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San Martín: El autor 2012 ISBN 978-887-33-0957-4 CCD B863

martes, 24 de abril de 2012

Crónica de una “pantalla viva” - Poesía: 1
                                                          Apenas “entro”, “el audio” trae una melodía que invita. Sin necesidad de remarcar el maltrato que sufre el lenguaje (jajaja) -obvio, que me incluyo en esos horrores- me imagino el ritmo de “teclados frenéticos” por como se van consumando las frases, o monosílabos que alimentan “la sopa de letras”.
      ¿Suben o bajan los distintos caracteres?
      Se remarcan “las entradas y salidas”. Los “visitantes” anteponen sus disposiciones. Algunos exagerados en el tamaño de la letra, u otros, tímidos, se acomodan en el listado “sin siquiera darse a conocer”. Se multiplican variadas determinaciones. Por instantes, predominan los saludos cordiales. Tantos, que llenan algunas “páginas”, que solo se interrumpen con algo que trae el participante más inquieto o aquel transgresor, que propone una forma distinta, un enunciado que siempre, queda incompleto.
      Se forma un largo “autobús” lleno de “personajes”, en el que se acumula lo de la superficie, lo que no llama la atención, o de repente, lo que puede traer sorpresa por como se suceden argumentos, textos escritos o declamaciones, peleas varias, o tan solo música para compartir. Momentos de vertiginoso deletreo en el recorrido en la pantalla o con el mic en disputa, que “sufre de tironeos y cachetazos”. De reclamos apasionados, de efervescencia en las peleas que incluyen sus pequeñas mezquindades, las ironías  e insultos hirientes.
      Nadie quiere ser tan indiferente a lo que sucede allí.  Se va conformando “un juego” solo imaginado por algunos “participes ocurrentes”. Se va pergeñando el diálogo intimista sobre esa “pizarra iluminada” o tal vez, con mucha más ebullición, en la ventana de “los privados”.
      La poesía aun no brilla, se puede sentir apenas algún suspiro.
      De lo que se ve, se va pergeñando “la pantalla viva”.


Nada se despega de nosotros, de cada uno que edifica su propia soledad.

*“Cuando la soledad se hace carne con nosotros... se hace parte de nuestros huesos...parte de nuestra alma, ya no estamos solos...así vamos construyendo y edificándola... hasta convertirla en una esfinge a la cual idolatramos, dificultándonos comulgar con el otro”.
(*Extraído de una conversación).

