Del
“aprendiz de escribidor” saltó esto sobre “la pantalla”:
Ahí va
la vida, conversando en textos escritos con otros extraños que, a veces, pueden
reflejar hasta nuestros propios fantasmas. Ahí va, convertida en palabras o en
nicks que encierran sus almas palpitantes. Energía que divaga entre tanto
océano de letras. Un punto que confluye en otro para misturarse en puro
sentimiento. No hay más ni menos que eso, humanidades que traen y se distraen.
Lugar que, al fin, deja todo latente, incluso aquello que parece la luz de cada
uno. Entonces, tal vez, cada luz, siendo aún del mínimo destello, deja la
huella de una exhalación. Apenas un pequeño suspiro que puede contener toda
nuestra intensidad, casi inesperada.
Luego:
Sobre “la inexistencia de lo casual”, seguramente, habrá innumerables exposiciones enunciadas por muchos pensadores con los cuales, hoy, no está en mí animo el de contraponer ninguna opinión.
Sobre “la inexistencia de lo casual”, seguramente, habrá innumerables exposiciones enunciadas por muchos pensadores con los cuales, hoy, no está en mí animo el de contraponer ninguna opinión.
Ahora sí, es mi voluntad, conformar un modesto parecer: “ser hijo de la fatalidad” nos toca a
cada uno, en algún momento. Es un “detalle que no es menor” y califica para dar
“explicaciones” del porqué ocurren algunas cosas.
Quizás, puede ser ese instante exacto, cuando descubrimos que hemos
transitado el camino del desencuentro
en forma imprevista y nos queda
latente esta pregunta indeseable ¿tanto me equivoqué? es cuando consideremos,
también, a la “fatalidad” como una parte en juego.
O cuando suponemos que al apostar a eso que
trae la suma de la alegría, es natural pero ¿será también, solo, un capricho de la vida, la que nos
lleva hacia algún punto que nos une con lo
deseable?
El azar contiene su acertijo
insoluble que abarca mucho y le concedemos que haya una cuota extra de él, cuando
se trata de algo primordial como el amor.
Es decir; aquello que se sospecha por caso fortuito y nos acerca a lo deseado, hace creer, así, que se
convierte en una mística difícil de descifrar.
Sin embargo, tengo esta convicción: un
corazón “dispuesto y delator”, órgano autónomo que predica con los
sentimientos, el que puede elaborar un volumen importante que llena de
intensidad cada una de nuestras expresiones, ese corazón energizado, es el que sabe mejor que ninguno como llegar a
“lo deseado” y felizmente, es él, el que nos guía. Por supuesto, incluye al
otro, “al deseado” y la coincidencia en las disposiciones “es lo que abre el
camino”.
La razón, puede que nos ayude e incorpore con firmeza algún pensamiento
como aquel que dice: “el sentido de la vida es el amor” pero sin la disposición de nuestro corazón, no hay forma de aprender a
luchar con quien se lleva los sueños.
Octaedro
Ante ti me desvelo.
que de ti me alejen.
Quiero mostrarme entera
sin temores que invadan
o miedos que frenen.
Quiero hablarte de los ríos
que nacen al evocarte,
humedades que me alcanzan
avasallan y revuelcan.
Placer y displacer, se convocan.
Me he perdido en los efluvios y en la
oquedad.
La vida se va en esa dualidad.
¡Tanto llorarte, tonto!
Estoy rendida bajo los escudos,
no quiero perderme más.
Sutíl 2005
Me estremezco al instante, sin límites,
lo vivo y lo comparto,
cuando “liberada”
me dispongo a sentirte.
te lleva a extremos insospechados, como únicos.
Sin que lo notes
¿adonde me conducen tus sentidos
que se dispersan tanto,
ante el estímulo ofrecido?
Y es tu piel que toma el color
de un todo ardiente,
ávida, con urgencia de mis besos.
Hacia atrás, quedo admirada
al sentir cuando “tus voces” interiores,
me pronuncian casi en un grito
acelerado y sin aire, “te amo”.
CHUS
Es medio día y el sol irradia su luz de fuego en mi
exuberante jardín. Los rayos de sol semejan mágicos pinceles que van
coloreando las diversas flores con tonalidades brillantes y retoques
magistrales.
Colores únicos, que nos regala la naturaleza, como en una
acuarela que “el creador”, pone sus matices para engalanar los ojos.
Mi jardín esta tapizado de vegetación fecunda y
presenta a la vista un hermoso panorama. Acacias altas, espinosas, de troncos
marrones, bordada de pompones de amarrillos intensos. Cerca, acompañando como
si quisiera darnos un abrazo, esta el durazno exhalando un aroma sutil y
dulce.
El jazmín, cual apuesto doncel, se yergue altanero,
ostenta en cada rama una primorosa flor que semeja una campana.
En los bordes, rodean a mi jardín, hileras de árboles
que lucen sus grandes ramas mecidas por la brisa que sopla y abanican,
como tratando de aliviar el calor.
Al fondo se extiende, enroscándose por los troncos,
las enredaderas campanillas y
madreselvas fraganciosas. Perdidas en la espesura de la madreselva pían, frenéticamente,
los pajarillos de diversos colores y tamaños.
Mi jardín es una sinfonía de color, de perfumes y
silbidos de pájaros. Sobre él, revolotean cientos de libélulas de variados
colores, hay épocas donde también, circulan por los aires haciendo acrobacias,
bellas mariposas.
¡Ah! que triunfo sería convertir en jardín, todas
las tierras desérticas. Tierras que parecen estériles pero solo falta la mano
que cultive, que siembre, riegue y brinde amor, así la tierra será fructífera.
Eterno
A Jorge.
De todos los fuegos...
Eterno
Hacia
las alturas:
Se ha ido “el poeta
del aire”, el de los sonidos armoniosos y el de los silencios. Alguien, que
viaja con “sus cometas de dos tiros” para construir infatigables arabescos y
superar la barrera del tiempo en vuelos rasantes.
“El poeta del éter”, que compañero del
viento, llenó sus pulmones y sus velas para trasladarse sobre el río en tabla o
quien probaba en ala delta, el vértigo que trae el vacío en el cielo, la
cadencia del equilibrio en el espacio en conjunción con su cuerpo.
El de los globos aerostáticos,
pensador inigualable de cómo un suspiro en el aire puede elevar la esfera
elemental para que esa levitación deje escapar su sonrisa generosa.
Se lo ve, ahora, persiguiendo su planeador que
no lo supera nadie. Construyendo con paciencia infinita, objetos voladores que
luego dominaran las corrientes de aire como si fueran pájaros extraños. Ahí va,
con su música emparentada con la sofisticación, con variedad de ritmos, con esa
lírica que cautiva, inmediatamente.
Él, de un oído por siempre cultivado
que apela a la fidelidad del sonido para ir alimentando su mundo sensible. Un
audaz que siempre acertaba en la elección de lo diverso que ofrecía el momento.
Y ahí vuelve, para enseñarnos a
compartir, para hacernos mejores personas y ayudarnos a descubrir con
apasionamiento, como se construye una melodía entre notas musicales y
silencios.
Una voz pausada deja escapar tu cuota de
ternura, va tallando mínimos diálogos, casi sin precisiones elaboradas, solo
con el ánimo de agregar algo a la conversación. El hombre de los silencios
prolongados, de las manos inquietas de alguien que prefiere la acción antes que
la contemplación.
Aún cuando tu cámara fotográfica dio
señales de cómo se convierte la captación de un instante, en obra de arte, por
tu voluntad de combinar las luces, las sombras y los demás colores.
Un
artista de la vida que empeñado en sus quehaceres fue dejando una impronta que
a todos nos marcó para inquietarnos por algo.
Amigo, estás en nosotros como uno de
los mejores. Tu generosidad, fue, al fin, algo a la que recurrimos en momentos
difíciles y que respondiste con la mejor disposición. Tu solidaridad, trajo en
nuestro interior muchas sensaciones de gratitud. Nunca escuché de ti un
reproche. Tal vez, los tiempos vertiginosos nos obliga a alejarnos y al volver
a juntarnos, nos ayuda para redescubrir tu nobleza. Quiero que sepas, que tu
ausencia cuesta mucho asumirla. Nadie se despega de ti, fácilmente. Hay un aire
que se recoge, ensalzado con tu música y con tus gustos por los juegos -casi- de
niños que perdura en nosotros, se propaga por dentro y te reinventa por el
hecho de admirarte.
Salgamos a ver como un barrilete o una cometa
te lleva en algún cielo de enero hacia esos espacios que desafiabas con la
precisión de tus manos y tu atenta vigía. Salgamos a respirarte en tu propia
sonrisa que aún flota en el aire. A Jorge.
De todos los fuegos...
Helena acudía, en carro de caballos, al país donde se sueñan
los sueños. A su lado, también sentada en el pescante, iba la perrita Pepa
Lumpen. Pepa llevaba, bajo el brazo, una gallina que iba a trabajar en su
sueño. Helena traía un inmenso baúl lleno de máscaras y trapos de colores.
Estaba el camino muy lleno de gente. Todos marchaban hacia
el país de los sueños, y hacían mucho lío y metían mucho ruido ensayando los
sueños que iban a soñar, así que Pepa andaba refunfuñando, porque no la dejaban
concentrarse como es debido.
Eduardo Galeano.
Agradecemos la colaboración e interpretación musicalizada de Daily Jara más la ilustración con que se inicia esta presentación.
Extraido de subamosaltren.blogspot.com.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario