No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, o la transmisión del texto y algunas ilustraciones de este blog, en cualquier forma o por cualquier medio, ya sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.

Editado por el autor

San Martín: El autor 2012 ISBN 978-887-33-0957-4 CCD B863

martes, 17 de septiembre de 2019

Box
 
El escenario que me propone
la modernidad –ahora-
es lo que se llama: “un cuadrilátero”.
“La porfía” allí, es que se defina
de una manera extrema, a los puñetazos.
Y todo, se transforme en espectáculo.

Se encuentran los cuerpos entrenados
para desbaratar el solitario momento
en que trabaja el miedo.

El arte de la defensa y el ataque
tienen pocos cabildeos.
Entonces, la acción pura, obliga.
Vienen los golpes directos,
los ganchos, los ascendentes,
los cruzados a la cabeza o al cuerpo.
Las estrategias de caminar por el ring,
ocupar el centro o apoyarse en las cuerdas,
son parte de la historia de una epopeya
que nos cuentan en sus acciones,
ambos contendientes.

Los comentaristas tomarán las referencias
para caracterizar a los púgiles
y serán ellos, “los pegadores” o “estilistas”
quienes ofrecerán el movimiento
de cabeza para eludir “bombazos”,
o de lanzar los puños
hacia el golpe predilecto.
Pero al fin, están frente a frente
midiéndose en la distancia y el tiempo,

cada uno dominando su propia esgrima,
en el que un instante traduce la inteligencia
de la maniobra  del cuerpo.

En cada gesto va
el exterminio hacia el otro,
y la tribuna que alienta.
En cada golpe, la tenacidad empeñada  
de querer voltear el resultado.
Y la muchedumbre se espanta.
En cada palpitar está
el mismo corazón del coraje.
Y la esperanza de ganar “la batalla”,
está, en cada gota de sangre.


Tiene alguna impresión entre las sombras
aquella que es la sombra más oscura.
Así se llena la boca de angustia.
De esa sed difícil de saciar.
Está la épica de la gloria, de la derrota,
del poema que canta
en la lucha hasta el final.
Luego, esto se termina en los abrazos
de los que pelean con lealtad.



De todos los fuegos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario