A
veces, por la noche, esta oscuridad y este silencio me oprimen. La paz me da
mucho miedo. Le temo más que a ninguna otra cosa. Imagino que es sólo
apariencia, y que oculta el infierno. Pienso que es no ver a mis hijos mañana.
El mundo será maravilloso dicen. Y no sé en qué se basan si hasta una llamada
de teléfono basta para que se acabe todo. Debemos vivir fuera de las pasiones,
de los sentimientos. En la armonía de la obra de arte lograda. En ese orden
encantado. Deberíamos amarnos tanto como para vivir fuera del tiempo,
distantes. Distantes.
El pensamiento deja en el camino de fecundar una
idea, los montículos de algunas emociones. Va sobreponiéndose a las volteretas
del lenguaje un sentir que por ahora, no tiene permitido el sosiego. Compuesta
de vibración estrafalaria, la idea se remarca, los signos no le alcanzan.
Sin embargo, te encuentro en una huella. De
enmudecer son tus confesiones. El grato desandar por la anécdota caliente se
multiplica con el transcurso de la conversación. Una palpitación cargada de
erotismo súbito. La aventura del sexo y su energía creadora, supone verte en la
desnudez, de la que no te intimidas y de la que nada te cubre, ni siquiera
allí, en tu propia metafísica. Una forma de caricia en tus partes pudorosas,
aquellas que delatan cuanto placer reprimido o cuanto más, hay que soltarse.
Entonces, el lenguaje “perturbador”, ya es capaz de fabricar su estímulo en el
cuerpo, y tu posterior fluidez.
Antes
de que las oraciones describan como es tu piel, ya voy recorriendo despaciosamente, el camino de la comprensión exacta que incluye acariciarte,
tomarte el gusto. Sé que librarme de esta adicción que me causa beberte todos
los días, puede apagarme de tristeza.
No
hay nada que no remedie el tiempo, pero una lucha interna en la memoria, se
inicia para hacerte más opaca en mis soledades. Soledades pobladas de infinitos
silencios, de dolorosos quebrantos, de orfandades irrecuperables. “Las tengo”
en fríos inviernos o en veranos tórridos, en que hasta el sol extraña, o siente
añoranzas de tu cuerpo que no puede entibiarlo.
Sí así, es capaz de sentir hasta el astro supremo ¿que más profundo y grande es mi
dolor cuando no viene esa alegría que se alimenta de ti?
Y… ¿como es el amor en una mujer exageradamente
erotizada?...
¿Es allí, donde se siente que la vida transcurre
con más intensidad?
¿Pasa por esas minúsculas fibras para afirmarse en
el disparo de pesadas hormonas que fluyen?
Octaedro
De todos los fuegos...
"La primera virtud del conocimiento es la capacidad de enfrentarse a lo que no es evidente" (Jacques Lacan).
De buena fibra
Cumplir con la promesa
Octaedro
Tu ternura:
Ahora, sosegado, como en
la calma de algún atardecer que se lleva el caudal de un día de plenitud, me
sustraigo con tu andar. Mi línea de observación, de repente, te encuentra como
jugando con leyes de equilibrio. Descubro que, es de elegancia distinguida el
ritmo que provoca tu cuerpo. La gracia de cómo tus pasos van repitiéndose y que,
con un mínimo esfuerzo, prácticamente, no hay ningún roce sobre el suelo.
Un vestido muy liviano, apenas holgado, deja
ver como vibran tus ancas, el instante exacto en el que tus pies cumplen con
cada paso, y es de tus pechos que, golpea un latido de donde parece
desprenderse el perfume de la vida.
Es una fiesta en los ojos que reserva
el detalle de tu perfil. Te mueves desprendiendo luminosidad, supone eso también,
una especie de danza sin siquiera delatar “la especulación” de “querer
seducir”. Es tan solo, la actitud de trasladarte de un lugar a otro.
Asumo que, mis ojos pierden certeza,
pues te contemplan en todo, con la admiración de quien se siente íntimamente
atraído. Pero será imparcial, el que pronuncie un halago por lo merecido que
tiene tu melena, respira naturalmente, como si fuera a largar un suspiro a cada
lado donde se inclina y vuelve.
Sé que no debería, pero puedo
detenerme en el gesto preciso del cual se edifica tu ternura. Cuando la tarde
pinta el color rosado del acaso, cuando las vibraciones del fulgor que te
acompaña, deslumbra, cuando del llano se adueña una brisa que acerca tu aroma a
mi soledad, de tus facciones, se dibuja una especie de conjunción profunda
entre tu ser y lo que te rodea. Entonces, solo por tu cercanía hacia donde me
encuentro, también, me hago un acreedor privilegiado de ella, “tu ternura”.
