“Es decir;
detrás de las palabras”.
El que subyace en
cada vibración.
Detrás del tiempo,
detrás de una mañana perfumada.
O de la lámpara
que permite dibujarte con la sombra.
O de las telas que
protegen o de las voces que te nombran… y definen todas las cosas.
Es decir: detrás
de las palabras.
También, viaja tu
canto hacia donde descansa el silencio cuando descubre el sosiego.
Viaja cuando trae
la agitación de la alegría.
O cuando resuena
un estruendo en mí y el ánimo, entra en desazón por alguna perturbación
bochornosa.
Viaja tu canto y
mi canto entre las enredaderas que crecen en las paredes húmedas.
O con la pasión,
detrás de las fibras que albergan la fuerza para deshilachar sentimientos.
Detrás de la
tragedia y del “hormigueo” que causa a su alrededor cualquier bicho muerto.
O dentro de mí,
cuando la vida se transforma en gemidos.
Viaja tu canto en
los hilos de agua que frecuentan los desfiladeros y que allanan la roca más
fuerte y aún, las más pesadas de cualquier cerro.
Detrás del “humor”
de las ciudades, hedores que se multiplican desde el cuerpo, tal vez, para provocar esa contaminación constante.
Vuelve ese canto
desde tan lejos como son tus entrañas atravesando el camino sin luz de tu
propia oscuridad.
El canto que se
rubrica en cada personaje viviente que de materia se viste y en aquellos, que
fabrica nuestra fantasía.
Subyace “el canto
entre los cantos” (jaja) una carcajada que “corre” con eléctrica sensación y
luego, se descubre así misma.
Detrás del dolor
que amenaza llevarse todas tus lágrimas.
El canto que late
desde “el conjunto de todos los hombres”.
Perezcuper (de Tratado del viento, página 10 -R. J. Ayala)
de belleza
Suena en algún
espacio del silencio,
eso que, es tu atardecer.
Trae a la melancólica mirada,
el bosquejo de tu sombra
que se va premiando
de colores cálidos
para completar el idioma de la luz.
Un sin fin de abrazos
en que se convierte
el erotismo de la vida,
por calcar las sensaciones
que dejan los matices.
Y de perfumes
en que
sobreviene la
euforia
que traspasa el
entusiasmo,
aún cuando se
carga
el aire de
ronroneos
que provoca el
instrumento
más intenso del
planeta.
En algún espacio del silencio, queda
acuñada
hasta
la más pequeña de tus vibraciones,
gota de rocío que inventó
el sereno de la noche
para derramarse entre las hojas
y dejar, el sentir de tus caricias.
Por eso voy explorando
dentro de los sonidos cotidianos
-donde acontece hasta la misma
hecatombe del universo-
para encontrarte en la saludable
armonía que deja tu sonrisa.
Por eso te
busco entre las voces
que penetran en
la oscuridad,
para desafiar a
la luz
que me indica;
“el camino del
regreso”.
Por eso utilizo
el recurso de tu aliento
y como se mueve en la brisa,
para imaginar de qué manera
viaja tu canto,
y hacia donde más
impregna todo, de belleza.
De todos los fuegos… (dedicado a María)
“El olor
de mis axilas es más rico que el perfume de una plegaria”… (Walt Whitman)
abismo
imperceptible en el medio del silencio
es la
abstención del sonido que “provoca” este “vacío”
luego, “el
socio” de la oscuridad, propone un “susurro” en el espacio
cuando la
“paleta” del que pinta indaga sobre la luz, se sobrecarga en el fuego
se
“ruboriza” el techo de la tierra desde la mirada que viaja hacia la
“inmensidad”
ahora, con
la “bola azulin-azulada” se desbaratan algunas sombras en el espacio sideral
cuando el
“fluido” transparente moja la roca más antigua
cuando el
marrón de las aguas llega a mí, respiro en el espejo
cuando el
verdeo de tu selva se enmaraña, siento la pulcritud del aire
desde muy
lejos “arrastra” el viento las ondas que “derriten” el silencio
desde “la
alfombra humeante de cemento” se propagan todas las “intenciones”
así, “el
invento más extraordinario del hombre” termina de concretarse
o “la
cultura” transforma “el paisaje”
luego, “la
conducta humana” comienza a ser reprochable
por si misma
revisa cada
instante con “su inquieta razón” para terminar haciendo lo que “no debe”
y en el
aire, en el fluido, en todos los medios, “juega con las leyes de equilibrio”
atento a su
“modo indicativo”, intenta definir “el presente del futuro”
estridente,
su paso destructivo, “arrasa la inocencia”
La marea
sube y luego baja.