     Parece que hay un desfile de ínfimas vanidades que forman la lista de nombres o nicks, que despertarán curiosidad a la hora de frecuentar la sala de chat. La de Poesía, tiene sus propias características. Desde un resumen pequeño y certero del pensamiento del que se hace dueño de un apodo, desde las mezquindades más baratas, o los divagues de unas cuantas psiquis quebrantadas, o los tejidos de metáforas cursis o de “ventanas” que alimentan la búsqueda constante de lo bello y llegan hasta la inspiración más profunda.
     De todo como en la feria. Historias pequeñas, algunas de grandes suspiros. Otras que se visten de fantasmas o se transparentan para pasar inadvertidas. La mayoría  de esas historias con un tráfico de trastos mínimos, de “baratijas”, sobre comentarios y chismes. Ahí está, algún condimento principal de la convivencia.
      Se entrelazan amistades fuertes y suponer alguna historia de amor, nunca es descabellada, aunque la mayoría, solo se concreten en las palabras. Aunque existan las excepciones que confirman alguna regla. Y seguro, que los supuestos traerán la cadena de confusiones. Los desamores se notan más.
      La cordialidad se interrumpe con una mínima acentuación en alguna frase y es algo muy sensible, que se muda de una sonrisa a una agresión, sin paracaídas que amortigüe.
     Posiblemente, en una noche de desvelo aparecerá con su impronta, algún pensador “revolucionario” y también, aquél al cual se le esfumaron las ideas. Esto último es demasiado común.
     Desde siempre, “la poesía” no tiene el mejor papel  protagónico. Sin embargo, como en todo lugar virtual que se puede exponer, están los poetas heroicos y los que perderán sin remedio. Solo habrá que armarse de paciencia.
     “Una nube de mamertos” se acerca, cada tanto, para interrumpir con cierta crueldad cualquier forma de expresión. Creando un caos que choca.
      Entonces, alguna especie de tragedia en forma de letras tiene el privilegio de adueñarse de un espacio importante en la pantalla, pues las palabras, siempre cargan con su cuota emotiva.
     Los emoticones ya son del lenguaje cotidiano y de recurso envidiable, pero nunca serán mejor que las palabras escritas.
     Tal vez, hacer una crónica de lo que se lee en la sala y sus protagonistas, de lo que queda impreso en la pantalla, no tenga la fluidez de un texto lineal y ni siquiera forme, aunque sea, un discurso dadaísta, o algún “cadáver exquisito”, pero cayendo en una frase hecha, se podría decir: “sospecho que en algún momento se irá conformando un hecho artístico”. Están las obras, algunas inconclusas y sus autores. A la vez, los mismos participantes son los espectadores. Todos los “sabores” que requiere “el hecho”.
     Por ultimo, está latente “la poesía”. Eso, revitaliza. Desde alguna esquina de cada uno de nosotros, puede que se esconda la convicción de que “el poema” traiga algo “que nos cambie por dentro”. Y sí eso se ejercita, “puede cambiar el mundo”. Es el verdadero anhelo de aquellos que  vuelcan su energía, en que mas allá de quien sea su autor, “la poesía” perdure.
     Con una frase de Borges finalizo: “El hecho estético, tal vez, sea la inminencia de una revelación que no se produce”.