De todos los fuegos...
“Psicoanálisis y literatura son la misma cosa” (Julia Kristeva)
“Los
carburistas del bocho” (ver al pie, vocabulario técnico):
En
algún momento de la vida, tal vez, en esos en los que deambulamos por algunos
laberintos del pensamiento sin que podamos orientarnos con precisión. O aquellos
instantes en que solo encontramos recovecos cargados de angustia, o al comparar
nuestra conducta con respecto a otros y nos encontrarnos desfasados o en contraste
con el resto del mundo. Posiblemente, cuando vislumbramos “el nacimiento” de
nuestro carácter irascible, o sintamos alguna necesidad de mirar nuestro
interior para saber más de nosotros, hasta en esos momentos nos recomiendan a
personajes que se dicen “psicoanalistas”, y que detrás de un escritorio o en la
posición freudiana (paciente al diván, terapeuta en la silla) intentaran saber
y a la vez, quizás, encontrar algunas respuestas para nuestras almas
angustiadas.
O
simplemente, al postularnos a un empleo, nos chocamos con “el selector” que,
tal vez, no es ni más ni menos que un/a señor/a de “esta profesión”.
En
cierta oportunidad, “el postulante” muy joven, se presentó a una entrevista de
trabajo a la dirección indicada, en la cual fue recibido en un consultorio de algún
susodicho “carburista del bocho”, a partir de ahora llamado, también, “terapeuta”
o como quieran nombrarlo.
El
hombre que atendía en aquella oportunidad, para hacer honor a don Sigmund
Freud, tenía su barba tupida, crecida y prolijamente cortada a la medida y tamaño
de las fotografías de don Sigmund. Pipa en mano, mirada penetrante, voz grave y
engolada. Comenzó con un interrogatorio tan extenso y por demás intimo que
predispuso mal al entrevistado. Este último, sorprendido, ya que todo lo que
decía era anotado por “el selector”, apenas si quería postularse -este joven- como
“alguien que organizara con eficacia a personas e infraestructura de algún
lugar para la fabricación de algún producto” y este señor, le estaba haciendo
preguntas de “¿Cómo es su padre o su hermano?” O “¿si fuera un animal que
animal le gustaría ser?” O “¿si fuera un vegetal?” Etc. etc. etc.
Transcurrido
un lapso importante, con innumerables preguntas ya contestadas, quedaba latente
para él -el entrevistado- una evaluación técnica que, según creía, era necesaria
de tener en cuenta, sí él estaba capacitado o con preparación suficiente para
realizar el trabajo al que se postulaba. Eso solo, fue una expresión de deseo
en su mente, ya que el “entrevistador” luego de proponerle que haga algunos
dibujos y agregue algún texto, le dijo a “su entrevistado”
-Aquí
finaliza la entrevista.
No
conforme con esto, el postulante le preguntó al “selector”:
-¿Por
que no hay una evaluación técnica sobre mi preparación y experiencia laboral?
–a lo que contestó “el entrevistador”:
-Algunas
empresas prefieren hacer una selección de esta manera. ¿Le incomoda algo?
–repreguntó “el selector”.
-Por
supuesto que algo me incomoda, que es eso de andar contestando si fuera yo un
vegetal -cosa que nunca me he preguntado en mi vida- y en que puede ser
influyente para una evaluación de este tipo de postulaciones. O de hablar de mi
madre o de mi padre. Sí sabía todo esto, ni siquiera venía, pues casi lo tomo
como una invasión a mi intimidad.
Puede
la empresa adoptar cualquier sistema de selección, pero en principio requiere
de alguna explicación de su parte y por lo menos, hacer un acuerdo con su
entrevistado.
-Esto
es el consultorio de un psicoterapeuta y parece que usted es renuente a creer
en la psicoterapia –contestó “el doctor”.
-
Que yo crea o no, ya es de mi particular forma de ver las cosas. Le pregunto ¿que
evaluación ha sacado usted de mí?
-Yo
creo que usted necesita terapia. No me postulo como “su” terapeuta pero bien
podría recomendarle algún colega.
Esta
última frase no dejó de sorprender al entrevistado. Y lo hizo repreguntar con
ansiedad.
-¿Cual
es su diagnóstico como para decir que yo necesito terapia?
