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San Martín: El autor 2012 ISBN 978-887-33-0957-4 CCD B863

miércoles, 17 de octubre de 2018

El secreto…

            Este es el instante en que el recuerdo deja el aire más denso -porque trae amalgamado tu espíritu-  lo que mueve a trazar los símbolos para hacerte llegar mi canto. Una pequeña melodía que se resume en gotas, en vaporoso resuello que no sabe de violencia. Y también, son los aromas que te corporizan y sumergen a la tristeza para olvidarla.
Es decir: tiene el aire la misma fragancia que alimenta el entusiasmo de saber que voy a encontrarte… y así, se puede adivinar que tu erotismo se impregna en mis entrañas.
Es con la observación de tu figura -la que hipnotiza a favor del sensible instrumento del cuerpo-  lo que produce esta agitación en mí.
Puede que en mi ocurrencia, el imaginario te haya bosquejado con apasionamiento y con algunos rasgos de lo ideal, pero además, se hizo generoso cuando te toca en el cuerpo y suspira con vos. 
Es esto que se multiplica cada día y saboreo, lo que construye nuestra cordialidad. La traza de una ligazón que se sujeta con firmeza a los nudos de  las manos y los abrazos  -bien preparados- aún para cuando nos sorprenda la tormenta.
Este es el canto que intenta sublimarse en tu voz, la conmoción del silencio que atraviesa tu garganta para salir hecha ternura. Eso que viaja en mis sonidos cotidianos -algo ineludible para mi- lleva la bendición de haberme elegido para reconciliarme por siempre con tu amabilidad.
Premio que hoy me trae la vida, justo en este tiempo, cuando se aparece la sintonía más fina de mis años de otoño.
Y observar en los días de mi otoño, significa valorar mejor el sol que me entibia. Es la hora en que también, me viene cierta sospecha de haber escuchado en alguna que otra oportunidad –claramente- la música de una brisa que se sostiene en el espacio, en el tiempo, para ayudarme a descubrir el canto del espíritu que traen todas las cosas. Y ya sé, es tan solo una sospecha.
Sí, es en el ir deambulando al paso ligero de estos días, que quisiera ver y distinguir bien, la “marca” que dejan aquellas miradas que abrazan. Y Allí, siento que están tus ojos de flor nostalgia, color vivaz de lo que emociona junto a los pétalos de tus mejillas.
Es en el paisaje de tu rostro que ondula suave el gesto que edifica la inocencia.
No hay sombras en tu frente que delaten relieves pronunciados y acompañan tus nutridas cejas, lo que te mueve al discurso.
Eso sí, disparan tus ojos, el verde candor que modifica todos los colores, para pintar los objetos con aquello que vibra a cada instante y resalta aún más, lo vital.
Entonces, solo entonces, el rubor de tus mejillas trae la idea exacta, el halago, la dulce presencia de una fruta que madura permanente.
Cuando tus labios insinúan la sonrisa, puede que el resto de las criaturas que habitan este mundo, agradezcan el gracioso encanto que sutilmente, alimenta nuestro fervor.
Ahí voy, haciendo que mis ojos devoren lo que trae el instante en que me regalan la posibilidad de amar. Tengo aquello que entra para devolverse en alegría, la roca que siente crecer en su cuerpo esa mínima brizna que esconde el sabor del secreto del milagro.
  

                                                                        Octaedro (dedicado a María).

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