Ella
Suelta, en el camino,
vuela ella, y va dejando
el aroma de las sonrisas.
El lugar donde juega su alegría,
tiene los colores de la inocencia.
Una palabra puede ser
la clave de su secreto,
y es en la mañana
esplendorosa,
que al mismo tiempo
nace su fulgor.
El aire tibio
recoge sabores dulces
que produce su aliento,
y entre pétalos que vibran,
su piel se convierte
en olas de terciopelo.
Desde que sus movimientos
alteraron algún equilibrio
de nuestro alrededor,
nada ni nadie reclama
volver
a ese estado anterior.
Es entonces, que deseamos
seguir festejando
la creación de su
nueva danza sensual
que invita a erotizarnos.
Esa, su voz,
pronuncia las palabras
solo, con el fin de
comunicarse,
pero deja latente este
embelesamiento,
de querer volver a
escucharla.
De
todos los fuegos… (dedicado a María)
La vida en su desandar va dejando un colorido inexplicable.
Se
enfrenta a la luz cada vez más tenue, una mirada que pierde su brillo y va
diluyendo las aristas remarcadas para convertir a los objetos en fantasmas inmóviles,
quietos, casi esfumados.
Mientras
tanto, hay que sostener la pesada carga de quien vibra sin conjugar con la
melodía que recorre todo.
Ahí
está, una tarde que nos mancha.
Ahí
está, también, esa brisa que descubre un rumor y es, tal vez, la sonoridad del
lenguaje en el que se expresa cada cosa viva o muerta que encuentra en su
camino.
Una
canción llena la melancolía.
A
veces, la tristeza es un sentimiento que elegimos.
Entonces,
viene bien saber que el sol que todavía entibia, es para no olvidarlo, y despierta
la creencia en “la eternidad de un instante”.
De
todos los fuegos…
“Pra voce”:
Atravesar el
silencio para hacerte llegar las palabras que encierran el consuelo de una
caricia.
-Sí… hay una
manera de llenar los silencios para espantar el desierto que dejan las
soledades. Te busco en la pronunciación de cómo recorre tu voz el lenguaje
dentro y fuera de mí… Entonces, me acomodo para encontrarte en el sonido
complaciente de los fonemas que transportan en el aire, suavemente, cada
palabra.
Abrigar la
soledad con la ternura de un rumor tibio que parte desde el aliento.
-Aquí, el
privilegio de escucharte sí se te escapa un suspiro. Sin querer escudriñar
sobre él, sin querer invadir sus secretos, solo acompañarlo con mi silencio y
que tenga “el camino” abierto para expandirse.
Perezcuper
(Extraído del
libro “Tratado del viento”, página 140)