-Eso
no lo voy a decir -contestó el “carburista”.
Ya
muy contrariado con toda esta entrevista, se retiró “el postulante” masticando bronca
y algunas palabras o frases que se le escaparon;
-parece
que este me tomó por “pifiado”.
Así
transcurrieron algunos días y una nueva llamada telefónica aumentó las expectativas
del postulante.
La
persona que hablaba en esta oportunidad era una mujer, se identificó
acompañando el nombre del “doctor” que había realizado la entrevista anterior, y
que “ella” también, era psicoterapeuta que quería aprovechar la oportunidad
para “invitar” al postulante a “un laboratorio psicológico”.
Esto
dejó casi mudo al joven que estaba escuchando el argumento, sin embargo,
reaccionó para informarse:
-¿Qué es “un laboratorio psicológico”?
-"Técnicamente",
consiste en reunirnos un fin de semana completo en un casa, en los que estarán
personas que están siendo tratadas y usted, mas los terapeutas. Entre ellos,
estoy yo. Alguna de las pautas a seguir es que no se tendrán relaciones sexuales
entre los participantes. Al final, se hará una “charla de evaluación” -contestó
la “carburista” del otro lado del teléfono.
Como
la curiosidad iba en aumento, el postulante preguntó con una carcajada
retenida.
-¿Ustedes
creen que “soy un espécimen de laboratorio” que les gustaría estudiar?
A
lo que la supuesta “doctora” agregó.
-Solo
nos gustaría que usted participe.
-¿Como
sería esa participación? digamos, habría que llevar comida o algún que otro
requerimiento.
-No,
eso ya está arreglado.
-¿Y
yo debo abonar algo?
-Por
supuesto, debería abonar nuestros honorarios.
Espontáneamente,
se disparó una carcajada del joven y se le ocurrió preguntar cuanto saldría dichos
honorarios por participar del “laboratorio psicológico” y sí era posible tener
en cuenta que él, iría como invitado, tal vez se moderaba el precio. Al
escuchar el monto de lo que le costaría su participación en dicho “laboratorio”
–que consideró un dineral- el muchacho pasó de la sonrisa a la seriedad absoluta
y luego, a sonrojarse, e inmediatamente, dijo:
-No,
gracias por la invitación, y agradezca Usted que se encuentra bien lejos de mi,
pues me encantaría por lo menos tirarle un poco de los pelos para que sepa bien
que es para mi, “tomar a alguien de los pelos”.
Así
terminó la primera y mínima anécdota con algún “carburista del bocho”.
Vocabulario
técnico:
carburista
=especialista en puesta a punto de carburadores de auto
bocho=
cabeza
pifiado=
loco
Perezcuper
"La primera virtud del conocimiento es la capacidad de enfrentarse a lo que no es evidente" (Jacques Lacan).
UFFFFF TERAPIA
La terapia es cosa seria.
Conozco personas opositoras que
argumentan: “yo nunca le contaría mi vida a un extraño, por eso es que no hago
terapia” y terminan contando sus problemas al del asiento de al lado del
colectivo, al peluquero (gran terapeuta sin título) o al primero que se le
cruza por ahí, dispuesto a prestarle una oreja.
Otro argumento es el famoso: “yo no la
necesito, resuelvo solo mis problemas” y uno lo mira pensando “bueno
parece que aún no descubriste cuales eran, porque… en fin, desde acá afuera no
se ven muy resueltos”. Es que en verdad estos son los que más lo necesitan
aunque nunca lo van a admitir.
Y otro grupo importante es aquél que
aunque no lo necesite, se transformó en un adicto a la terapia. El terapeuta
tratando de dar el alta y el paciente que lo niega o en otros casos lo acepta,
pero al poco tiempo busca un nuevo terapeuta.
Dentro del grupo: “bien, no me queda
otra que buscar ayuda”, me encasillé yo y allá fui buscando respuestas que no
tenía.
Fue toda una odisea, de consulta en
consulta, es que encontrar aquel que nos caiga bien es tan complicado como
conseguir el ginecólogo para la mujer o el urólogo para el hombre, tareas
difíciles si las hay.
Uno me dio un diagnóstico con solo quince
minutos de charla y era tan desacertado que me causó gracia.
“Usted tiene el síndrome del nido vacío,
es que la mujer a cierta edad se siente mal con un hijo adolescente”, eso me
dijo y yo pensaba ¿Qué? ¿Cómo? ¿Yo síndrome del nido vacío? Pero si yo soy
feliz con un hijo adolescente ¡recuperé mi vida! Nada de anda a hacer la tarea,
nada de donde te dejo para poder salir, no, no, en verdad ¡estoy feliz!
