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San Martín: El autor 2012 ISBN 978-887-33-0957-4 CCD B863

martes, 10 de junio de 2014

El armónico escenario de tu espíritu

                                                                                           
es la palabra que intenta rubricarte
-esa herramienta limitada-
el escaso recurso
para mi humanidad en desamparo.





Siento que, utilizan mis manos
la tipográfica manera
de moldear tus labios,
y llega, hasta ese ínfimo detalle
en el que navega la ansiedad
de justificarte en la mirada.



La voz que resuena en mi
confirma la dulzura,
suspende por largo rato,
aquello de la soledad,
y es la palabra pronunciada
la que trae vida que contagia.




Dilema que se resuelve
en símbolos que esconden
la naturaleza del sentimiento.






Dilema que te acompaña
para ser creadora de vida,
provocando que cada suspiro
o cada silencio, tenga la melodía
del secreto que te conforma.




                     Entonces, 
                                      Angustia; de referirte a la distancia.
                                       Melancolía; la de querer opacarte
y distraer esa sonrisa plena.
Color; el de escucharte en la música.
Placer; el de esculpirte en los sueños.
Aroma; sustancia por donde viaja tu canto.
Poema; el armónico escenario de tu espíritu.


De todos los fuegos... (dedicada a María)




Luego, con “el discurso en trance”, va el enunciado de un “estado crítico” o “manifiesto exuberante”:

Voy acumulando aniversarios para desabastecer el tiempo.
Leyendo en *“El libro de arena” aquello que confirma mi inexorable destino.
Voy errante, en un mundo que a veces me resulta esquivo, a veces me resulta extraño, a veces no me deja escapar.  
Eso sí, voy con todo, implica mi transparencia y mi oscuridad.
Con la apuesta de creer, voy desde la vida “protegiendo la luz”.
Sin traicionar la palabra que me exige “llegar hasta el fondo”.
Hay “una formula” que pide “el jugo de las cosas”, sin “transar” con “esa” metáfora que intenta desviar “la mirada indagatoria”.
Voy pleno de inspiración para pretender sostenerme en algún reflejo del umbral.
Voy abrazando el sonido que sale y entra en mí para quedarse.
Voy mirando a mí alrededor, sin cubrirme ni de espanto ni de espasmos de júbilo, por que hay tantas alegrías como tristezas.
Aún sí se acerca la congoja profunda y por reflejo trato de protegerme, o cuando la tonada graciosa deja alguna “estela vivaz”, nada de eso se me hace impermeable.
Voy sacudiendo las ferocidades que me rozan.

Sí es posible, impregnándome de todo lo que vibra.
Y también, por supuesto, sigo buscándote para seguir amando.


Perezcuper
Extraído del libro “Tratado del viento” (página 140)
*(Título del libro y cuento de J. L. Borges)



Escucho al tío Ángel:

