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San Martín: El autor 2012 ISBN 978-887-33-0957-4 CCD B863

martes, 24 de junio de 2014

De todos los juegos:
                            Escucho el zumbido que aturde, que penetra en todos nosotros para excitarnos o erizarnos de temor -a todo vértigo- y también, que trae la satisfacción que provoca lo lúdico.  “El juego”, confirma una extraordinaria participación de miles de almas, que se purifican “en el teatro que recrea el ir y venir de un balón empujado por el pie sobre alguna superficie plana de la tierra”. Llanura, al fin, que puede estar “adornada” con la tierna gramilla y que fue sembrada allí, deliberadamente, o mucho más modesto, un “espacio” que puede tener “alteraciones geológicas” diversas.
      
  “La esfera elemental es un instrumento para crear”, que a veces, “brinca” con total autonomía para dejar que el asombro tenga su participación espontánea, o que puede sufrir golpes de maltrato para colmar de aburrimiento, o que tiene “el privilegio de soportar la caricia” del pie de un “participante” de prestancia única.
          En un equipo u otro que compite en “ese teatro inventado por la modernidad”, se dramatiza la vida en cada instante, se distingue lo que “inflama” el mejor calificativo y juzga el comportamiento de sus integrantes en lo particular o general.
         Detrás del balón se gasta la mayor energía -algunas veces- para advertir que la poesía está latente. Quizás, se está “gestando”. 
        Ahora, no es tan común, pero “tiempo atrás” -como “espectador”- desde la tribuna podía reclamársele al que tiene buen  “manejo” de la pelota (alguien “instruido”):
-“…Dibuuuje, maestro, Usted sabe”.
        Muchas veces, es “actualizado” pronunciar con admiración:
-¡¡¡¡Que jugador!!!!
         En la fiesta de colores, “animar al esfuerzo”, tal vez, “pueda llegar a desviar el balón hacia el arco contrario” -es lo que cada uno de nosotros sueña y quiere expulsando el aire de todas las formas y las expresiones posibles- entonces, ya no solo se cumple con “el acto de respirar intensamente” sino también, de ser protagonista de “ese extraño rito” en el que nadie mezquina su último aliento para intentar concretarlo.
         Nuevamente, “el juego” nos acompaña “en comunión con la tierra”.
        
En algunos lugares, por tradición, costumbre o “sentimiento”, “el fútbol” como deporte, se lleva los mejores esfuerzos, se comprueban algunos “brotes de habilidad” o de revolcones y patadas, se consume –felizmente- nuestro tiempo de chico, mediano o grande. Luego, conformar el cuerpo, darle la entidad que merece, “supone hacer crecer el físico revitalizando el carácter con un juego grupal que subraya cualidades” etc. Pero desde nuestro interior, “ese latido”, se hace presente en cada ocasión que resbala “la pelota” para elevarse hasta “el ángulo”, muy cerca del poste, justo adentro del arco.
          Cualquier semejanza con un “golazo”, nos hace creer que “la percepción de lo bello” está en “patear la pelota de volea y hacer temblar la red” o que “una gambeta” nos distraiga para ver la elegancia de un movimiento, con la pretensión de suspender el instante y archivarlo en nosotros. No se puede dejar de admirar la jugada completa que se “desparrama” sobre el plano “con los toques de primera” o “una pared” que devuelve “el balón” para “filtrarse” entre “tantas” columnas, que tienen formas de piernas.
         El decir poético traslada la palabra a los movimientos del cuerpo, a respirar o a transpirar en concordancia con el grupo que juega al lado de uno. Un punto de inflexión da vueltas y vueltas para terminar confiando  “en la esfera elemental”. De los mejores “poetas del balón” que más se puede contar, de ellos despierta el  sagrado llamado del “GOL”…
         De repente en algún lado, también, se escucha;
-“Hay equipo”.
         Entonces, una brisa provoca en nosotros, lo que la voz al habla, lo que la pendiente al río, lo que “justifica” un vuelo y la mirada “al desafío”.