La segunda se olvidó que yo tenía cita y
me plantó, si así fue, una hora la esperé y nunca llegó.
Y al final la encontré. Si esa era la
psicóloga que buscaba y allí estaba.
Ahora debía pasar la otra etapa y esto
es lo que siempre cuestiono a los psicólogos y ninguno sabe responder o ¿acaso
será un secreto que los acompañará de por vida?
¿Por qué en la primera consulta nos
hacen tantas preguntas que no terminamos de contar? Y entre el fijar horario,
tarifa y modalidad, información sobre la corriente psicológica a la que
adhieren y etcéteras se termina el tiempo y ya nos tenemos que ir con todo eso en
la garganta hasta la próxima cita (con suerte, si nuestra obra social nos
permite, esta será dentro de dos días y si no una semana después).
¿Porque el límite de tiempo? Entiendo
que con el transcurso de la terapia los treinta o cuarenta y cinco minutos
alcancen, pero al principio, cuando uno tiene tanto para decir, ¿no hay forma
de extenderlo o hacerlo ilimitado? Es que uno tiene tantas cosas guardadas
adentro y cuando al fin logramos soltarnos y hablar, miran el reloj y nos dicen
“bueno, seguimos la próxima”. Uf y ¿ahora qué hago? ¿Cómo me vuelvo a mi casa
con todo esto?
¿Por qué lo monosilábico? ¿Es que en la
universidad no les enseñan palabras además de mm, ah ah, aja y a poner cara de ¿no
pienso gesticular? Lo más largo que dicen es la matadora frase “¿y usted qué
piensa de eso?” y a mi mente se viene la respuesta “si yo pudiese pensar algo
sola no estaría acá”.
Y así, entre dudas y respuestas que
logré yo misma, transité mi terapia, dos años exactos, en los cuales mi
psicóloga estaba empeñada en que usara mi cabeza y escarbara en ella, hasta que
al fin encontré algo sensato que se pudiera considerar una respuesta a mis
problemas. En ese tiempo transcurrido me di cuenta que en verdad la vida
contada en cuentagotas me sirvió para descubrir que al final yo tenía
todas las respuestas.
Y alguno me pregunta, “¿pero sirve en
verdad?” y si, sirve en verdad, a mi me sirvió para darme cuenta que al final
lo único que tenía que hacer era derrotar mis fantasmas, creer en mí y seguir
adelante.
De buena fibra
Cumplir con la promesa
Mi hermano y yo teníamos entre cinco y
seis años, tal vez algo menos cuando llegó a trabajar a casa Margarita. Nuestra
querida Margarita. Mamá no pasaba en ese entonces de 26 años y Margarita tenía
20, pero sabía mucho más que mamá en cuanto a llevar una casa.
Supongo que la cercanía de la edad las
hizo llevarse tan bien, las dos se pusieron a estudiar costura, recuerdo eso
entre otras cosas, como las nuevas recetas que aportó Margarita al menú
familiar. Ella había trabajado antes en otra casa donde la señora le había
enseñado "todo". Yo supongo que ese "todo" sería saber como
limpiar, cocinar, lavar y planchar.
Una de las labores de Margarita era
quedarse en la casa a cuidarnos mientras mamá realizaba sus habituales
salidas. . Y a nosotros nos encantaba quedarnos solos con Margarita por
que la casa se convertía en fiesta infantil. Poníamos discos de Parchís, si,
"discos L.D." y comenzábamos a bailar. Asaltábamos la despensa en
busca de dulces y Margarita preparaba postres.
Ella no había estudiado educación
inicial pero era una experta en inventar y armar juegos educativos donde nos
enseñaba a sumar y multiplicar. También disimuladamente nos hacia ayudarla en
las tareas domésticas en forma de juego. ¿Quien dobla mas ropa? ¿Quien baja la
bolsa de basura mas rápido? o hacía competencias como: el que gane recoge la
ropa tendida para que ella la planche. Las vecinas le decían a mamá: cuando
usted sale la empleada pone la música a todo volumen y es un alboroto su casa,
pero a mamá con tal de deshacerse de nosotros no le importaba mucho y decía:
son chicos señora, son chicos…
Cuando salían mamá y papá y llegarían
bastante tarde, ella nos acostaba y nos dejaba ver TV un rato y nos leía cuentos.
