Pienso en ese hombre que besa como si el mar fuera a
desbordarse,
Que siembra su sonrisa en mi piel con la altivez de la
espiga,
Que dibuja mi soledad sobre la niebla.
Pienso en ese hombre, dócil a mis ojos, fiel, pleno, íntegro.
En su vuelo humedecido sin tiempo y sin espacio.
Como primavera sobre el trigo del otoño.
Pienso en ese hombre que inventa soles, aguas de seda al tacto y una verdad sencilla para amarme.
Ese hombre cierto, inconstante, mío.
En el callado temblor de sus latidos, en sus ojos de oscuros desafíos.
Pienso en ese hombre que me espera con dulce arrobamiento.
En su cabello de trigo que me inunda en un pleamar de pétalos y trinos.
Ese hombre:
Sol salvaje, río de música y silencio, pájaro en el alba.
Pienso en ese hombre y hay aroma en la música y color en el aroma, claveles recién abiertos y flores niveas en mis sueños.
Pienso en ese hombre, dócil a mis ojos, fiel, pleno, íntegro.
En su vuelo humedecido sin tiempo y sin espacio.
Como primavera sobre el trigo del otoño.
Pienso en ese hombre que inventa soles, aguas de seda al tacto y una verdad sencilla para amarme.
Ese hombre cierto, inconstante, mío.
En el callado temblor de sus latidos, en sus ojos de oscuros desafíos.
Pienso en ese hombre que me espera con dulce arrobamiento.
En su cabello de trigo que me inunda en un pleamar de pétalos y trinos.
Ese hombre:
Sol salvaje, río de música y silencio, pájaro en el alba.
Pienso en ese hombre y hay aroma en la música y color en el aroma, claveles recién abiertos y flores niveas en mis sueños.
Yanira Soundy
Algún brazo detiene tu cuerpo para
adueñarse de lo que cree que es un tesoro lleno de misterios y placeres.
Acerado brazo que atenaza, que acollara, que aprisiona como la hiedra que rodea
al tronco. Ambicioso, él, se sumerge en la propia voracidad, en el deseo de
avaricia. Marca un paso demoledor que se acerca a la pasión, pero no está muy
distante de aquello, que luego, se transforma en indiferencia. Es como el
placer y el dolor, sin distancia, como la vida y la muerte.
¿Hilo fino que se estira hasta
romperse para desafiar con un mínimo contrapeso alguna ley de la “estática”?
No…la razón, puede que domine hasta
el punto que quiera domesticarte, tiene el argumento convincente, pero “esto”,
tiene un sentir más profundo, es la réplica.
En tu vuelo se escucha el rumor del
viento. Hace falta oírlo una sola vez y ya es suficiente. En el loco sendero de
trazo firme que deja tu viaje, que impresiona el aire con una estela de luz,
cola de cometa exorbitante que se dispara en tirabuzón, ahí mismo, queda
encajonado el canto que rumorea “las palabras sagradas”.
Tu aleteo, sopla aire para despeinar y
despertarnos “la sensación de libertad”.
Octaedro
(De
perros atados)
Es
posible que ese perro atado ladre
a
estrellas que lo aturden con señales
o
aúlle a quienes lo dejaron vigilando,
para
nadie, una casa abandonada.
Los
vecinos se quejan porque no pueden dormir,
Mientras
tanto yo le adivino colmillos azules
como
el amor o la muerte y lo imagino altivo
como
algunos hombres o como muchos perros.
Porque
su sonido tiene algo de delicada insensatez
o
de agonía, y ese sonido me acompaña y me persigue.
Porque
su ladrido se impone por sobre las voces
desafinadas
y rancias de la gente
mezcladas
como al fondo de una olla.
Y
porque es posible que yo esté atado también,
pero
sin su convicción para ladrar y aullar
ahora que, siento finalmente que me han dejado solo
vigilando
una luz casi deshabitada.
Néstor
Mux
de tu
mirada niña,
un
horizonte pleno…
atrapante…
hipnótico.
Te miro
y sé
que tus
ojos otean la distancia
preguntándole…
preguntándote…
como
será cruzarla.
que el temor por momentos
se agiganta,
apretando en la palma de tu mano
el pasado niño entre mis faldas.
Después, achicando el sudor
que te
recorre el alma,
sientes que está muy cerca tu partida.
tan
tuyos y seguros
tan
deseados
que por
más que mis faldas
y mis
manos se enreden en tus sueños…
vuelas,
planeas… partes.
