo”. Dominado por “la razón” se entrena mi pensamiento para elaborar “su manifiesto”. Luego, la ansiedad, juega como si fuera a atragantarme con pequeños y múltiples “ahogos”. Se traslada de aquí para allá sin “encontrar el camino”. Sin embargo, ese sentimiento de “la pequeña certeza”, ahí está. La palabra, tiene el privilegio de intentar traducir “eso”, darle sentido, hacerla entender pero “sola”, también, corre el riesgo de “vestirla con harapos”. Aún sigue allí, dando vueltas y “su carácter transitorio” ya no es. Quedó, “esa sensación” como un sofocamiento constante, sin remedio. Pregona desde “adentro” y se empeña en querer ser “traducida”.
A veces, pretenciosa, acumula como un “bulto” de aire que se suelta
“desinflando o descargando el corazón”.
Porque allí en el aire, se nota la brisa tibia.
En el aire se escucha ese resoplido
en que va prendado “el sentimiento”
y que se multiplica en sonidos.
Algo que lleva información,
que al querer fundarse en la armonía
da en la “tecla” de la música.
Ahí ya está… Transparencia, que se viste con el ánimo
y el cuerpo del  regocijo.
Ahí ya está…Traducida, va la “ínfima certeza”
 salpicando gotas de frescura
o “rumiando” la amargura.
Ahí ya está…Traducida, ya se alivia la ansiedad,
se descuelga del “melancólico asombro”
para dejar su huella nítida,
en algún pasaje que llega hasta “la esquina de tu alma”.



Perezcuper (Extraído de “Tratado del viento” página 9)

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