Perezcuper
(Extraído del libro “Tratado del viento” página 122)





Un hombre desnuda sus miserias en el medio de la tormenta y también, su moral heroica.
Otro; deja que el sufrimiento lo descarne en esos lugares donde la sensibilidad hace una ampolla hasta con el ardor de los más ínfimos pecados.
Voy retrocediendo al límite en que cada uno prejuzga en la condena del otro para lavar sus culpas ¿en beneficio de todos?
Así, “el hijo del hombre” renueva la Esperanza que trae inmolarse.
Así, queda la ilusión prendada a la honestidad. Virtud cultivada entre los enamorados.
Es el amor el que domina en cada uno para acercarse a la virtud.
Luego, el tiempo y las circunstancias refriegan su color turbio para desvanecer la pureza.
“Solo conoce el amor quien ama sin Esperanza” (dice, F. Von Schiller)
Se va desanudando el tiempo para revisarnos justo en lo que mueve el entusiasmo.
Dueño de la vida es “el juego en el que se recorre todos los aniversarios”, incluso aquel que intenta descifrar la eternidad.
Busca “el hombre” hasta en el cielo desde donde vino, “la respuesta final”.
Repara en el orden del universo y descubre sus leyes para ampliar sus dudas y cerca de él, ahí mismo donde respira, se cumple “la tragedia y la comedia”.
Apasionadamente, se carga su almismo de la energía que fructifica en la bondad.
Es aquí donde se repite con diferentes formas el nacimiento de las almas.
Esas que, traen dibujada “la nueva ilusión”.


De todos los fuegos…

También, el cuerpo:
                                  “Se ruega a los señores apostadores, tengan a bien, agilizar sus apuestas. Faltan dos minutos para el cierre del Sport…Tin, tin, tin, campana de largada… ¡¡¡Largaron!!!...Superado los primeros metros se acomodan los competidores y hay lucha en la vanguardia”…
       
          El trote ligero va gastando las piernas de a poco. Un “corazón valiente” destraba el miedo para traspasar con su aliento la frescura de la alegría. El césped despierta un aroma que empapa el cuerpo e invita a la inspiración más profunda. Mientras, la tarde, deja entrever un cielo limpio, abierto, que primero “demanda” y luego “implora” que nadie se vuelva a casa con el rostro iracundo. Allí en el cemento, desde la tribuna, muy lejos de mis nervios, se desata el murmullo del inicio de un ritual.

        “Pasada la barrera de los cuatrocientos metros se impone en la vanguardia el número cuatro, Manto azul a dos cuerpos de ventaja sobre el número seis, Poncho alado y a cuatro cuerpos, el número doce, Sangre tibia”.

           Es de rebotar los pasos, que voy disparado con el ritmo que impone un galope festivo, sentir que se despegan los pies del suelo y que un instante de vuelo mantiene la figura de mis alas abiertas en el aire. Así, me agradece la vida regalándome tanto movimiento.

            “Cuando van a hacer su entrada a la recta final, nuevamente, hay lucha en la vanguardia, Se mantienen cabeza a cabeza el número cuatro, Manto Azul y el número seis Poncho alado y con expectativas, a dos cuerpos abierto por el centro de la pista el número doce, Sangre tibia”.

           

            *“…A mano derecha / según se va al cielo”…  el horizonte poblado de árboles larga un perfume que repite el aroma de los tilos…y a la izquierda, desde los escalones, las voces de aliento ya no se reprimen, se cierran los puños,  se levantan los brazos, dejan que el grito llegue bien alto para que vuelvan hecho “viento” que nos empuje a todos los contendientes. 

          “¡¡¡Faltando cincuenta metros finales para el cierre del disco, gran atropellada del número doce, Sangre tibia, que se acerca al número cuatro, Manto azul y al número seis, Poncho alado. Se disputan el primer puesto, cabeza a cabeza!!!…¡¡Y pasaron el disco!!”.
 
            Entonces, la Sangre tibia llega hasta el Poncho alado convertido en un Manto azul,  para obligar a revisar en el disco,  la llegada de la sonrisa que dejó –quizás-  la diferencia de algún pescuezo y que todavía, la bruma de mi aliento enmascara  y solo una bandera verde se atreve a descifrar.


 *(De la canción: “El romance de Curro El Palmo” J. M. Serrat).

Perezcuper

(Extraído del libro “Tratado del viento”, página 123)

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