-Puedo decir de mí que, “he triunfado en la vida”. Tengo que admitir que la desgracia me acompañó desde que, prácticamente, he nacido, o mejor dicho, desde que era un bebé. Tanto indagar sobre la discapacidad que he padecido, me ha dado la posibilidad de reconstruirme en lo físico y mental. Fui deambulando con mis pensamientos hacía esa reconstrucción.
Me queda por relatar que para sobrevivir, siempre tuve que ocultar mis malformaciones físicas con ropa de mayor tamaño o usar mangas largas, siendo muy eficaz, en ese sentido. Simular que caminaba con normalidad, sin ningún esfuerzo, o que no tendría “inconvenientes” con mi brazo “enfermo”, así podría llamarlo.
Lo real es que, no puedo levantar peso alguno con el brazo derecho, apenas lo sobrellevo combinándolo con el izquierdo.
He necesitado convencer a mis posibles empleadores para que crean que era capaz de hacer cualquier actividad sin problemas. Eso, también, traía aparejado el nerviosismo extra, un poco más de Stress. Así, pude concretar lo que me propuse que, entre otras cosas, era convertirme en hombre que asume responsabilidades, es decir; hacer mi propia casa y conformar mis proyectos, tener una linda familia con hijos y mantenerlos, a la vez, de prepararme para obtener mejores empleos.
Tengo diversas cirugías en mi cuerpo, algunas obligadas por sufrimientos de dolores, y otras correctivas para mejorar en mi andar o en lo estético.
Según fui recopilando información de mis hermanos y de algún que otro pariente que me conoció de bebé, me dijeron que nací totalmente sano. Esto es, lo que me ayuda a deducir que la discapacidad que sufro fue producto de algún accidente.
Me contaron que mi madre acostumbraba a ir al río a lavar la ropa. Al ser yo, tan pequeño aún, y un lactante voraz, tenía que llevarme a todas partes. Ella me cargaba en sus brazos y la ropa que tenía que lavar acomodada en un cajón, la transportaba sobre un burro, en ese mismo cajón que, también, lo utilizaba para darle de comer a ese animal.
Para resguardarme, cuando iba a iniciar el lavado de la ropa, me dejaba en el cajón y así, emprendía su rutina. En alguna ocasión, no pasaron pocos minutos de haberme dejado allí que, el burro se acercó, posiblemente, reconociendo el “recipiente” donde comía y al encontrarme dentro de ese “cajón”, reaccionó y me pisó varias veces o salí despedido, y mi madre, sin siquiera darse cuenta a tiempo.
Ese fue el inicio, solo descubrió que su bebé lloraba y que en apariencia, no tenía nada que llamara mucho su atención. Así fue que, tampoco ella creía que iba a derivar en algo tan peligroso para mi y el episodio quedó sellado, sin comentarios a mi padre que escuchaba llorar a su hijo menor, todavía un bebé.
Mi madre con mucho sentimiento de culpa, vivía la angustia de lo acontecido y me arropaba como si fuera a cubrirme de posibles consecuencias. Me envolvía fuertemente con alguna sábana, etc. Explicarle lo sucedido a su marido -mi papá- le daba a ella mucha amargura y temía que él, tenga una reacción muy negativa hacia ella.
Así, "la vida de campo", así, fueron pasando los días y creciendo algunos de mis huesos de una manera diferente a los demás, con sufrimientos continuos, muy dolorosos. Vivir en la campiña significaba estar alejado de hospitales o lugares de atención para un niño accidentado que creció con esos inconvenientes y con la ignorancia de mi madre que no sabía de tratamientos. Mi madre tuvo innumerables cuidados para conmigo pero quedé con esa carga de por vida y nada tengo que reprocharle ya.
Luego, un niño huérfano de padre y madre crece con los peores inconvenientes de afecto y de cuidados. Mis hermanos mayores fueron los continentes afectivos más importantes junto con mi tía Rita que, nos cobijó como si fuéramos sus hijos.
Crecimos juntos, mis hermanos y yo muy unidos. La vida, sin embargo, resbala a nuestro alrededor y también, comulga dentro de nosotros para traspasarnos.
Llegaron los días de ganarse el sustento en lo que podíamos, siendo muy jóvenes, casi niños, con la gratitud de mirar cada día con esperanza.
Y aquí estoy, en el año número ochenta y cuatro que sumé a mi vida, acabo de caerme de un colectivo, y nuevamente, siento que mis huesos y mis fuerzas están quebrados.
Me ha pasado la peregrinación de todos estos años por los ojos, el recuerdo, la mirada hacia atrás. Aconteceres a mi alrededor en los que ocurrieron, golpes militares con persecuciones interminables, guerras y hecatombes de toda clase; inundaciones o debacles económicas, sufrir de ausencias por muerte de mi esposa y de mi hijo menor. 
Y no puedo dejar de mencionar también que, fui muy feliz.
El dolor suele ser causa y testigo de nuestra templanza, pero mi tristeza en soledad va en aumento y esa arma que alguna vez usé para defenderme, hoy, ahora, va a servirme para terminar con mi vida.


Octaedro



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