Llegado el primer año de trabajo de
Margarita, le tocó salir de vacaciones 15 días, que es lo que se acostumbraba
en esos tiempos. Fijó la fecha y se fue de vacaciones a su tierra, a la fiesta
de su tierra con miles de recomendaciones de mamá que se cuidara de que la
"roben," ya que es una costumbre de fiesta de pueblo que el galán
robe a la novia y se vayan a vivir juntos, o la devuelva embarazada.
No hubo distracción alguna inventada por
nuestros padres que nos hicieran dejar de pensar en Margarita. Y ¿sí no volvía?
y ¿sí la robaron? o ¿sí sus papás no querían que trabaje más?
Todos esos pensamientos aterradores se
cruzaban todas las noches por nuestras cabecitas. Pero las próximas vacaciones
no la dejaríamos viajar nos decíamos, por lo menos tendrá que hacernos un
juramento de que volverá.
Pero Margarita volvió, tan llena de
regalos para nosotros, como llena de regalos había viajado a su pueblo. Nos dio
un gran abrazo a nosotros "sus niños", que había informado a su
familia que niños mas buenos y mas lindos que nosotros no había en
el mundo.
Esos días fueron de navidad en la casa,
todos los días eran alegría, aún cuando tuvimos que comenzar el ciclo escolar,
ella siempre nos esperaba en la puerta de la casa cuando volvíamos del cole.
Siempre encontrábamos a ella y mamá en la cocina preparándonos algo rico y nos
aliviaba de nuestras pesadas mochilas (vieja costumbre peruana de cargar a los
niños con tantos libros y cuadernos). En resumen, Margarita se convirtió en
parte de nuestra familia y nuestras inocentes mentes infantiles imaginaban que
ella estaría con nosotros para siempre y no se casaría jamás.
Pero una tarde...Margarita volvió de
"sus clases" con césped seco en la espalda de su suéter y mamá dedujo
inmediatamente que tenía novio.
-Ah, no ¡hijita! -dijo mamá- no, no y
no. Que tu no eres una chica cualquiera, y si tienes novio pues que venga el
mozo a dar la cara. Que de acá, tu sales casada de blanco.
Así que al domingo siguiente, día en que
salía Margarita de descanso, apareció el temido y siniestro muchacho que un día
nos quitaría a Margarita. Eran un muchacho joven como ella, delgado y no muy
alto, al que inmediatamente papá bautizó como "cuarto de pollo". Era
blanco y abuela inmediatamente opinó que con ese chico mejoraría la raza
A partir de ese día, “el cuarto de pollo”
venía a recoger el domingo en la mañana a su novia, y la esperaba dos o tres
horas que era lo que ella demoraba en bañarse, secarse el pelo y acicalarse. A
veces no salían y se quedaban en casa jugando con nosotros o viendo televisión,
luego íbamos a alguna cafetería a comer algo rico.
“El cuarto de pollo” era listo y nos
había ganado con chocolates y galletas. A veces venía los días de semana y
entre los dos, nos llevaban al parque a jugar y cuando nos distraíamos se daban
besos, y nosotros reíamos emocionados comparando a Margarita con alguna heroína
de telenovela. Nos gustaba verlos juntos, a nuestra corta edad ya percibíamos
que ellos hacían bonita pareja.
Y pasaron los meses y Margarita tuvo que
volver a salir de vacaciones pero esta vez no viajó a su tierra, se
quedaba en casa ayudando en alguna cosa ligera y salía con “el cuarto de pollo”
o con alguna amiga. En dos oportunidades nos llevó a pasear al campo en
microbus, que emocionante fue para nosotros subirnos al micro, nos sentimos
hombres de mundo.
En esas vacaciones Margarita decidió
estudiar costura mas especializada y se matriculó en un Instituto.
Y pasó otro año más y esta vez Margarita
si quiso viajar a su tierra, a la fiesta de los carnavales, luego de muchos
preparativos y compras fuimos todos a la estación de buses a despedirla, entre
besos y abrazos y la promesa de volver, se fue Margarita a ver a los suyos.
Esta vez no contamos los días esperando
su retorno por que estábamos segurísimos que ella volvería, lo había
prometido y pasamos las dos semanas entretenidos en la playa sin ninguna
aprehensión.
Pero llegó el día señalado para su
regreso y nada, no llegaba Margarita...comenzó la ansiedad, la angustia, otra
vez nos decíamos: y ¿sí no vuelve más? pero inmediatamente recordábamos la
promesa y respirábamos tranquilos, "Volverá", nos decíamos.