desordena la
cadencia ese disturbio (que altera “la tranquilidad”)
acepta con
vehemencia su cuestión existencial…“en él, la materia tiene conciencia”
sin más,
desde sus genes viaja la misma pregunta sin resolver ¿para que? ¿por que?
dubitativo,
sobrepone al hacer de su voluntad, “una nueva” y posible reflexión:
Tal vez, agotada en si misma,
algún día, “la malicia” dejará de
lastimar,
para “servir” con su energía,
a todo aquello que responde
a un mismo “patrón de evolución”,
será convertir “la criatura que se mueve
erguida sobre sus patas traseras”,
en “un protector de la vida”, más justo.
Al amigo Cristian:
Desde el cielo,
tu mirada tan celeste como transparente no dejará de sorprendernos. Tu sonrisa,
acumula la chispa que se opacó en nosotros. Tu cuerpo, fibra de coraje y
plenitud, respira en las multitudes. Solo después de mirarte por dentro se
renueva la alegría.
“El indio” Solari –juntamente, con “los redondos”- “fabricantes” de
obras artísticas musicales –a pesar del
“flaco” Jorge- te supuso tal cual sos, aún cuando no sepa tu nombre. Pues desde
generaciones enteras te va inventando en cada canción. Por eso tuviste tanta
afinidad con “él”. Estas impregnando sus letras y esa voz repiquetea furiosa y
picante para seguir ampliando “la mística”.
Desde el “centro del mundo”, justo ahí, donde la energía se concentra
para tenerte de protagonista infaltable, tu inquieto y alienado corazón nos
salpica en cada latido para reivindicar la vida. Porque cuando “la calle”
parece que desprecia tu falta de malicia y
esparce por las veredas un oscuro humo que trae las sombras del miedo,
de repente, tu figura delgada y elástica, reconvierte todo, en su colorido
exacto y natural. Las calles sienten que
ese fulgor cálido se va desprendiendo de ti para que cualquiera pueda revisar
desde donde nace, la amistad y tu poética. “Seguiremos en este chiquero”, pero
añorando la pureza de tu inocencia.
Se que mis lágrimas solo tienen el sabor de un homenaje tardío y que las
palabras ya no pueden intentar corporizarte. Se que dominado por el abuso y la
culpa, dejé un espacio demasiado abierto y lejano, para desear luego, volver
con alguna lucidez que me traiga -entre otras cosas- tu reflejo.
Sin entender “el real sentido” del porque el universo se manifiesta en
tantas criaturas extraordinarias, sin fijar el razonamiento en que, existe en
ciertas almas –más que en otras- la posibilidad de un sueño, voy recorriéndote
para crecer contigo.
Cuando al principio, creía con total convicción de que “el hombre del
futuro” estaba muy distante, hoy ya sé, que la mayoría de las “cualidades” de
“ese hombre”, también, son parte de ti. Pues aquí leo y siento -con mucho
placer- que tu corazón está colmado de humanidades demasiado valiosas. Ahí vas
“cubriendo” el reclamo de “las calles” sin necesidad de involucrarte con su
pesada carga de miseria. Bicicleteando, dejando tu cordialidad en cada lugar
que ofrezca una mirada. Desde “el taller” donde realizabas “tu trabajo”, la
propuesta de intercambio, llevaba la sonrisa digna a la mesa. Allí, fue que conocí parte de tu historia y
compartimos mucho más de lo que parece que quedó. No contaré nada que busque
indagarte y que me haga pecar de infidente. Solo te debo lealtad, pues “tú
eres”, quien repara en el otro para hacerle sentir tu calidez.
“La onda” te
cubre de todo lo que lastima en cada rincón del planeta “suburbio”
Nada puede
apagar “las burbujas” de tu efervescencia
Entra en
algún código de “la calle”, hasta la pereza de una tarde en que viaja tu
aliento
-Abriguemos
todos a “nuestro hermano del alma” pues hoy se está yendo a la Luna donde hace frío
Un paso antes
del abismo, está sonando el rumor de la multitud que no esconde su veneración
por “el indio”
Sin saber que
el “dueño de la luz” ya te invadió por dentro
Una niña,
como siempre, endulza el aire para festejarte con un abrazo y no olvidarte como
“papá”.
Octaedro (de Tratado del viento, página 98
y 99, R. J. Ayala)
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