        La tarde se puso aburrida y reparé en que Luis, chateaba, entusiasmadamente. “Entra” me dijo. “Te haces un nick gracioso y te diviertes”. Y entré. ¡Que cantidad de nicks que había! Yo era “Rocky” (jajaja). Muchos y muchas me saludaron y me gustó la letra rosa casi fucsia de cierto nick : “crazy for you” (jajaja). “Que nick más ridículo”, pensé.
        Al poco rato comenzaron las bromas. Doña “crazy…” se fijó en mi y me hablaba, yo seguía el juego y le dije “que la iba a secuestrar y traerla a Lima”. “Soy de Lima”, me dijo, “de San Juan de Lurigancho”… ¿que? ¿Con que se come eso? ¿Donde diablos queda ese lugar? jajajaja.
         El juego seguía y nos despedimos. “Mañana sí, te secuestro”, le dije a la niña y me fui. No debí haber vuelto más, pero para necio, llamen al suscribe. Entré y ahí estaba, “crazy for you” y veinte nikcs más.
-¿Trajiste la escalera? dijo ella.
        Le dije:
- Sí, sí. Nos escaparemos en moto. Jajaja.
       Y me mandó el primer privado. Esos privados que detesto.
-¿Cuanto mides? ¿Tienes foto? ¿Eres blanco? ¿Negro? ¿Cholo?...
         Le dije:
-¿Por que tanta pregunta? ¿Te vas a casar conmigo? (Jajajaja).
       La niña me puso cam... ¡por Dios!… ¡¡¡ que ojos!!! Hermosa como una virgen era la chiquilla, no tenía más de veinte años y era bella. ¿Que hacia una niña tan bella en San Juan de Lurigancho? Estaba tan impresionado que no reparé en la ortografía...ufff… era de esas que escriben: “¿haber?” para mirar algo. (Jajajaja). Bueno, no me iba a casar con ella ¿no? Y así se sucedieron noches. Noches de diversión que poco a poco se tornaron en noches de confidencias.
       Era casada con un cobrador de microbús... (Ahí nomás, tendría que haberme escapado). Vivía con su marido y una hijita de dos años. Tan bella como la madre. Él la maltrataba. Ella no lo amaba. Estaban juntos a raíz del embarazo inesperado de ella. Escribía desde un ciber. Era su distracción y diversión. Dejaba a la niña con su padre. No tenía madre, la chica, con razón era así. Tan descuidada e irreflexiva pero dulce y fresca a la vez. A veces me contaba de sus pleitos y problemas. A veces, la charla volaba a los terrenos de la fantasía.
    Me decía; “háblame de ti”. Yo le contaba cualquier cosa. ¿Que le iba a contar a una nena de veinte años? ¿Que tenia un amor imposible?... ¿que me conformaba con el cariño de ese amor, tal vez, correspondido  pero reprimido?
        Le hablaba de campamentos. Del amanecer en la playa (ella no conocía las playas del sur). Le contaba de lo bello que es el amanecer y contemplar el sol y la luna juntos. Juntos pero  separados.
-Yo soy la luna y tú el sol. Nunca estaremos juntos -me decía ella.
     Un buen día me mandó un power point. Ella misma lo había hecho.
Hablaba de la luna y el sol. Que se amaban pero jamás podían estar juntos. Tan solo se encontraban un momento. Me dijo: “tu eres el sol y yo soy la luna” ¿Era una declaración de amor? Lo cierto es que ya existía un compromiso, acudir a la cita con ella, diariamente. Me distraía que me cuente sus cosas. Sus costumbres. Sus festividades. Me parecía increíble que a tan sólo a una hora y media de Lima, existiera otro mundo tan distinto al mío. Seguían las bromas y los juegos. Los secuestros y las insinuaciones. Comenzaron las palabritas “de amor”. Mi cielo, corazón, cariño...los te quiero… (Nunca se pronunció un… "te amo”). Yo me preguntaba ¿Hasta cuando seguirá esto? era agradable estar con ella, una alternativa a las horas vacías saliendo del trabajo. Parecía algo inofensivo. Jamás hubo sexo o cibersexo o como diablos se llame. Jamás una falta de respeto para ella y su condición de casada. Yo solía decirle “Ojos hermosos”…por que lo eran. Que de historias me contó, creíbles todas. Que la quisieron prostituir alguna vez. Totalmente creíble. Que ganas de protegerla que sentía...pero la razón me detenía.
        Se me ocurría a veces, la loca idea de casarme con ella. Sacarla de ese submundo pero ¿y mi familia?...Seguro me internaban en el manicomio. ¿Como se las iba a presentar?..Y tampoco la amaba…apenas sentía ternura por ella.
        Yo le sugería que estudie…nada que ver. No me hacía caso. Le daba ideas para un negocio, nada...no hacia lo mínimo por salir de esa situación. Si bien no pasaba carencias económicas, vivía en un sitio feo y ordinario. Es que ¿no quería salir de ahí?