Pasaron algunos días más y la
preocupación se dejó ver en el rostro de mamá. Y
-¿Sí le ha pasado algo? –Comentaba.
-¿Qué le va a pasar? -respondía escéptico
mi padre- seguro salió embarazada y por eso no vuelve.
Y a los días siguieron las semanas y
Margarita no volvía, y a la angustia le siguió la tristeza, y a la tristeza
la resignación. Margarita no volvería.
Por meses la ausencia de Margarita fue
el tema de la familia y allegados. ¿Por que no volvía Margarita? ¿encontró otra
casa donde le pagaban más?. Imposible decíamos nosotros, Margarita jamás nos
cambiaría por unas monedas más comentábamos dramáticamente, seguro se murió y
no supieron como avisarnos.
-Esa chica salió embarazada, por eso no
volvió. -seguía afirmando papá.
Cuantas noches lloramos en silencio por
Margarita (sin saber que ella hacía lo mismo por nosotros). Yo soñaba que abría
la puerta y allí estaba Margarita. Es que era inexplicable su silencio ¿por que
no llamaba? ¿por que no escribía? y papá seguía diciendo.
-"esa chica salió embarazada"…
-Calla hombre. -decía mamá- si el novio
se quedó en Lima ¿como iba a salir embarazada?...
Y pasó el tiempo, y aunque el tiempo
trajo al olvido, no dejábamos de pensar en ella. Ella prometió volver me decía
a mi mismo, yo sé que un día volverá y se me hacía un nudo en la garganta
producido por el miedo de no verla nunca más.
Tenía diez años yo cuando hizo su
triunfal arribo a este mundo nuestra preciosa hermanita, quedamos
inmediatamente enamorados de ella y nos olvidamos de todas las Margaritas
del mundo, llegábamos de la escuela directamente a ver a la bebé previa
lavada de manos para pelearnos por alzarla y darle besos en las mejillas
sonrosadas. Y ante tan buena bienvenida a la hermanita, mamá decidió
obsequiarnos con un hermanito más, al que acogió mi hermano como su protector
dejándome para mi solo a mi querida niña.
Pasó el tiempo y ya daba pasos el
hermanito nuevo cuando un buen día abro la puerta y ¿que veo?... ¡MARGARITA! …¡MARGARITA HABÍA VUELTO!
Me quedé paralizado, y ella también...
no sé cuanto tiempo pasó hasta que escuché voces detrás de mí.
-Margaritaaaaa -decían todos- Margaritaaaa.
Margarita no venía sola, tenía un
niño de la mano, un niño de tres años y detrás de ella estaba “el cuarto de
pollo" con otro niño en brazos. Margarita tenía ¡dos hijos!
Mirando y escuchando a todos en la sala
hablando y riendo, poniéndose al día con explicaciones, imaginé que algo
parecido sería el cielo, sentía que estábamos completos, más que completos por
que había cuatro nenes más.
Tenía razón papá, Margarita no
volvió por que había estado embarazada, se habían casado inmediatamente y se
habían ido a vivir con la familia del “cuarto de pollo”, que ya había ascendido
a "medio pollo" por que había ganado peso. Les nacieron
dos hijitos hombrecitos que la hicieron sentir con sus sueños realizados. Tenía
vergüenza en volver pero no nos había olvidado, tardaron en
armarse de valor pero volvieron a la que por un tiempo había sido su
familia.
Siempre quise tener dos niños como usted
señora, le decía a mamá, y los crío igualito a usted añadía. Y papá se mordía
la lengua para no decir: yo ya sabía, esa chica salió embarazada...
Y se repitieron las visitas de la nueva
familia y nosotros los visitábamos a ellos. Margarita trabajaba cosiendo y le
hacía vestiditos a mi hermana y la miraba con ganas de tener una niñita ella
también. Ni se te ocurra, le decía mamá, que te nace otro hombre. Y
Margarita asentía y seguía mirando embelesada a mi hermanita.
Ha pasado tanto tiempo, los hijos de
Margarita ya se acercan a los 30 años y nos tenemos agregados en el facebook. Y
“el cuarto de pollo” ahora es pollo y medio con papas y Coca cola incluida
de lo gordo que está. Margarita ya no trabaja y se apresta a ser abuela. En
unos días ellos y sus hijos leerán esta historia, esta tierna historia que hizo
que dos niños aprendan a confiar en el cariño y las promesas. Margarita volvió,
cumplió su promesa.
Yoda
Yoda