La mujer, se terminó de vestir
“palpándose el perfil”. Era delgada y alta, ágil, flexible como un junco, blanca como un mármol.
Todo su ser resplandecía. El rostro iluminado, la materia oscura de sus ojos, destellante,
y los labios de tela de seda roja. Se puso la mano en el vientre, como que sentía
que estaba creciendo.
Irremediablemente, allí en su
interior, se estaba gestando con las primeras semanas de vida, su tercer hijo.
Todavía, le repiqueteaban las palabras de su “amiga”.
-¿Como vas a tener otro hijo? ¿No
pensás en nada? ¡Sos tan pobre y ya tenés dos hijos! ¿Cómo te vas a manejar? Los
otros dos son muy chiquitos. Tu marido trabaja y gana poco. Por las dudas
alquilan y lo que gana él, no es suficiente.
Todas esas palabras se mezclaban para
terminar haciendo una herida en alguna parte de su cuerpo y otra vez, la nausea
le llenó el rostro con una mueca doliente y se le escaparon algunas lágrimas.
Por esos días, tuvieron que mudarse y alquilar
un lugar más pequeño, que por suerte, consiguieron rápido. Ya estaban instalados
y con un empleo estable del hombre, podrían ir planificando como empezar de
nuevo, pero… ¿otro hijo?
-Tal vez, mi amiga tenga razón.
El consejo de visitar a ese “médico” que tiene “clínica propia”… pero primero,
voy a hablarlo con Rodolfo.
Así
pensaba todo el día y la preocupación la desconcentraba de atender los detalles
del desayuno, cambiar a los chicos, lavar y planchar, proveerse de comestibles
para cocinar a la hora del almuerzo etc. etc.
Se apagaba la tarde, un día más se estaba
desvaneciendo y ella, no tenía ni tiempo ni respuestas, todavía.
Llegó Rodolfo con su andar cansino,
saludó a su esposa con la mirada plena, a quien besó y abrazó tiernamente, le
dedicó lo mismo a sus dos pequeños y se le despegó una sonrisa tan amplia, que
los contagió a todos. Luego él, ya en su habitación, se desvistió para darse un
baño relajante. Ella tenía preparada sobre la cama, la ropa que él iba a ponerse
después del baño y mientras el agua de la ducha lo refrescaba, pensó en la mirada
de su esposa. Algo había en ella que la preocupaba.
Mientras, ella, descargaba las bolsas
que trajo su esposo -una era chiquita, con la muda de ropa de trabajo y la
vianda de llevar comida, las otras cargadas de frutas y verduras- se preparaba
para lo que iba a decirle.
El agua del mate se hizo sentir a
punto con un silbido largo de la pava, lo que la obligó a ir velozmente hasta
la cocina, apagar la hornalla y después, acomodar las frutas y verduras.
En el pequeño patio, las sillas
estaban esperando ser ocupadas. Rodolfo se sentó bien relajado y la silla se
quejó un poco, ella lo hizo muy despaciosamente, acomodando la pava en la
mesita desarmable, de madera.
Los primeros mates fueron silenciosos
y después, como todos los días, preguntó primero él.
-¿Cómo estas?
-Bien. -Contestó ella, con la voz
en bajo volumen.
-¿Alguna novedad? -Interrogó él,
otra vez.
Y ella, sin haber preparado ningún
preámbulo le descargo con angustia.
-Estoy de nuevo embarazada.
Luego, de un silencio prolongado, sin mirarlo,
esperó alguna respuesta. Él, interiormente sabía que no era el momento de pronunciar
palabra. Ni siquiera de reaccionar con un gesto. También estaba sorprendido. Un
hijo bien querido, es el que se planifica y se “trabaja con amor” para intentar
concretarlo. El amor estaba latiendo dentro de cada uno de ellos, pero no había
intención de traer un hijo al mundo en aquel momento.
Todo eso fue pensado en un instante, como
si los dos adivinasen las ideas que cada uno elaboraba.
Entonces, ella supuso que había que hablar de lo que correspondía hacer.
-Es un momento muy difícil para
nosotros, ya lo sé.
Él se aproximó con la mirada plena de
emoción, ella siguió.
-Nuestros hijos son muy chiquitos
y dan trabajo. Estamos recién empezando, ni siquiera vivimos en una casa propia
y tu trabajo da para lo justo en todo. No sé como lo vas a tomar, pero
Angélica, me dio una dirección de un médico que tiene “clínica propia” para
consultarlo.
-Yo soy tu compañero, tu esposo y
en todo lo que decidas, estoy con vos. Lo único que no me gustaría es que luego
de decidir y concretar esa decisión, nos tengamos que arrepentir.
-Quisiera consultar a ese
“medico” para “saber” como es “todo”.
-Está bien, averiguá cuando podés
ir y cuanto cobra la consulta, y voy acompañarte. Claro.
Así transcurrieron los días con la
decisión tomada de hacer una primera “entrevista”. El día de “la consulta” había
llegado y los dos en “la sala de espera” se miraban y observaban a las otras
mujeres que estaban allí. En el lugar no había ningún otro hombre que
acompañara a esas mujeres –algunas, casi niñas- hasta que le tocó el turno a
ella. Él se quedó esperando. Al “médico” se lo notaba “muy profesional” y las
condiciones del lugar “parecían aceptables”. Luego de auscultarla, de las
preguntas, las respuestas y las condiciones establecidas, se cerró la consulta
con “el pedido obligatorio”, de que todo “eso era muy confidencial” y que tanto
uno como otro, debían mantener “aquello sin que trascienda en ningún lado”. De
parte del “doctor” estaba “el secreto profesional” y punto. Quedaron en hacer
“la operación” en fecha establecida con entrega del dinero en el momento.
La fecha casi inmediata, no admitía
prórroga y el dinero estaba disponible, porque Rodolfo consiguió prestado. Rodolfo,
en su interior no estaba de acuerdo y luego, en la casa, en una larga charla se
lo hizo saber. Ella quería continuar.
Así, en la fecha acordada, nuevamente,
se acercaron los dos al “consultorio”. Tanto él, como ella, estaban nerviosos,
habían llegado muy temprano. Otra vez, observaban a las mujeres de su
alrededor, temerosas y desencajadas. En un gesto de ella se la notó dubitativa.
De repente se paró y le dijo a su marido:
-Vamos. No quiero estar acá.
Los dos salieron como espantados y en
la vereda, se abrazaron como si fuera la primera vez. Entonces, fue que dijo
ella:
-Vamos a tener otro hijo hermoso.
Te voy a ayudar en todo lo que sea necesario y más.
Él
le contestó:
-No te preocupes. Ya nos vamos
arreglar de alguna forma y esto, es lo mejor para los dos.
Desconozco de pintura, pero la sola oportunidad de meterme en la abstracción del tema, en medio de tantos colores, me emociona y me da alegría, quizás es eso lo que lo hace sencillamente mágico.
ResponderEliminar¡Bravo Eterno!