Mientras,
detrás de ti
yo puedo
sonreír llorando,
y
llorando, reír
junto a
tu vuelo.
ya despegaste tu plumaje
de “canchero”
y aunque sepa del ir y venir
que empieza en el oleaje,
te despido feliz…
enormemente feliz….
de haber puesto menos peso a tu equipaje,
haberte contado que, ese horizonte
siempre…
siempre…
estará por encima y por delante,
para que estires tus sueños
y los alcances.
Alas azuladas
Te veo entre brumas. Lejano aún en la cercanía, lejano aún estando aquí a mi lado.
Distancia
sin distancia.
Tan
acostumbrada a ti, tan acostumbrada a tus besos y caricias que ahora,
simplemente las extraño.
¿Donde
estarán tus pensamientos?
Te
veo entre brumas.
Lejano
aún en la cercanía, lejano aún estando aquí a mi lado.
Y
seguiré aquí esperando que vuelvas, que tu mente se acomode, que tu te
acomodes.
Seguiré
sosteniendo tu mano, seguiré acompañándote aunque tú me sueltes.
Seguiré
sabiendo quien eres aún cuando tu ya no sepas quien soy.
Tu
mente no volverá a ser la que era.
Tú
no volverás a ser el que eras.
Pero
aún sigues a mi lado y aunque ya no me recuerdes, sé que en alguna parte sabes
quien soy.
De
buena fibra
en ese
instante de hace tanto y tan hoy.
Me
sumerjo en tus ojos tristes,
acaricio
en secreto tu sonrisa,
navego
tus labios una y otra vez,
soñando
ese beso.
Ese, que
lleno de lágrimas
no
pudimos dar,
con el
nudo de tanto vivido
y ¡tanto!
por dar.
Algún día recorreré tus cejas,
me dormiré en el espacio
entre tu nariz y tu mentón,
bajaré por tu barba zigzagueando
en la calidez de tu cuello,
para delirar historias sobre tu pecho.
Algún día, seré lo que debí ser,
piel de tu piel.
Por ahora, solo soy suspiro de un
encuentro,
y tú, aventurero de mis horas quietas.
¿Quién sabrá
jamás
cuando
aún late lo vivido?
¿Quien
pensara recuerdos
cuando aún la sangre
está
caliente de tanto deseo?
¿Quien se
esconde tras esos ojos
que
aún le miran?.
Los
despojos yacen
tras las
sombras,
mientras
las huellas
del ser
amado te consumen,
te
destripan, te vuelves carcajada de llanto,
la locura
se apodera de tu imaginación,
y aún
muriendo, te sientes viva,
por que
lo amas,
por que
es el sentido de tus días,
por que
su ausencia
es la
esperanza de la pronta venida.
la idea es la caricia,
y si es locura amar a un ausente,
que te
llamen loca de por vida.
¿Que saben ellos,
de sus besos tan sagrados,
de palabras que te hipnotizan,
de letras que se tatúan en la piel
hasta abrir heridas?
¿Que saben del despertar
en sus brazos y volverte mujer
y amante en un solo día?
que me
llamen loca...
por saber.. que ya no soy mía.
IVONNE
“Nostalgias”
En
el año 1980 mis padres compraron casa en el pueblo, a la que luego nos
mudaríamos. Un gran caserón antiguo del
año 1908, linda y pretenciosa, con ventanales gigantes con vidrios ingleses que
daban al patio, con casi 24
metros de frente, ventanas y puerta de cedro -ambos
altos- de dos cuerpos, con una gran claraboya en lo alto para que entrara luz y
aire y sus dos ventanitas alargadas también, protegidos por rejas.
El
llamador era una mano de bronce sujetando una bola, que apoyaba sobre otro
círculo de bronce. Bastaba que alguien lo tocara o lo golpeara y retumbaba en
toda la casa, penetrando el sonido por el ancho pasillo, llegando hasta el
parquecito del fondo.
Al
lado estaba la escuela, por lo cual, al pasar los chicos se prendían de la
manito, llamando. (jaja) las veces que
habré salido a ver quien era.
A
menos de 20 metros
estaba la Avenida
y enfrente, la Plaza
principal.
En
época de los carnavales veíamos los corsos, sentados en la vereda.