       Una mañana de mayo…primero de mayo. Día feriado. Me conecto por si estuviera, y la encuentro. (En que mala hora me conecté).
       Me dijo:
-Ayúdame. Ven a buscarme.
       El marido le había pegado. No fuerte, pero le había pegado.
-Denúncialo -le dije, pero no quería, solo necesitaba hablar. Hablar y hablar pero personalmente.
      Repitió:
-Ven a buscarme. Te necesito hoy. Quiero conocerte. Búscame y llévame a conocer el mar, quiero caminar por esa playa que me contabas. Esa playa tan grande que no alcanzas a ver el final de la orilla. Esa orilla que se pierde en la bruma. Caminemos por esa arena marrón  humedecida por el agua, dejemos nuestras huellas por unos minutos en ella. Ven, llévame de la mano unos minutos. Quiero sentirme segura a tu lado.
       Y uno cede a la tentación.
-No conozco por donde vives Erica. Jamás crucé Acho. Yo voy a darte el encuentro. Ve al centro de Lima.
-Donde -dijo ella.
-La alameda Chabuca. ¿Conoces? Estaciono en el correo central. En la puerta que da al  palacio de gobierno.
-No no. No conozco eso –Respondió.
- Entonces frente a la sombrerería (que ya no existe hoy)
-No conozco la sombrerería
-Ok ¿El café Haití?
-¿Donde queda?
-Niña ¿Que es lo que conoces tú de Lima? Mira, el café Haití está al lado del palacio de gobierno. En una plazuela que tiene una fuente de agua.
-Ah, sí. Sí conozco eso.
-Pues ahí estaré, tomando un café
-Síii, ahíii.
-No me hagas esperar que soy ansioso.
       Y llegó la niña de los ojos hermosos. ¡Que ojos por Dios! Eran mas bellos vistos de cerca y en persona. Era bella la niña y escucharla era mejor que leerla. No hablaba con faltas ortográficas.
        Su voz era dulce y suave, sus manos blancas y pequeñas. Y la llevé al mar. Lejos. Al sur, a la playa de San Pedro y lejos de caminar de la mano romántica y melancólicamente por la orilla del mar, nos volvimos niños por un rato. Jugamos a salpicarnos agua a correr y reír, reír, reír y reír. Ella con la falda mojada, pegada a las piernas, yo con un short que tenía en la cajuela del auto para antiguas ocasiones marinas. Jugamos en la arena…nos tendimos a mirar el cielo…yo sabia que todo eso era maravilloso para ella, para mi, era una vez más en el mar…para ella tal vez, un recuerdo imborrable. Olvidé por un rato mi preocupación de ser asaltados. Comencé a interrogarla para que suelte lo guardado. Ella era presa de una relación sin amor, con dependencia, con maltrato. Era todo lo que tenía. Yo no podía ofrecerle nada. No la amaba, no podría amarla y era tan diferente… otro mundo, otra cultura, sin educación ¿que diría mi madre si la viera? Pasamos unas horas allí. No recuerdo cuantas. Permanecimos ahí, hasta que sentimos hambre. Le hablé de Lurin, los chicharrones, pues vamos, vamos a comer pan con chicharrón.
Y de vuelta a casa...¡¡ por Dios, que lugares!! ¿Eso es el Perú profundo? que va… los hay
peores. Esto era urbanizado, al menos. Pobre pero urbanizado y cuanta gente...gente por todos lados.
        Me enseñó el ciber desde donde me escribía… y la bodega de su amiga Doris, el mercado, la plazuela, el parque, el supermercado ¿que hacia yo allí? Envuelto en una aventura de Chat.
No hubo besos, ni caricias, tal vez, ella lo esperaba. No me atreví a abusar de ella. Hubiera sido abuso para ella, tal vez, fue desprecio. ¿Sabia ella de respetos y valores? Una flor silvestre y bella. Solo un beso dulce en la mejilla al despedirnos y me fui de allí, huyendo, esperando no volver a poner un pie jamás. Al día siguiente, no tuve valor para  desaparecer del chat y entré.
       Ahí estaba ella esperando, feliz. Por unos días todo siguió bien, hasta que un buen día me dijo:
-Me voy de viaje con unas amigas.
        No me gustó el asunto pero no dije nada. No se conectó unos días y me di por abandonado.
Cuando volvió de viaje ya nada fue igual. Yo, algo resentido pero aliviado, ella distante, tratando de demostrar que no se sentía obligada conmigo, algo se había roto.
         Poco a poco se fueron espaciando los encuentros hasta que me animé a no entrar más. Pero me quedó un sabor amargo, como un sentimiento de culpa, un interrogante.
        Hasta que...un  buen día, pasaba por el centro comercial y veo un grupo de chicas, de “esas de barrio  populoso”, reían y bromeaban, se dirigían a una discoteca conocida,  detestada por los vecinos de la zona. En eso, la vi. La vi entre ellas, quise desaparecer, que no me viera y no me vio. Seguía riendo como chiquilla despreocupada, como lo que tenía que ser a su edad.
        Pensé:
-¿Y el niño? ¿Con quien lo dejó? ¿Y el marido? ¿Sigue con él? A mí que me importa. Sentí un poquito de decepción pero a la vez, nuevamente, un tremendo alivio al verla alejarse. 
Recién ahí, me di cuenta que se puso fin, a esta historia triste.

Yoda.
                                                                                                                  

1 comentario:

  1. Buenísimo Yoda, da múchísimo que hablar con respecto a la virtualidad...me encantó.

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