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San Martín: El autor 2012 ISBN 978-887-33-0957-4 CCD B863

domingo, 15 de marzo de 2015

Una palabra




Una palabra que se condimenta y tonifica con la carga de todos los sentidos, es aquella que se aplica para condensar las formas y su espíritu. Es además,  la característica principal del que intenta llevar los símbolos con alguna impronta, hacia la pretenciosa idea de la búsqueda de belleza, es decir; a procurar salpicarnos de su poesía.
Es un andar de la pluma sobre el camino de colores y sombras, de hedores, aromas y perfumes, de gustos sutiles o con carácter, de ruidos, o de sonoridades y melodías, de superficies que raspan o suavizan,  de miradas que penetran para hacernos degustar la crudeza de lo descarnado, o la curiosa y sugestiva manera de entrelazar lo enigmático con el asombro, de llevarnos hacia la inocencia o de pergeñar lo diabólico, de contemplar como un visionario, lo venturoso del futuro, o como, el barro del presente se va elaborando en lo acaecido.
Es con el recurso de la palabra que diseñamos un mundo real o ficticio, o entre ambos, se desarrolla eso que tiene que ver, con describir o enunciar el recreo de la vida, el eterno movimiento de sus aconteceres.
Es a partir de “ella” que, cuando se pronuncia, nos encontramos con “la palabra viva”,  o con aquella que ya está escrita -¿esa será, “la palabra muerta?”- es decir, con una u otra, o las dos; la que nos produce el intercambio de emociones.
Es a partir de “ella”, “la palabra” que me voy cultivando para no desistir más de vibrar, aun,  teniendo tantas limitaciones.
El sonido de los fonemas, la “textura” de “ellas” que nos va moldeando lo descripto, la nota musical de un matiz que resalta un pequeño sentimiento, la transformación del color en la voz o en cualquier melodía, una perspectiva de los significados, aquello de la “métrica” para restablecer en lo visual y lo sonoro, o como se contempla al observador en un texto, la posibilidad de situarse en “algo creado” para que intervengan todos los demás sentidos. Así, la palabra.

Palabras y más, un edificio de situaciones que se teje con una trama insalvable en la cotidiana aventura de los días, esa narrativa de la “vieja” costumbre de palpitar en el aire.

Palabras para ajusticiar las conciencias que se manifiestan en actitudes maliciosas, o aquellas capaces de engendrar esa energía que transforman todo.

Palabras detrás de los hechos que, marcan el comportamiento de las personas que muchas veces tienen que decidir el destino de otros y confirman la confianza o desconfianza de estar cumpliendo o no, con lo que se les ha encomendado.

Palabras de vida cuando el rumor de nuestra emotividad surge hecho un suspiro de plenitud, o en nuestros temores, cuando aparece la mueca del llanto.

Palabras de las palabras (o de las “braspala”), cuando se ofrece la oración para multiplicarnos en significantes.

Palabras azules para un cielo que se ilumina en el esplendor del astro supremo, aquel que permite la respiración de lo vivo-verde, y sus perfumes varios, que dejan escapar en el aire la bendición de la tierra, ese humus negro despidiendo su vapor serpenteante que entibia las manos para enseñarnos como, todo late en su espíritu.


Perezcuper

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