En
la esquina, la vieja panadería, al morir sus dueños paso a ser una confitería,
donde cenaban y se amanecían con su música fuerte, en alto volumen. En verano
era imposible conciliar el sueño con tanta juventud haciendo bochinche en la
calle y en la plaza.
En
la primavera del año 1989, el 13 de octubre para ser mas precisa, sufrí el
deceso de mi padre a consecuencia de un ACV (accidente cerebro vascular). La
casa paulatinamente dejó de tener vida, se fue inundando de tristeza para mí.
Ya no lo veía sentado enfrente en el banco de la plaza, o parado en la vereda
en el portón del garaje.
Mi
padre era una persona bastante silenciosa, armónica, su presencia irradiaba paz
y protección. De altura media, 1.75
mts., delgado, ágil, su andar era ligero como si sus pies no tocaran el suelo.
Reía poco, solo lo necesario, a veces su mirada se perdía como si se fuera
detrás de sus pensamientos.
De
más joven le gustaba llevarnos a mi madre y a mí, al cine, a las obras de
teatro o los circos (que recorrían los pueblos). Amaba la música, en especial
el tango, tocaba la armónica de oído. Me enseño a bailar la música porteña,
para mis 15 años me presento en sociedad en un baile, bailando un vals conmigo.
Cuando
se casaron habían ido a vivir a la capital, Buenos Aires. Y se quedaron trabajando
allí los dos durante 6 años, hasta que anuncie mi llegada y a pedido de mi
madre regresaron a la campaña.
El
trabajo duro del campo no logró embrutecerlo, mantenía sus manos blandas y
deseos de hacer sociedad, casi todos los atardeceres iba al Club de la Sociedad Italiana
a encontrarse con sus amigos. Era un ser de mucha captación, sensible y a la
vez muy sufrido.
Se
fue muy joven aún, muy vital con sus 73 años, de manera inesperada, dejando un
gran vacío.
Cada
vez que visito mi pueblo, al pasar por la Avenida , miro la que fue mi casa, pretendiendo
ver inconcientemente a mi mamá en la puerta de entrada, y a mi papá en la
vereda o sentado en el banco de la plaza …
Brisa
de un pétalo
…Y vio el arcoíris que desplegaba hasta ella siete
hermosos tonos de azul, desde el intenso lapislázuli hasta un casi
imperceptible celeste.
Supo que debía subir por él y viajar así a universos
jamás conocidos, pero mil veces soñados, por ella.
Le costó increíblemente mover sus brazos e incluso sus
dedos pues llevaba una eternidad completamente inerte. Poco a poco
sintió la corriente cálida de su sangre y esa sensación le hizo recordar que
aun estaba viva.
Se inclinó ligeramente hacia su izquierda para
comenzar la escalada y fue cuando se percató de que no podía sentir
sus extremidades, pero no se extrañó como tampoco sintió asombro alguno, al
observar que en el sitio donde la memoria le decía que estaban sus piernas,
solo habían dos protuberancias verdes que se fundían con el paisaje selvático
de la diminuta isla.
Alzó su mirada triste hacia el sendero azul y reprimió
con firmeza las lágrimas que comenzaban a salir, pues cierto instinto heredado
de algún ancestro le dijo que su llanto sólo fertilizaría aquella vegetación y
ésta, finalmente, terminaría asfixiándola.
Cerró sus ojos y pensó resignarse, pero una suave
brisa trajo hasta ella una voz olvidada en el tiempo y que alguna vez, le
susurró al oído que el azul es el color de las ilusiones.
Entonces sonrió…
Amaranta
la que arrastra la ingenuidad de un trago
que se bebe sin la intención de emborracharse.
Aspereza, la que socava en la piedra
el agua de las lluvias,
o el glaciar que se mueve sobre la roca.
Aspereza que se convierte en superficie pulida,
que se nota en la redondez de esa dureza
que acompaña el lecho del río.
Aspereza, la que entrega el trabajo
Aspereza, la que derrama
el suburbio con su gente,
en peregrinaje continuo.
Aspereza que
duele
en el rostro de
los inocentes,
cuando escupe
la miseria del hambre.
Aspereza, el
crimen que la ambición provoca.
la realidad que
construye el hombre,
avanza con
holgura sobre toda la vida.
¿Será, que en
alguna esquina de un sueño,
el hombre, podrá
despertarse
con su candorosa
sencillez
para crear otra
ilusión?
De todos los
fuegos…